Muerte Prehispanica
TabetApuntes25 de Mayo de 2017
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MUERTE PREHISPANICA
La muerte en los pueblos prehispánicos es considerada como el inicio de un nuevo ciclo de vida, de aquí que los sacrificios humanos eran la mejor ofrenda para los dioses. Los antiguos mexicanos creían que el hombre estaba compuesto de un cuerpo y una alma, y al morir irían a vivir a otro lugar. Por tal motivo el culto a los muertos en nuestras culturas originarias mexicanas, se manifestaba mediante la celebración de la Vida en el más allá. El universo de los dioses: Los pueblos prehispánicos concebían el universo en tres niveles: el celeste, el terrestre y el inframundo. El celeste estaba formando por trece escaños. El nivel terrestre tenía un centro fundamental expresado a través del templo principal, centro en donde habitaba el dios viejo o del fuego llamado Huehuetéotl-iuhtecuhtli y de donde partían los cuatro rumbos del universo: el oriente, lugar por donde sale el sol, identificado por el color rojo y el glifo "caña", regido por el dios Xipe-Tópec; era la parte masculina del universo. El poniente , de color blanco y con el glifo "casa", regido por Quetzalcóatl; era la región de las mujeres conocida como Cihuatlampa. El norte, de color amarillo o negro, cuyo glifo era el "cuchillo de sacrificio", estaba regido por el Tezcatlipoca negro; era la región del frío y de los muertos. El sur, el que correspondían el color azul y el glifo "conejo", regido por Tlalóc (Huitzilopochtli en la versión mexica), lugar del sacrificio conocido como Huitztlampa; era la región relacionada con lo húmedo. El inframundo formado por nueve escalones. Cada rumbo se identificaba con un árbol y en el centro había uno, cuyas raíces se hundían en el inframundo y su tronco se elevaba llegando su ramaje hasta el nivel celeste. El vértice sagrado: En sentido vertical, el universo se componía por el nivel celeste y el inframundo. El primero estaba formado por trece cielos, los iniciales relacionados con astros como la Luna, las estrellas, el Sol, Venus, los cometas, o lugar de giro, y los dos siguientes con colores. Sigue el lugar de las tempestades, del noveno en adelante, eran cielos que habitaban las deidades siendo el último el Omeyocan o lugar de la dualidad. Al inframundo iban quienes morían de muerte natural. Había que pasar por ocho lugares llenos de peligros para llegar, finalmente, al Mictlán, el noveno y más profundo de ellos. Para llegar a este punto se debìa atravesar un río, dos cerros que chocan entre sí, la culebra que guarda el camino, el lugar de la lagartija verde, pasar por ocho páramos, atravesar ocho collados, el lugar del viento frío de navajas, cruzar un río y llegar al Mictlán, donde habitaban Mictlantecuhtli.
El ritual y las ofrendas: El ritual fue fundamental para los pueblos prehispánicos. En ocasiones era la representación de un mito o estaba relacionado con festividades y ceremonias. Desde el nacimiento hasta la muerte, a lo largo del año o para celebrar un acontecimiento, el ritual era parte esencial de las ceremonias por medio del cual el hombre rendía culto a los dioses. Los templos, las grandes plazas, la casa, todos ellos eran espacios de mayor o menor sacralidad en los que el hombre expresaba, a través del ritual, su vínculo con lo sagrado. El autosacrificio se celebraba en la intimidad, como un acto personal de comunicación con los dioses, cuya costumbre era generalizada entre toda la población. Se llevaba a cabo perforándose ciertas partes del cuerpo con puntas de maguey o punzones de hueso, que eran encajados ya ensangrentados en unas bolas de heno llamadas zacatapayoli y todo lo cual quizá era guardado en las cajas ceremoniales llamadas tepetlacalli, para ofrenda a los dioses. El sacrificio humano se celebraba con una piedra de sacrificios, un cuchillo de pedernal y un recipiente para ofrendar los corazones, llamado cuauhxicalli. Revestía gran importancia ya que era la manera de que la muerte siguiera la vida, tal como ocurría en la naturaleza, en la que a lo largo del año había una temporada de secas donde las plantas morían, y una temporada de vida, en que la lluvia hacía renacer los frutos de la tierra, como parte de un ciclo constante. De esta manera el hombre ofrendaba lo más preciado, la sangre y la vida misma, para que a través de la muerte surgiera la vida. El concepto de dualidad, tan importante en el mundo prehispánico, proviene de esta realidad presente en la naturaleza. ¿Culto a la muerte?, más bien culto a la vida ... a través de la muerte. La dualidad vida-muerte se expresaba mediante un rostro con la mitad viva y la otra descarnada, o por medio de dos cabezas. El calendario y el culto a los dioses a los largo del año eran otra manera de expresar esa dualidad, donde quedaban plasmadas las necesidades más apremiantes del hombre antiguo: la agricultura como la vida y la guerra como expresión de la muerte misma. Los dioses de la muerte: La agricultura y la guerra fueron dos aspectos fundamentales sobre los que se asentaba la economía de los pueblos prehispánicos.En el caso de la guerra, los dioses mismos luchaban entre sí para crear al hombre y proporcionarle el alimento básico. La guerra entre los hombres se daba con el fin de obtener un tributo que se imponía al pueblo conquistado. Existía entre los mexicas y otros pueblos del Altiplano la "guerra florida" para tomar prisioneros para el sacrificio.
