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Lenguaje Arquitectonico Y Urbano


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2014  •  3.176 Palabras (13 Páginas)  •  245 Visitas

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Lenguaje arquitectónico y urbano en las ciudades latinoamericanas, Juan Carlos Pérgolis

Publicado den revista AREA Buenos Aires, 1998

Lenguaje urbano y lenguaje arquitectónico en las ciudades latinoamericanas

Juan Carlos Pérgolis Universidad Nacional de Colombia Urban languaje and architectonic languaje in the latinoamerican cities Palabras clave: lenguaje, semiótica, ciudad, continua, discontinua, fragmentada, dicotomías, significado, significante, práctica significante, simulación. Resumen: Tres modelos urbanísticos a través de los que se construyó la ciudad latinoamericana permiten ver la relación entre morfología urbana y tipología arquitectónica: la ciudad continua, discontinua y fragmentada. En esta última, la ciudad actual, se rompe la coherencia entre morfología y tipología; las nuevas intervenciones urbanas: conjuntos de vivienda, centros comerciales, etc. por su escala se aproximan al concepto de intervención urbana, pero su proceso de diseño y su imagen corresponden a la arquitectura. El exterior urbano desaparece y reaparece, simulado, en el interior arquitectónico; en esta ciudad, interesa más el sentido que el significado ya que el primero es inherente a los acontecimientos y el segundo a las formas. Esto lleva a una revisión de algunos conceptos tradicionales y a la aproximación a una semiótica del deseo.

Santa Fe de Bogotá, octubre 1997

Ciudad y arquitectura, como aspectos del espacio construido, expresan la dualidad entre lo social y lo individual, esa oposición que está presente en todo lenguaje como sistema de signos voluntariamente organizado (Saussure 1915 [1982 p.62, 191 y sig.]).

La ciudad como espacio de la comunidad es la referencia a la parte social del lenguaje; la arquitectura, que desde esta óptica se nos presenta como el resultado de actos expresivos individuales, mediatiza la ciudad y aproxima la relación a la confrontación lengua-habla, propia del lenguaje (Barthes 1985 [1993 p.21]) . Por este motivo, la capacidad comunicante de la arquitectura resulta de un código que le es propio, pero que está sometido, a su vez, a otro código de orden superior, dado por la ciudad.

Esta misma dicotomía, vista desde la teoría de la comunicación, muestra a la ciudad como un sistema de signos definido por su uso social continuado y a la arquitectura como mensaje (Eco 1967 p. 187 y sig.). Desde este punto de vista se intenta mirar la relación entre algunos tipos arquitectónicos que sufrieron transformaciones muy lentas en el tiempo y la forma de la ciudad con la cual se los identifica, a partir de los tres principales modelos urbanos que la construyeron.

La ciudad continua, característica del largo período entre la Colonia y los primeros años del Movimiento Moderno en arquitectura.

La ciudad discontinua, propia de la urbanística moderna, en muchos casos aún vigente.

La ciudad fragmentada, actual tendencia en las mayores estructuras urbanas, cuyo continuo avance crea un nuevo lenguaje espacial consecuente y coherente con los cambios en el modo de vida y en las tipologías arquitectónicas. La continuidad de las estructuras urbanísticas y arquitectónicas fue desde las fundaciones hasta mediados del siglo XX- el principal rasgo de identidad de las ciudades, basadas en el significado de uso del espacio público que se conforma en la secuencia articulada de calles y plazas como soporte de una cuadrícula geométrica. Sobre esta retícula, la arquitectura modeló la imagen a través de las construcciones pegadas unas a otras, sin discontinuidades ni interrupciones en las grandes estructuras continuas que conforman las cuadras.

En la homogeneidad de esa cuadrícula y en la coherencia de la arquitectura que la acompañó hasta inicios de la urbanística moderna, se dio una correcta relación entre morfología urbana y tipología arquitectónica, basada esta última en las casas de patio, con sus fachadas continuas sobre las cuadras y abiertas al interior de la manzana por medio de los patios y los solares, cuya reunión definía el “corazón de la manzana”.

La urbanística moderna cortó y reorganizó este tejido continuo en partes pretendidamente coherentes entre sí y con la totalidad, estableciendo áreas especializadas para vivienda, industria, comercio, administración, etc. Esta zonificación funcional que se aplicó como medida ordenadora del crecimiento de las ciudades, no permitió que las estructuras tradicionales se fragmentaran naturalmente al alcanzar determinadas dimensiones, permitiendo ver que la ciudad se asemeja más a una red tensional entre fragmentos arbitrarios, que a un sistema de partes especializadas que tratan de explicar una totalidad.

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Este modelo urbanístico se expresó, a nivel de la morfología de la ciudad, en las llamadas supermanzanas, de dimensiones mucho mayores que las manzanas tradicionales. En el interior de éstas se ubicaron según precisas composiciones geométricas- las nuevas identidades tipológicas de la arquitectura: los bloques sueltos o edificios exentos, solos o en grupos, que integraron sectores especializados de vivienda u otra actividad.

El origen de este proceso está relacionado con los postulados de la psicología fenomenológica de la percepción, propuestos por la Escuela de Graz con los estudios sobre los procesos de significación como resultado de la descomposición del todo en partes y la organización autónoma de las percepciones, cada una de las cuales constituiría una estructura formal isomórfica (Arnheim 1954 [1993 p.17 y sig.]).

La urbanística moderna se basó en las dicotomías ciudad-campo y centro-periferia para reorganizar, a través de imágenes muy diferenciadas en los sectores especializados, las tradicionales relaciones de vecindad de la ciudad continua. Se conformaron aglomerados extensos y centralizados, dependientes de la movilidad y de las vías de circulación: la imagen funcional de la ciudad moderna, que está siendo modificada por los nuevos tipos de vecindades consecuentes con la pertenencia de los ciudadanos a diferentes redes de comunicación e informática. Este nuevo modelo, basado en redes, fomenta la baja densidad poblacional en áreas muy extensas y la ruptura del asentamiento, tanto en sus sectores continuos y consolidados como en las periferias discontinuas (Dematteis.1989 p.39)

De esta manera, se conforman fragmentos funcionalmente arbitrarios, de límites imprecisos, con sus habitantes incorporados a distintas redes y con una imagen que no configura una identidad urbana específica. Por ese motivo, también el sentido de ciudadanía o pertenencia a la ciudad,

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