Opinion Del Tratado De Los Delitos Y Ded Las Penas

TRATADO DE LOS DELITOS Y DE LAS PENAS RESÚMEN    La multitud no adopta principios estables de conducta sino con motivos que inmediatamente hieran en los sentidos, “motivos sensibles” que fuesen bastantes a al hombre cuando quiere sumergir las leyes de la sociedad en un caos. Sólo las leyes pueden decretarlas penas de los delitos. Todo miembro particular se haya ligado a la sociedad y también con cada uno de los por medio de un contrato que de su naturaleza obliga a las dos partes. Cuando se probase la atrocidad de las penas, serían éstas contrarias al bien público y a la naturaleza del contrato público. Más fuertes deben ser los motivos que retraigan al hombre de los delitos a medida que son contrarios al bien público y a los estímulos que inducen a cometerlo. La verdadera medida de los delitos es el daño hecho a la sociedad y no la intención del que los comete. Algunos delitos destruyen inmediatamente la sociedad o quien la representa; otros ofenden la particular seguridad de alguno o algunos ciudadanos, en la vida, los bienes o el honor y oros son acciones contrarias a lo que cada uno está obligado a hacer  no hacer, según las leyes del respeto público. El fin de las penas es impedir al reo causar nuevos daños a sus ciudadanos y retraer a los demás de la comisión de otros iguales. Tanto más justa y útil sea la pena cuanto más pronta, fuerte y más vecina sea al delito cometido. La prontitud de la pen aes más útil porque cuanto es menos la distancia del tiempo que pasa entre la pena y el delito, más fuerte y durable es en el ánimo la asociación de éstas dos ideas, una como causa y la otra como efecto consiguiente y necesario. No es la crueldad de las penas uno de los más grandes frenos de los delitos, sino la infalibilidad de ellas, y por consiguiente, la vigilancia de los magistrados y la severidad del juez, que para ser virtud útil, debe ser acompañada de una legislación suave. La certidumbre del castigo, aunque moderado, hará siempre mayor impresión que otro más terrible. De la crueldad de las penas se derivan dos consecuencias funestas: la primera, que no es fácil guardar la proporción esencial entre el delito y la pena; la segunda es que la impunidad misma nace de la atrocidad de los castigos. Esto lleva a considerar si es la pena de muerte verdaderamente útil y justa en un gobierno bien organizado .La pena de muerte por el ejemplo que da a los hombres de atrocidad, parece un absurdo que las leyes, esto es, la expresión de la voluntad púbica, que detestan y castigan el homicidio, lo cometan ellas mismas. No es lo intenso de la pena lo que hace efecto sobre el ánimo de los hombres, sino su extensión; porque a nuestra sensibilidad mueven con más facilidad y permanencia las continuas, aunque pequeñas impresiones, que una u otra pasajera y poco durable, aunque fuerte. La prisión es una pena que por necesidad debe, a diferencia de las demás, preceder a la declaración del delito; pero éste

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