Recordemos que a los guerreros muertos en combate o sacrificio se les deparaba acompañar al Sol desde el amanecer hasta el mediodía. Las mujeres muertas en parto acompañaban al Sol desde el mediodía hasta el atardecer. Por eso el oriente era la parte masculina del universo y el poniente la femenina. La guerra fue el medio por el cual se alimentaba el Sol para que no detuviera su andar. Algunos poemas nos hablan de ello: "Ya se sienten felices los príncipes, con florida muerte a filo de obsidiana, con la muerte en la guerra". En contraposición con los dioses de la vida tenemos a los de la muerte. Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl eran la dualidad que se encontraba en el Mictlán, el noveno y más profundo de los niveles del inframundo. Se les muestra descarnados y en ocasiones ricamente adornados. Para llegar el inframundo el individuo tenía que ser devorado por Tlaltecuhtli, Señor de la tierra, que con sus grandes fauces comía la carne de los muertos; a partir de ese momento, continuaba su camino lleno de peligros para llegar, finalmente, al Mictlán. Muchos son los animales e insectos asociados a los dioses de la muerte. Desde el perrito que ayudaba a cruzar el río hasta el murciélago, animal que vive en cuevas y que sale en las noches. La cueva era lugar de vida y de muerte; de ella podían nacer pueblos pero era también la entrada al inframundo, de allí su asociación con la muerte.El cielo de los dioses Ometecuhtli y Omecíhuatl, era la región presidida siempre por Mictlantechuhtli y Mictecacíhuatl, dioses gobernantes del Mictlán, lugar de los muertos. Y así como celebramos un acontecimiento familiar o social, con música, manjares y colorido, en la muerte estas tradiciones continúan y los vivos recuerdan a sus difuntos de igual forma con fiestas y alimentos. Nuestros ancestros concebían a la muerte tan solo como un salto dimensional a otra región, de vida y características placenteras.
¿Cómo se hace una ofrenda en Oaxaca?
Oaxaca se llenó de altares. Los Altares están llenos de flores y de frutas. Las calles olían a chocolate caliente y quesillo. Había niños, globos, y sobre todas las cosas, un gran mundo de color. Una ofrenda para regresar lo que se ha ido. Un altar en el que poner lo que ya no está para que vuelva lo que se fue. Pueden volver las personas, pero también esta.
Ofrenda quiere que regresen las cosas que ya no son como eran, las actitudes y valores perdidos, el mundo al alcance de todos. Una Ofrenda que frente a lo sucedido después de la Torre de Babel encuentre vías para el respeto y el entendimiento, una Ofrenda que devuelva la tierra y las condiciones de vida digna a los pueblos indígenas, una Ofrenda que permita el libre tránsito de las personas por el planeta tierra que es nuestro y de todos, una Ofrenda contra el miedo.
Una Ofrenda que nos acerque en nuestras relaciones y nos ayude a vernos en nosotros y en los demás, a nosotros y a los demás, una Ofrenda que de voz a los sin voz.
Una Ofrenda que nos recuerde que los niños no deben vivir en la calle y que ninguna persona es mejor que otra, da igual el color de su piel, sexo o el lugar del que venga.
