La Reforma Universitaria – “Los acontecimientos de Córdoba”
Claudia CristaldoResumen15 de Agosto de 2023
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HISTORIA DE LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS
La Reforma Universitaria – “Los acontecimientos de Córdoba”
La protesta estudiantil articulaba objeciones de carácter científico con críticas a las formas de gobierno. Denunciaban el carácter vitalicio de los miembros de las academias y las irregularidades en la provisión de los cargos docentes y administrativos. Cuestionaban los mecanismos de designación de los profesores acusando a la Academia de nepotismo y de no considerar ni a adscriptos ni a profesores suplentes.
En este mismo contexto criticaban a la enseñanza impartida en la Facultad por su sesgo absolutamente teórico.
A partir de marzo de 1918 éstos fueron acompañados por una serie de ruidosas manifestaciones callejeras, organizadas por un Comité Pro Reforma integrado por delegados de las diversas facultades. El presidente Hipólito Yrigoyen accedió a las demandas y dispuso, de esta manera, la medida reclamada encargando la tarea al entonces procurador general de la Nación, José Nicolás Matienzo.
Matienzo implementó una reforma que dejaba, como lo había hecho la de 1906 en Buenos Aires, el gobierno de la Universidad al conjunto de profesores y terminaba con el predominio de las academias integradas por miembros vitalicios.
Así, el candidato de los sectores que hasta la intervención habían conducido la casa de estudios superiores de la ciudad mediterránea se impuso en la Asamblea Universitaria merced al respaldo de la mayoría de los profesores. Los estudiantes reaccionaron irrumpiendo en la asamblea y desconociendo el resultado de la elección. El fracaso en el intento de construir la reforma sobre la base de un sector del profesorado fortaleció la consigna del gobierno universitario integrado en partes iguales por profesores, diplomados y estudiantes. La participación estudiantil en el gobierno universitario apareció entonces como el instrumento privilegiado para garantizar los cambios en la Universidad. Frente a la presión estudiantil, el gobierno de Yrigoyen dispuso una nueva intervención a la Universidad de Córdoba.
Los nuevos estatutos sancionados dispusieron la organización de un gobierno para la Universidad compartido por profesores titulares, suplentes y estudiantes. AI mismo tiempo, el interventor impuso otros cambios reclamados por los estudiantes, como la asistencia voluntaria a los cursos y la docencia libre.
LA REFORMA DE 1918, LA POLÍTICA Y LA SOCIEDAD ARGENTINA
Los estudiantes cordobeses tomaban como ejemplo a la Universidad de Buenos Aires. Justo denunció en dicha alocución el carácter sectario de la Universidad de Córdoba y la describió como una institución impregnada de un “catolicismo ortodoxo e intransigente”. Incluso, argumentaba en una frase que ha sido recordada y repetida a menudo, que en un programa de la materia Filosofia del Derecho existía un punto dedicado a la enseñanza de los deberes para con los siervos. El atraso científico que se evidenciaba en el estado de los laboratorios también se advertía en la Biblioteca, afirmaba Justo. No había catálogos y además era imposible encontrar, entre otros autores, obras de Darwin, de Huxley, de Haeckel, de Engels o de Morgan.
Sin duda la impronta católica diferenciaba aún a la sociedad y a la vida académica cordobesa. Seguía siendo uno de los principales centros de reclutamiento del personal político del régimen gobernante inaugurado durante el año mencionado. Era uno de los bastiones del liberalismo de raíz positivista, y esa orientación fue compartida, además, por la mayor parte de los gobiernos provinciales de las últimas décadas del siglo XIX.
De todas formas, es necesario destacar que en la sociedad y en la vida política cordobesas convivían dos sectores: uno de ellos liberal, laico y anticlerical, y otro conformado por militantes católicos. Este último tenía un peso en la vida cultural y universitaria sin duda mayor que en otras provincias. En este contexto se llegó incluso a objetar el hecho de que desde el Estado se otorgasen recursos para una institución educativa de orientación católica. Pero las relaciones en el seno de la Universidad entre la enseñanza y la vigencia de principios religiosos y científicos eran sin duda complejas y han dado lugar a diversos equívocos. En la Facultad de Derecho había catedráticos que tenían una inclinación claramente tomista, pero había otros impregnados del mismo espíritu liberal y positivista que primaba en la Facultad de Derecho de Buenos Aires. Por otro lado, un examen de las publicaciones de la Universidad relativiza también la imagen de una institución dominada por una cerrada elite clerical. Al frente de la publicación periódica de la casa de estudios cordobesa estaba ya a mediados de la década de 1910 Enrique Martínez Paz, el mismo candidato sostenido por el sector reformista para ocupar el cargo de rector en las tumultuosas sesiones de 1918.
