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La Vida De Los Hombres Infames


Enviado por   •  16 de Octubre de 2012  •  1.125 Palabras (5 Páginas)  •  986 Visitas

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Al leer este libro me hace sentir que cuando como espectadores conocemos las noticias de los crímenes llegamos a nuestro pesar a considerar y conmovernos por la inocencia de las víctimas. Después llegan las imágenes de los criminales y vemos que son hombres, incluso con rasgos similares a otros hombres que conocemos. El autor en un fragmento dice, he querido que estos personajes sean oscuros; que nada los haya predispuesto para algún brillo; que no estén dotados de ninguna de esas grandezas que se establecen y se reconocen: las del nacimiento, de la fortuna, de la santidad, del heroísmo o del genio; que pertenezcan a esas miles de existencias que están destinadas a pasar sin dejar huella; que haya en sus desgracias, en sus pasiones, en sus amores, en sus odios algo de gris y de ordinario para la mirada de lo que se estima digno de ser contado». Y con esto son hombres pero nosotros ya no podemos verlos sino como seres malignos y sombríos. ¿Quien no ha sentido odio y repugnancia al ponerle rostro a la infamia? Al saber que estos individuos cometieras los delitos que se encuentran expuestos en los medios de comunicación, como poder verlos de otra forma mas que como seres viles y malvados.

En medio de la indignación la gente sabe que ha llegado el momento de la justicia. Pero la cosa no para ahí. A golpes de odio y de miedo se abren grandes debates. La cuestión del castigo arrecia cuando suceden crímenes atroces. Entonces se escucha decir al que defiende la pena capital que sólo la quiere para esos canallas tan odiosos, lo mismo que ahora dicen quienes piden la reinstauración de la cadena perpetua ¿será esta la verdadera salida para estos sucesos? Son legión los que opinan cuando los medios dibujan el perfil más abyecto de los criminales, por ejemplo, el de esos hombres adultos que, además de abusar sexualmente de menores, los secuestran y los matan, lo que ha generado una atmósfera de hipercriminalización de la pederastia. La paranoia está servida desde que se percibe como un riesgo de violación y asesinato de menores lo que antes se consideraba un trastorno sexual repulsivo y punible que no tenía que provocar mecánicamente conductas homicidas. Así se ha producido la demanda social de su máxima penalización.

Nos conviene pensar. Si el castigo siempre afronta el riesgo de ser desmedido, decidir sobre él cuando los ánimos están encendidos es el mejor camino para la injusticia, porque los sentimientos están dominados por una pulsión de venganza que, después de tantos siglos de normas y códigos de justicia, nunca nos ha abandonado del todo. En esa tesitura, si el gentío pudiera juzgar a quien señala como culpable, la pena impuesta sería durísima; y si en esos mismos momentos los más atrevidos pudieran castigar al acusado, tal vez le quitarían la vida. Constantemente se tiene el temor que estos acontecimientos, de la justicia por su propia mano se lleven acabo, pues siempre podrá encontrar condiciones históricas para su desarrollo, o más bien para su estallido, porque por más que creamos que nuestro orden social es cada vez más civilizado, a la hora de garantizar los derechos que asisten a las personas acusadas de cometer delitos, la venganza siempre quiere hablar, más aún cuando el daño es tan grande y el dolor tan insoportable. Lógicamente también es posible domeñar la pulsión de

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