Una Ofrenda que nos recuerde que todavía somos seres humanos hechos de huesos, vísceras y piel. Una Ofrenda que nos recuerde que somos algo más que un número y aunque se empeñe quién se empeñe en demostrar lo contrario, no tenemos precio.
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HISTORIA DE LA DANZA DE LOS MUERTOS.
En la tradición del Baile de Diablos se pueden diferenciar tres épocas. En un primer período, desde principio del siglo XV hasta el fin de la invasión francesa el año 1814, el baile fue inducido fundamente con un cariz eclesiástico, ya fuesen procesiones, díadas o festivales de Corpus, y también por aspectos políticos o estatales. Una segunda fase abarcaría desde finales de la guerra del francés hasta mediados del siglo XX. En este segundo momento, los bailes de diablos amplían sus salidas a acontecimientos civiles como fiestas mayores y carnaval, a pesar de que continúan asistiendo los actos político-religiosos que les dieron origen. Durante este período hay antecedente de la aparición de nuevos grupos o cuadrillas de diablos como: en 1850 en Tarrasa, en 1861 en Riudoms, en 1865 en Hostafrancs y en 1869 en Porrera. Con el curso del tiempo algunas de estas cuadrillas se dispersaron para siempre y otras han reaparecido después de más de un siglo de eclipse des de la su formación. Durante los años que siguen y hasta las primeres recuperaciones que culminan hacia 1978, debe hablarse de dos momentos: En un primer momento que iría de los años veinte hasta la Guerra Civil, la tradición del baile de diablos se conservó por inercia y poco a poco fue decayendo. Al acabar la guerra, y a pesar de los antagonismos, ya fuesen personales, políticos o religiosos, se inicia una reposición del baile dentro de la recuperación global de las fiestas a finales de los setenta. El tercer período se inicia en la década de los años ochenta y coincide con la época de reivindicación y recuperación de las antiguas fiestas populares, a lo ancho de Cataluña. El ánimo en la búsqueda y la estudio de las tradiciones popular, favorecida por las administraciones locales, fomenta la creación de nuevos grupos dinamizadores, dando a la fiesta publica de calle un protagonismo cultural y social casi perdido hasta el momento. La organización del "correfuego" para la Fiesta Mayor de la Mercè en Barcelona, lleva al pasacalles de la ciudad numerosos grupos tradicionales de diablos. Para una parte del publico, fue un récord complaciente y entrañable; para muchos otros fue un acontecimiento nuevo, fantástico e ilusionante. En conjunto, un suceso suficientemente incitador y motivador para forjar nuevos grupos. Por otra parte, la iniciativa de una histórica cuadrilla del baile de diablos, la de L'Arboç del Penedés, constituyó el primer Encuentro de Diablos de Cataluña, para San Juan de 1981, fue otro motivo que contribuyó a fomentar nuevas cuadrillas. En este ya último período, que se puede considerar una época pletórica para el baile de diablos, aparecen a lo ancho de Cataluña un número muy importante de nuevas cuadrillas de diablos y otros elementos de fuego con una clara inspiración en los modelos históricos. Hoy día no es nada extraño que en una misma localidad hayan más de una cuadrilla de diablos, dragones y otro bestiario. En referencia a las características de los grupos de Baile de Diablos, hay dos variantes con una configuración y una dinámica bien diferenciadas: Por un lado hay un modelo con estructura teatral. Es el caso del baile de diablos con parlamentos, característico del Penedés, Garraf y el Campo de Tarragona, en que hay una personificación dramática representando la rivalidad del bien y del mal con unos personajes bien definidos como Lucifer, la Diablesa, el Arcángel San Miguel y otros diablos que sólo recitan arengas críticas y versos satíricos de los advenimientos sociales y políticos contemporáneos de la localidad. Por otra parte, hay el baile de diablos sin parlamentos como es el caso del Baix Camp y el Priorato. Los caracteriza la ausencia por completo de una representación de baile hablado, así como también de un número estable y concreto de sus componentes. Su ámbito preferente es el de las celebraciones cívicas, alguna procesión religiosa o també en los solemnes traslados de algunas vírgenes, como la de la Misericordia de Reus o bien la Virgen de la Riera de las Borges del Camp.
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