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La Sociedad Global De La Información: Un Envite Geopolítico

paijan5 de Enero de 2014

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La sociedad global de la información:

Un envite geopolítico.

www.cholonautas.edu.pe / Biblioteca Virtual de Ciencias Sociales

La sociedad global de la información:

Un envite geopolítico

Armand Mattelart*

El paradigma tecnoinformacional se ha convertido en el pivote de un proyecto geopolítico cuya función es la de garantizar la reordenación geoeconómica del planeta en tomo a los valores de la democracia de mercado y en un mundo unipolar. El horizonte planetario condiciona las formas y manifestaciones de protesta contra el orden mundial en gestación.

Guerra y paz en un mundo unipolar

Revolución en los asuntos diplomáticos

El lenguaje revolucionario ha emigrado hacia el campo del liberalismo que ha convertido la noción de «revolución de la información» en una expresión-baúl tipo muñeca rusa de pretensiones totalizantes: revolución en los asuntos diplomáticos, revolución en los asuntos militares, revolución gerencial. Veamos a qué representación del orden mundial se refiere cada una de ellas. Empezando por la «revolución en los asuntos diplomáticos».

Unas tres décadas después de los análisis de Zbigniew Brzezinski sobre el advenimiento de la era tecnotrónica, el concepto de la «diplomacia de las redes» reconfigura los parámetros de la hegemonía: «El saber, más que nunca, es poder -afirman el politólogo Joseph S. Nye y el almirante William A. Owens, consejeros de la Casa Blanca-. El único país que está en disposición de llevar a cabo la revolución de la información es Estados Unidos. Fuerza multiplicadora de la diplomacia norteamericana, el eje de las tecnologías de la información fundamenta el soft power, la seducción ejercida por la democracia norteamericana y los mercados libres» (Nye y Owens, 1966, pág. 20). Las fuentes del nuevo poder son la información libre (la que crea el marketing, la televisión y los medios, la propaganda, sin «compensación financiera»); la información comercial, que tiene un precio y que está en el principio del comercio electrónico; la información

* En: Mattelart, Armand. Historia de la sociedad de la información. Cap. 6. Paidós, Barcelona, 2002. pp. 135-160.

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estratégica, tan vieja como el espionaje (Keohane y Nye, 1998). El sistema informacional, el web para empezar, se convierte en el vector de la «ampliación de una comunidad pacífica de democracias, máxima garantía de un mundo seguro, libre y próspero» (Ibid., pág. 36). El soft power es la capacidad de engendrar en el otro el deseo de aquello que usted quiere que desee, la facultad de llevarle a aceptar normas e instituciones que producen el comportamiento deseado. Es la capacidad de alcanzar objetivos mediante la seducción antes que por la coerción. «El soft power reposa en el atractivo que ejercen las ideas o en la aptitud para fijar el orden del día de tal forma que modela las preferencias de los demás. Si un Estado consigue que su poder sea legítimo a los ojos de los demás y logra instaurar instituciones internacionales que los anima a encauzar o limitar sus actividades, ya no hay necesidad de gastar tantos recursos económicos y militares tradicionalmente costosos» (Nye, 1990).

Por su parte, los estrategas emplean otra noción: netwar. El término se aplica a las nuevas formas de conflictos de baja intensidad protagonizados por actores no estatales que cortocircuitan las jerarquías gubernamentales a través de las redes y que exigen, por parte de estas últimas, una respuesta por esta misma vía. En el apartado «actores no estatales», los estrategas incluyen ¡tanto a los movimientos llamados activistas o participativos, como a las organizaciones no gubernamentales, los movimientos guerrilleros, los terroristas o los cárteles de la droga! Una estrategia en concreto ha cautivado la precoz atención de los especialistas: la que fuera desarrollada por el movimiento neozapatista desde diciembre de 1994, fecha de su primera campaña de información internacional. Retransmitida por Internet a través de una red de organizaciones no gubernamentales en el interior de México, en Estados Unidos y en Canadá, que ya se había constituido y movilizado previamente con ocasión de las protestas contra el Tratado de libre comercio suscrito por estos tres países, esta primera acción había logrado que interviniera la presión internacional contra la ofensiva programada por el ejército para liquidar la guerrilla de Chiapas. Desde entonces, las revistas del ejército norteamericano y los asesores militares han incluido esta experiencia entre los casos prácticos (Swett, 1995). La Rand incluso ha producido, a petición del Pentágono, un informe titulado The Zapatista Social Netwar in Mexico (Arquilla y Ronfeldt, 1998). La formalización de la doctrina está aguijoneada por el diagnóstico sobre la vulnerabilidad de las redes frente a los ataques de grupos terroristas o de piratas informáticos organizados (hacktivists). El temor de un electronic Pearl Harbor ha suscitado numerosas iniciativas tanto del FBI como del Pentágono con el fin de organizar la defensa del «sistema nervioso de la nación». El FBI, por ejemplo, se ha dotado de un centro de protección de la infra-estructura nacional. En cuanto al US Army, ha creado nuevas unidades

