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LA POLITICA CRIMINAL DE LA POSMODERNIDAD, DELINCUENCIA ORGANIZADA Y SEGURIDAD NACIONAL


Enviado por   •  1 de Agosto de 2016  •  Ensayos  •  2.697 Palabras (11 Páginas)  •  936 Visitas

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Materia. Política Criminal

Lic. Israel Hernández Valencia

Alumna: Isabel González Sánchez

6 To. Cuatrimestre.

Grupo. 621

Agosto  3, 2016.

CAPITULO III

LA POLITICA CRIMINAL DE LA POSMODERNIDAD, DELINCUENCIA ORGANIZADA Y SEGURIDAD NACIONAL

    A finales de los años sesentas y principios de los setentas, el Estado del Bienestar Social (welfare) empiezan a resquebrajarse, pues su base presupuestaria se tambalea y el flujo económico es insuficiente para otorgar bienes, servicios y seguridad social.

     Es decir, la vida segura permitió la construcción de una particular “ética del trabajo” y de un estilo de vida que coadyuvo al nacimiento de una “conciencia de clase”: no obstante el modelo fordista de la sociedad quiebra con la crisis del Estado social y las transformaciones económicas y políticas del contexto internacional de los años 70 y 80, lo que nos coloca en el génesis del proceso de globalización económica y se penetra al llamado post fordismo, caracterizado por la ofensiva neoconservadora de los años 1979-1980, con Reagan y Thatcher, que iría provocando un vuelco autoritario en las relaciones entre  Estado y Sociedad, mientras que el ámbito económico se caracterizaría por una gran movilidad de capital a nivel mundial, y del proceso privatizador de empresas públicas.

     Los riesgos del mundo laboral se traducen en precariedad, despidos injustificados, paros, inestabilidad en el empleo, etc., y son enfrentados por los individuos como un fracaso personal, pues el individuo es el único responsable de su situación y no la sociedad, es decir este problema es transformado y desmontado políticamente y se elimina mediante un proceso individualizador carente de trascendencia política que acompaña a la muerte de lo social como consecuencia del exacerbado individualismo que debilita a la sociedad en su conjunto como lugar de solución de conflictos.

     La modernidad, entonces, habrá de entenderse como un ejercicio de ingeniería que permite construir instrumentos de referencia para generar diferencias, con base en códigos binarios (bueno, malo, verdad,  falsedad, normal, anormal, etc.) El proyecto de exclusión, que implica la modernidad, se construye sobre dos pilares.

  1. Pilar emancipatorio, que se traduce como la rebeldía del hombre frente al mundo consituida.

2. Esfera de racionalidad valorativa (razón práctica)  una facultad de justificación de la conducta humana, para construir los conceptos “bondad” o “maldad” del acto humano.

3. Esfera de racionalidad estética. Es la facultad de distinción de lo que es bello y lo que no lo es.

     Por lo que hace al pilar regulativo, existe una mayor importancia del Individuo, sobre el Estado Liberal o Policía, que no tenía injerencia en la vida de los gobernados por la formula “dejar hacer, dejar pasar” y el mercado comenzaba a desarrollarse de forma incipiente.

     En cuanto al pilar regulativo, el Estado adquiere primacía, sobre el individuo y el mercado. En esta etapa surge el discurso de los Derechos Humanos de segunda generación, como consecuencia del planteamiento económico del mercado con el propio Estado, ya que genera sobreproducción, por una parte, y por la otra crea explotación.

     Existe una hipertrofia de la racionalidad estética y del mercado con la necesaria venta de la imagen y la aparición del discurso de los Derechos Humanos de tercera y cuarta generación (respeto a las minorías) que es aprovechado, también, por el mercado con la consecuente atrofia de las racionalidades cognitiva y valorativa, así como el individuo y Estado.

     Lo anterior implica que el mecanismo de control recae en el mercado, por ello el Estado Neoliberal difiere del liberal, ya que este último favorecía al individuo, y el primero es creado en función del crecimiento del mercado, por lo que el Estado, debe tener, ahora, una visión comercial y contener riesgos para la inversión.

     Esta evolución ha generado miedo, ansiedad, desconcierto, desencanto e incertidumbre, y la cultura que recoge los temores del cambio de época y los refleja de manera consciente es la cultura posmoderna, cabría decir que el clima posmoderno al que hemos ingresado equivale a estar en un ambiente que no promete nada, donde el sentido de la historia se confunde y donde reinan la incertidumbre y el temor al futuro. Tenemos miedo a perder todo lo que tenemos, en particular el mundo de convenciones y jerarquías en que se fundan nuestras seguridades.

     Uno de los principios más fundamentales y encomiados-el más fundamental y el más encomiado según algunos especialistas-, el principio de legalidad, adolece hoy de extrema debilidad, tanto que en más de un caso se considera injusta esa supuesta base de la justica. Como prueba de esta crisis del principio de legalidad, baste citar la opinión de Rodríguez Devesa y Marc Ancel. Afirma el primero que, hoy más que nunca frente a un  Estado todopoderoso, capaz de aniquilar el destino de los individuos que lo componen, se hace preciso afirmar eficazmente la inviolabilidad de determinadas esferas vitales de los sujetos que integran la comunidad estatal, y calificar de injusto un ordenamiento jurídico que ignora la existencia de esos derechos –mejor, libertades- necesarios para qué los hombres puedan cumplir sus propios fines que, en definitiva constituyen la razón de ser del Estado.

     Ante el fracaso de la justicia y el derecho penal actual, merece pensarse en la oportunidad de abandonar ese sistema tradicional e implantar en su lugar otro carente de sus rasgos esenciales, apoyado en controles naturales o informales, apoyado en coordenadas nuevas, creadas con potente y sensata imaginación que tenga en cuenta las sólidas investigaciones criminológicas contemporáneas.

     Terminar las meta narrativas, o granes relatos, que ilustraron nuestra historia y la dotaron de un vector de progreso, para así eliminar los discursos de lo diferente, lo diverso, lo plural, en suma de lo excluido

     La posmodernidad, seria, por tanto, una modernidad sin lamentos, sin la ilusión de una posible reconciliación entre juegos de lenguaje, sin nostalgia de totalidad ni de unidad, de reconciliación del concepto y la sensibilidad, de experiencia transparente y comunicable; en una palabra, una modernidad que acepta la perdida de sentido, de valores y de realidad con jovial osadía: el posmodernismo como gaya ciencia.

     La ideología posmoderna tuvo su impacto en la Política Criminal con el advenimiento del Estado de Derecho Neoliberal y la necesidad de controlar los capitales de la economía  informal con la aprobación de la Convención de las Naciones Unidas sobre el  tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas el 20 de diciembre de 1988, adoptada por                                     México el 5 de septiembre de 1990, así como con la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, firmada en Palermo Italia en Diciembre del 2000 y publicada en el Diario Oficial de la Federación el 4 de marzo del 2003

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