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La Época De La Revolución De Los Precios-FEUDALISMO TARDÍO Y CAPITALISMO MERCANTIL

Majo20147 de Febrero de 2014

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SÍNTESIS CONCEPTUAL

En la segunda mitad del Siglo XV, se dio lugar a una nueva fase secular de crecimiento, luego de la persistente crisis en la baja Edad Media, que fue económica y social. La población aumentó, la agricultura y manufacturas se expandieron, los mercados se extendieron penetrando plenamente en el mundo ultramar. Tanto el volumen del comercio como del dinero circulante aumentaron, al mismo tiempo que subieron los precios, sobre todo de los alimentos de primera necesidad.

Crecimiento de la población.

Los síntomas de la reanimación, pos crisis, comenzaron a detectarse en Europa con un principal indicio: el aumento demográfico.

Ya a partir de mediados del siglo XV, la población creció paulatinamente, equilibrando las pérdidas que habían sufrido los pueblos europeos por las pestes padecidas en el siglo XIV y principios del siglo XV. Sin embargo, su ritmo se redujo en el transcurso del siglo XVI, marcando una notable divergencia en las tasas de crecimiento poblacional en Europa del sur (región con menor crecimiento) y Europa del norte y noroeste (mayor crecimiento).Es un dato que el eje económico europeo estaba comenzando a cambiar y marcaba que la primera región perdió peso con respecto a la segunda como región dominante económica.

Las sociedades europeas ya fijaban - desde la alta Edad Media-mecanismos sociales de control para impedir que se produjeran tensiones entre el número de la población y los recursos agrícolas. Estos mecanismos eran manejados por los gobernantes y las comunidades, siendo los más destacables:

1-el condicionamiento del matrimonio a la existencia de una fuente de ingresos completa (explotación campesina o taller artesanal);

2-el celibato forzoso del sector de la población que no contaba con la fuente de ingresos completa(sirvientas, siervos,etc).

Las consecuencias de esto fue una edad de casamiento alta, al igual que la proporción de solteros que había. Así, en la Europa preindustrial, la fertilidad era manejada por la edad alta de matrimonio y la frecuencia con que estos se realizaban. El control de nacimientos dentro del matrimonio no tenía demasiada relevancia.

Estos controles comenzaron a aflojarse en el siglo XV, debido a la cantidad de tierras disponibles para cultivar. La edad de casamientos bajó, lo que indicaba que las nuevas familias podían tener una fuente de ingresos completa y, por ende, la tasa de natalidad aumentó. El cambio de la situación económica general y la mejora del abastecimiento de la población favorecieron el crecimiento poblacional. El vínculo entre ciclo de cosechas y mortalidad se debilitó, la mortalidad autónoma (biológica) también se redujo pero la esperanza de vida seguía siendo corta –no pasaba los 25 años en algunas regiones y en otras los 43 años- y la mortalidad infantil seguía siendo alta (a pesar de la disminución luego de la crisis y la peste).

Hacia la segunda mitad del siglo XVI, desde la crisis del hambre en la década de los setenta, la población volvió a decrecer, al igual que las posibilidades alimenticias. Se produce una gran separación entre población y recursos, el margen de posibilidades alimenticias se había estrechado. Ante la nueva situación económica, se recurre otra vez al mecanismo social de control de elevar la edad de casamiento, medida que no logra adaptarse a tiempo. El equilibrio debió darse de la mano de las epidemias, el hambre y la guerra.

La expansión de la agricultura.

Las características que la producción agropecuaria había adquirido tras la crisis del siglo XIV- y que pusieron fin al período de desarrollo de la alta Edad Media- se determinaban por dos factores: un proceso de ampliación de la superficie cultivada y un proceso de intensificación. Por un lado, las tierras de cereales (campos de labranza) que quedaron vacías se transformaron en praderas y campos de pastoreo limitando la economía cerealera en beneficio de la ganadería. Por otro lado, se desarrolla un cultivo intensivo tales como viñedos, frutales y plantas comerciales. Estos procesos tenían una causa común: la disminución de la población a fines de la Edad Media que puso límites a la producción alimentaria de demanda inelástica e impulsó la producción de bienes alimenticios de demanda elástica (no depende del número poblacional).

En el siglo XVI ante el crecimiento demográfico, se invirtió más en el primer proceso y menos en el segundo. La presión del aumento de población exigía una mayor producción de alimentos y esto sólo era posible si se volvía al cultivo de cereales, que necesitaba menos terreno.