LA REFORMA, LA UNIVERSIDAD Y LAS ELITES POLÍTICAS DE CÓRDOBA
Era, entonces, sobre todo el entramado de poder institucional el que estaba en primer plano en el conflicto universitario de 1918. En la Argentina de principios de siglo comenzó una lenta renovación de elites dirigentes. En distintos ámbitos del gobierno, la administración, la justicia y la cultura se verificó la aparición de un escenario más complejo, signado por la presencia de nuevos actores. La Ley Sáenz Peña y el ascenso de la Unión Cívica Radical al poder en 1916 profundizaron ese proceso. Ya a principios de siglo podía advertirse que las tensiones políticas derivadas de la estructura administrativa y de poder que caracterizaban a la Universidad eran particularmente agudas en Córdoba. Los orígenes de la Reforma encuentran su explicación en la vigencia de estas estructuras demasiado arcaicas y cerradas para la Argentina de 1918. El problema no radicaba tanto en el espíritu clerical y conservador de la Universidad sino en el carácter familiar y cerrado de los círculos que la gobernaban. La Universidad era el ámbito por excelencia en Córdoba de socialización y selección de las elites. La educación formal universitaria cumplía así un rol central en el proceso de constitución de la elite y era el mecanismo consagrado por excelencia para el ascenso social.
Por otro lado, se ha señalado, reiteradamente, que toda reforma de la estructura de poder de la ciudad de Córdoba pasaba en gran medida por la casa de estudios. Fueron, en síntesis, la rigidez y cerrada oposición de los círculos dirigentes de las facultades y su negativa a modificar los estatutos y ampliar los márgenes de la participación lo que provocó el movimiento de 1918. Las autoridades universitarias cordobesas ya habían recibido entonces recomendaciones para la modificación de los estatutos y la forma de gobierno. Su incapacidad para llevar a cabo estos cambios generó la resistencia de muchos de los actores vinculados con la casa de estudios, entre ellos naturalmente los estudiantes, y originó un movimiento que tuvo, en primer término, repercusiones en toda la Argentina y que luego se extendió a diferentes países de América latina. En el caso cordobés pareció evidente la incapacidad de los propios núcleos de profesores llevar a cabo las transformaciones exigidas por la comunidad estudiantil que no eran distintas de las que se habían dado en Buenos Aires.
LA REFORMA EN BUENOS AIRES Y LA PLATA
Incluso en las universidades de Tucumán y el Litoral, nacionalizadas poco después de los acontecimientos de Córdoba, los estatutos sancionados para regirlas recogían los principios reformistas. En Buenos Aires, la Reforma fue una prolongación de los cambios que venían produciéndose desde 1906. La continuidad de muchos de los principios y reclamos que sostuvieron los protagonistas del movimiento de 1918 con los que habían caracterizado a los reclamos estudiantiles de principios de siglo es evidente. La Reforma en Buenos Aires fue implementada por quienes conducían a la Universidad desde 1906. Durante 1918 se llevó a cabo una reforma de los estatutos que dispuso que las facultades serían dirigidas por representantes en partes iguales de profesores titulares, suplentes y estudiantes de los últimos años. Los estatutos fueron sancionados sin mayores resistencias. Las diferencias entre Córdoba y Buenos Aires son, en este sentido, importantes. Esta visión situaba a los estudiantes en un plano de clara subordinación. Se imponía aquí la idea de la natural superioridad de los docentes y se afirmaba una noción fuertemente paternalista en torno al funcionamiento de la enseñanza superior. Además de manifestarse contrario a la participación estudiantil en el gobierno de las casas de estudios, Rivarola se oponía a otros principios reformistas, como el de la libre asistencia a las clases teóricas. Un destacado académico, que era también profesor en La Plata, José Bianco, sostenía en junio de 1919 que la oligarquía y el régimen familiar tenían nítidos exponentes en la Universidad y esto quitaba sustento moral a sus autoridades. Bianco se refería explícitamente a Rivarola: “La oligarquía y el régimen familiar tenían en él un exponente tan representativo […]”. Un grave conflicto se inició en el ámbito de la Facultad de agronomía platense a mediados de 1919. Los estudiantes reclamaron, en una línea similar a los de Córdoba y Buenos Aires, por la falta de actualización de los programas de enseñanza, por el reducido espacio concedido a la experimentación y por las arbitrariedades en la designación de los profesores. El conflicto se generalizó, y en octubre de 1919 se inició una huelga general para imponer nuevos estatutos. Este movimiento dio lugar a varios enfrentamientos violentos en la ciudad que culminaron con la destrucción de parte del mobiliario de la institución y el asesinato de uno de los alumnos. Los acontecimientos tuvieron un primer desenlace en junio de 1920 con la renuncia de Rivarola a la presidencia de la Universidad y su alejamiento definitivo del mundo académico argentino. La resistencia al cambio que implicaban los nuevos estatutos que reconocían la participación estudiantil en el gobierno llevó a que personajes destacados de la vida universitaria de principios de siglo, abandonasen en forma definitiva los claustros. Pero sus críticas se enmarcaban siempre en una perspectiva liberal y reformista. Para otros sectores, que iban a estar más vinculados con el nacionalismo de raigambre católica, los episodios de Córdoba de aquellos meses fueron percibidos como una amenaza al orden natural y jerárquico sobre el que debían asentarse las casas de estudios.
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