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Obra De Justo Sierra


Enviado por   •  30 de Noviembre de 2014  •  3.002 Palabras (13 Páginas)  •  460 Visitas

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La figura de Justo Sierra deviene paradigmática, pues constituye uno de los principales pilares sobre los que se ha erigido la filosofía de la educación nacional mexicana. Su vida y su obra así lo atestiguan, pues constituyen arsenales de ideas que han servido de bandera no sólo para sus contemporáneos[1], sino para las generaciones futuras.

No existe una investigación específica sistematizada en este sentido, sin embargo, hay trabajos valiosos que han servido de base a la presente investigación[2]. En nuestro medio cultural y académico, tampoco resulta un tópico sobre el cual se haya escrito mucho; de ahí la importancia científico-social y su pertinencia sociocultural. Este criterio es resultado de largos años de investigación, por parte de la autora, de este y otros temas y experiencias afines, entre los que se encuentran la participación en numerosos eventos nacionales e internacionales, en algunos de los cuales se han publicado los trabajos presentados.

Para el desarrollo de la investigación se requirió del análisis de variadas fuentes: bibliográficas, publicísticas, y documentales, en orden de importancia. De las fuentes bibliográficas se obtuvo la mayor información, las cuales fueron consultadas en los fondos de las colecciones de libros de la biblioteca Central de la Universidad Autónoma de Nuevo León, de la Universidad Valle de México y de otras instituciones del país. La fuente bibliográfica fundamental la constituyó la obra del catedrático del Colegio de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México Josu Landa. Su libro “La idea de Universidad de Justo Sierra”, nos condujo a la consulta de otros autores, como Enrique José Varona, Agustín Yáñez, Gabriel Ferrer, Antonio Caso, Gloria Villegas, Leopoldo Zea, Pablo Guadarrama, Daysi Rivero e Iliana Rojas, entre otros.

Entre las fuentes publicísticas destacamos las Revistas mexicanas Azul y

Moderna, que han divulgado problemas sociales fundamentales relacionados con la problemática de la educación nacional, así como el periódico católico “La Voz de México”. Se consultaron documentos legales y constitucionales contemporáneos con Justo Sierra, que regularon la problemática educativa desde sus diferentes contextos de actuación.

Como se puede observar en la bibliografía del trabajo, numerosos fueron los autores y las obras consultadas que aportaron en mayor o menor medida información válida para nuestra investigación, pero sólo hemos querido destacar las que consideremos más importantes.

Resulta difícil reflejar en una primera aproximación toda la riqueza que encierra un tema de esta naturaleza, ya que como se dijo anteriormente muchas de sus aristas y facetas aún están por investigarse; no obstante, en los últimos años los problemas vinculados al pensamiento de Justo Sierra atraen, cada vez más, la atención de filósofos, historiadores, pedagogos, juristas, literatos, etcétera.

Los antecedentes de este tema rebasan los marcos de este siglo y su concepción, en mayor o menor medida, ha respondido siempre al logro de ciudadanos acordes con los principios éticos que rigieron cada etapa de desarrollo histórico de la sociedad mexicana, ya que la investigación en torno al pensamiento de Justo Sierra[3] constituye acción necesaria e impostergable.

La actividad política de Justo Sierra fue intensa y diversificada durante el régimen de Porfirio Díaz. Llegó a ser historiador, maestro, periodista, tribuno, filósofo y poeta. Abogado desde 1871, había ocupado cargos importantes en el poder judicial, incluso el de Ministro de la Suprema Corte. Interesado en la educación colaboró con Joaquín Baranda y Justino Fernández, ambos ministros del entonces Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, del primero de 1882 a 1901, y el segundo de 1901 a 1904, profesó la filosofía positivista hasta por lo menos 1910. Propició la fundación del Ateneo[4] de la Juventud a principios del siglo XX, proclamó el papel de la ciencia como factor de bienestar de pueblo. Justo Sierra tenía desde sus inicios como funcionario porfiriano la idea de la autonomía en la administración de la educación pública[5].

Lo primero que hay que advertir, a la hora de abordar la figura de Justo Sierra Méndez, es el lamentable olvido en que la sociedad contemporánea ha correspondido a su amplio y valioso legado en el terreno de los estudios filosóficos, históricos y del desarrollo educativo y cultural del país. Fuera de algunos círculos de filósofos e historiadores, el eminente pensador, escritor, historiador, político y pedagogo campechano es un gran desconocido, pese a que se trata de una de las principales figuras de nuestro pasado cultural. Así que no será impertinente tratar de contrarrestar esa ingratitud mostrando sin vacilaciones la valía de los esfuerzos desplegados por Sierra, en aras de la comprensión de la realidad social de México, así como de su trascendencia en el terreno educativo.

Un juicio sobre la persona y las actuaciones de Justo Sierra, como sobre las de cualquier otra personalidad de su talla—exige tener presentes múltiples factores de contexto. No se puede reducir la multiplicidad y riqueza de sus facetas al simple hecho innegable de que fue uno de los principales integrantes de gobierno presidido por Porfirio Díaz. Un mínimo esfuerzo por comprender al eminente campechano permite descubrir que su adhesión al dictador obedecía a razones ideológicas que, en su tiempo –al menos hasta que empiezan a hacerse ostensibles los signos de descomposición y el oprobio en que descansa el régimen porfirista -, se consideraban progresistas.

La fe en la ciencia, la educación, el progreso material y moral de la humanidad, etcétera, era compartida a su modo, por las teorías sociales más importantes del siglo XIX entre ellas las socialistas—incluso la marxista--, el positivismo y el evolucionismo social. De acuerdo con tales teorías un personaje como el militar liberal oaxaqueño actuaba impulsado por determinaciones históricas ineludibles. En los tiempos de Sierra, los grupos ilustrados estaban convencidos de la existencia de leyes necesarias de la historia de las que ciertas personalidades destacadas, como Díaz solo podían ser instrumentos.

No era un crimen que un hombre de la sensibilidad, perspicacia, formación intelectual y voluntad modernizadora de Sierra viera incluso en ciertas actitudes antidemocráticas de Díaz un mal necesario y menor, de cara al propósito trascendente de elevar a México a la categoría de los países modernos y poderosos de su tiempo. Además, es un hecho comprobado que cuando el dogmatismo positivista se convirtió en un

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