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LOS ESPACIOS DE LA PLATA


Enviado por   •  6 de Octubre de 2013  •  3.879 Palabras (16 Páginas)  •  311 Visitas

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LOS ESPACIOS DE LA PLATA

Eduardo Flores Clair

DEH-INAH

El lunes 24 de diciembre de 1492, Cristóbal Colón, estando en la isla de Cuba, poco después de descubrir el nuevo mundo, escribió en su diario “entre los muchos indios que ayer habían venido a la nao, que les habían dado señales de haber en aquella isla oro y nombrado los lugares donde lo cogían, vino uno parece que más dispuesto y aficionado o que con más alegría le hablaba, y […] rogándole que se fuera con él a mostrarle las minas del oro. Est[e] trujo otro compañero o pariente consigo entre los otros lugares que nombraba que se recogía el oro, dijeron de Cipango, al cual ellos llaman Cibao, y allí afirman que hay gran cantidad de oro.”

Entre otros propósitos, Colón quería encontrar una nueva ruta comercial hacia las Indias, conseguir especies para los paladares refinados del viejo mundo, estrechar las relaciones políticas entre los reyes Católicos y los lejanos soberanos orientales, expandir el cristianismo en esas tierras paganas; pero sobre todo, soñaba con obtener oro a cambio de otros productos. En ese camino, portugueses y genoveses se habían adelantado y desde hacía mucho tiempo buscaban metales preciosos en el medio oriente y en tierras africanas. Las minas europeas eran pobres en dichos metales y en el comercio se había arraigado la costumbre, desde tiempos muy remotos, de utilizar monedas de oro, y en menor medida de plata, como un medio de pago ampliamente aceptado. Por esta razón, los portugueses habían impulsado diversas exploraciones marítimas por África, sobre todo en Ghana, y habían incrementado su riqueza y poder gracias al intercambio de baratijas por esclavos y oro. Se daba el caso de que en Malí entregaban sal y recibían oro.

La experiencia comercial en América no fue muy distinta. Los indígenas atribuían a los metales preciosos un alto valor simbólico y ceremonial, principalmente, porque los usaban para adornar a sus dioses, los ofrecían en ciertos ritos religiosos y formaban parte de los atuendos de los “señores”. En la sociedad americana, el intercambio comercial se realizaba con otros medios de pago como los granos de cacao y las hachas de cobre, pero el más común era el “trueque”, es decir el cambio directo de una mercancía por otra. Cabe resaltar que la existencia de minerales preciosos en los territorios recién descubiertos, acumulados por largos años de trabajo, levantó la codicia de los conquistadores. En 1519, Hernán Cortés encabezó una expedición hacia tierra firme con la misión de conseguir mayores bienes; conforme fue avanzando, los indicios del cuerno de la abundancia se fueron haciendo más evidentes. En la segunda carta de relación, Cortés le escribió al rey Carlos V, entre otras cosas, que “aquí me vinieron a hablar ciertas personas que parecían principales, entre los cuales venía uno que me dijeron que era hermano de Mutezuma, y me trajeron hasta tres mil pesos de oro y de parte de él me dijeron que él me enviaba aquello y me rogaba que me volviese y curase de ir a su ciudad”. La historia es bien conocida, Cortés desdeñó el soborno y reunió una fuerza militar considerable para saquear los tesoros de la gran Tenochtitlan.

A partir de entonces se abrió el proceso de descubrir, conquistar y colonizar. La guerra de ocupación fue brutal y devastó a la población indígena, la rapiña se extendió por todos los rincones y destruyó exquisitas piezas de arte. En poco tiempo, el ejército español impuso su poderío y repartió los territorios junto con los recursos naturales y humanos. La Corona tuvo un gran interés por los metales y dictó una política de protección y fomento con el fin de consolidar su imperio a nivel mundial. La época del oro sólo fue un suspiro y dio paso a la era de las grandes explotaciones de los yacimientos de plata, como el Cerro Rico del Potosí (hoy Bolivia), Zacatecas y muchas más. Como afirmó Carlo M. Cipolla, los españoles se transformaron de “bandidos en mineros”.

Durante el virreinato, los conquistadores o “enfermos de oro”, interrogaron a los indígenas para que les enseñaran los lugares donde se localizaban los yacimientos, pero por lo general tuvieron poco éxito. Debido a ello, los hispanos vivieron con la idea de que los indios escondían los grandes tesoros y ni la tortura los hacía hablar, de hecho, preferían borrar los rastros de su memoria con el fin de que jamás se explotaran esos parajes. Ahora se sabe que la oposición de los indígenas era justificada, pues pretendían proteger sus creencias religiosas; algunos espacios como cuevas y montañas eran centros ceremoniales donde se veneraba a los dioses. Por ejemplo, en los cerros entrecruzados, de lo que hoy conocemos como la ciudad de Guanajuato, existió un sitio divino. Los indios tarascos en su lengua lo llamaban “quanashuato”, que significaba cerro de ranas; este nombre se le había dado porque existía una roca en forma de batracio y en ese lugar los indígenas llevaban a cabo sus ceremonias.

Pero más allá de la actitud de resistencia, existieron otros indígenas que ayudaron a localizar minerales preciosos. Así tenemos por ejemplo que en 1555, el indio Adriano comunicó que existía “una albarrada (pared de piedra) que tenía cantidades de metales de plata y oro, trujo a ella cinco españoles […], los cuales vinieron a la parte de que dicho indio les dijo, e hallaron una veta con muestras de plata […] a noticia de ello acudió gente de mineros españoles y empezaron a poblar”. Este hallazgo dio origen al rico mineral de Temascaltepec. A pesar de que algunos indígenas por la fortuna, convencimiento o la fuerza encontraron importantes yacimientos, casi siempre, los españoles se acreditaron el hallazgo y se atribuyeron los títulos de descubridores y fundadores de las ciudades mineras.

Antes de la llegada de los hispanos, las técnicas mineras se encontraban en un nivel inferior de desarrollo en comparación con occidente. Pero a lo largo de los años, las comunidades indígenas habían acumulado importantes conocimientos, los toltecas eran expertos en piedras y metales indispensables para la vida diaria, los ritos, la ostentación y hasta como remedio de diversas enfermedades. Los metales se extraían de excavaciones subterráneas y el oro se recogía en granos lavando las arenas de los ríos, como en la zona de Oaxaca. Los instrumentos encontrados en diversas cuevas, tales como: cuernos de animales, piedras en forma de martillos o cucharas construidas de cráneos humanos, nos podrán parecer hoy en día muy rudimentarios, pero en manos de los indígenas se transformaban y adquirían una eficacia sorprendente.

También, los estudios arqueológicos han revelado que existían

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