Fue necesario abrir a la explotación y roturar nuevas tierras, recuperar praderas, campos y aldeas abandonadas. Ante esto, los reglamentos forestales trataron de contener el acoso a bosques y montes. Sin embargo, fueron ganados también terrenos de pantanos y de mar.

Visto en su conjunto, el proceso de expansión agraria fue extensivo. Las superficies de cultivo se extendieron y no tuvo lugar una intensificación de la producción. Sólo alrededor de ciudades aisladas o de conjuntos de ciudades se pudo quebrantar este modelo básico, como por ejemplo en el norte de Italia, Países Bajos e Inglaterra donde reinaban condiciones favorables para la comercialización de la agricultura.

La organización de la producción también asumía cambios y comenzó a desarrollarse en formas divergentes en Europa Occidental y en Europa Oriental. El Elba se convirtió en una de las más importantes líneas divisorias socioeconómicas de Europa. Los extremos más marcados fueron:

a- Inglaterra: se desarrolló una agricultura comercial con incipientes relaciones capitalistas;

b- Polonia y el oriente de los territorios alemanes (Europa centro-oriental y Europa oriental): se realizó la expansión sobre la refeudalización agrícola (reforzamiento de la servidumbre feudal).

En Inglaterra, se transformaron los campos de labranza en tierras de pasturas para grandes rebaños de ovejas, cuya lana llegó a ser el principal abastecimiento de las manufacturas del continente. Etapa que llegó a su fin paulatinamente en la primera mitad del siglo XVI debido a la presión del aumento demográfico que demandaba tierra, rebelándose contra la cría de ovejas por ocupar grandes extensiones de terrenos. La adaptación de la economía agraria inglesa a la nueva tendencia de la población se desarrolló en una relación estrecha de complementación recíproca. No se podía volver a una pura agricultura cerealera, había que conciliar la alimentación de los hombres con la alimentación de los animales. Esta necesidad reforzó el sistema de explotación agropecuaria rotativa: las tierras de labranza eran transformadas periódicamente en praderas de pastoreo, para convertirlas luego en tierras de cultivos. La roturación periódica y el estiércol de animales beneficiaron la calidad de las tierras.

Este sistema agropecuario rotativo solo era efectivo y posible en campos aislados o cercados. Era necesario concentrar y unificar las pequeñas parcelas para aumentar su eficiencia económica. Esta transformación del mundo rural impactó fuertemente en la estructura de social de la aldea, cuya organización estaba basada en campos abiertos y trabajo comunitario. Con vallados y cercas visibles, quedaban eliminados los derechos que tenían los demás habitantes de la aldea sobre las tierras de labranza y de las dulas. Se manifiesta el triunfo del “individualismo agrario” (Marc Bloch) sobre el “colectivismo”, antiguo sistema económico de la aldea.

El aumento de la población elevó los precios y hubo una creciente demanda no tanto de cereales y-en menor medida- de carne, sino una fuerte demanda de lana por parte de la industria textil inglesa, lo que forzó la comercialización de la agricultura inglesa convirtiéndose en el precursor del capitalismo del campo. Los promotores de los cercamientos (enclosures) fueron principalmente grandes terratenientes que- ante la revolución de los precios por el aumento de la población/demanda- exigieron precios de arrendamientos más altos en las tierras cercadas. De este modo, y a pesar de que se debía respetar los derechos proporcionales de posesión, para los campesinos la suerte fue dispar. Algunos aprovecharon la situación y se convirtieron en arrendatarios, incluso arrendatarios ricos. Pero la mayor parte, ante la pérdida de tierras, se transformaron en trabajadores asalariados. De esta manera, las leyes de mercado comenzaban a modificar la sociedad agraria.

En el continente-a excepción de los Países Bajos-, se manifestaron con más intensidad las tensiones que introdujo el aumento de población en el sector agrario. La vuelta al cultivo de cereales y la comercialización agraria adoptaron formas extremas, combinando nuevos y viejos elementos, donde se plasmó también la refeudalización.

En Francia, la ganadería y los cultivos intensivos perdieron terreno: se limitó el pastoreo y los campos de cereales se extendieron donde había viñedos. En el sur francés, se difundió el sistema de aparcería: el terrateniente entregaba tierras a un campesino, le adelantaba las semillas, el costo de las herramientas de labranza y lo necesario para la manutención de la familia. Todo esto, a cambio de la mitad de la producción en bruto. Era un sistema que combinaba elementos nuevos (capitalistas) como el arrendamiento con antiguos vínculos sociales al estilo de una relación feudal. Se impulsó una importante expropiación de los campesinos, iniciativa que partió de la nobleza rural pero que fue acompañada por una burguesía con fuerte posición. Se apropiaban de sus tierras y volvían

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