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de «guerra de la información» para intervenir en las redes informáticas internacionales. El díptico Netwar y Cyberwar expresa los dos componentes de la guerra del conocimiento, la «noopolítica», neologismo derivado explícitamente de la noción de noosfera elaborada por el padre Teilhard de Chardin (Arquilla y Ronfeldt, 1999). El término cyberwar se aplica a los conflictos de tipo militar, a gran escala, pero modificados en sus formas por las tecnologías de la inteligencia.

Revolución en los asuntos militares:

Information dominance

En 1995, durante las discusiones de cara a un acuerdo de paz en Dayton, la cartografía virtual en tres dimensiones de Bosnia, obtenida gracias al sistema de visualización del terreno Powerscene y proyectada en una gran pantalla de televisión en la sala de negociaciones, logró poner de acuerdo a los presidentes de Bosnia, Croacia y Serbia sobre las líneas de alto el fuego. Lo que no es tan conocido es que durante esas mismas sesiones, el software de simulación Powerscene también fue utilizado para demostrar a las partes en conflicto cómo los aviones de la OTAN podían, en el caso de que fracasaran las negociaciones, alcanzar sus objetivos con una precisión insospechable (Anselmo, 1995). Estas nuevas herramientas internacionales ponen de relieve una de las dimensiones de la «revolución en los asuntos militares» de la que se jactan los estrategas del Pentágono que han hecho de esta experiencia bosnia un ejemplo antológico de «management virtual de una crisis».

Los conflictos en la ex-Yugoslavia y, con anterioridad, el del Golfo -guerras todas ellas que han visto cómo la OTAN se convertía en una organización de seguridad casi autónoma, que decidía por su-cuenta las operaciones militares- han precipitado la mutación geoestratégica. La supremacía norteamericana en el ámbito de las tecnologías de la información se ha confirmado sobre el terreno. Tecnologías conocidas en la jerga militar bajo el acrónimo de C4ISR: Comando / Control / Comunicaciones / Computación / Inteligencia / Vigilancia / Reconocimiento. La Information dominance, repercusión del programa reaganiano de la Strategic Computing Initiative, moldea el discurso sobre la figura ideal e idealizada de la guerra perfecta, limpia, la guerra de «intervenciones quirúrgicas» y de «daños colaterales».

La noción de «interés nacional norteamericano» se actualiza en función de la nueva posición de Estados Unidos como lonely superpower, según la expresión de S. Huntington, cabeza del «sistema de sistemas». Nada de intervenciones en las guerras de los «Estados

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fallidos» (failed States), irrecuperables, empantanados en conflictos tribales u otras guerras que pertenecen a las edades preinformacionales. Éstas, por ejemplo, que están en el origen de la implosión africana. La estructura estatal está en descomposición y, de todas formas, se muestra incapaz de acometer las tareas geoeconómicas que le asignaría el nuevo orden global (Joxe, 1996). La guerra moral, emprendida en nombre del universalismo de los derechos humanos, tiene, pues, limitados sus espacios de intervención. A pesar de las informaciones de que disponían, los occidentales, en la primavera de 1994, han dejado que los extremistas hutus masacraran a cerca de un millón de civiles tutsis en un plazo de cien días.

Por último, la nueva doctrina se adapta a la lógica de fondo de la globalización de la economía. La aceleración de la construcción del mundo como sistema obliga a razonar en términos de estrategia ofensiva de la ampliación (enlargement) pacífica del mercado-mundo. Ha pasado la época de la estrategia defensiva del containment en un teatro de operaciones bipolar. La estrategia de seguridad global incorpora la primacía de la extensión del modelo universalista de la freemarket democracy para cuya realización es esencial el control de las redes (Gompert, 1998). Está justificada la cooptación del mercado, máxime cuando, alegan los estrategas, más del 95% de las comunicaciones del Pentágono viajan desde entonces por líneas civiles.

El nuevo enfoque de la guerra ha encontrado a su propagandista en un éxito editorial: War and Anti-War. Esta obra, redactada

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