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Paradigmas de la conquista: historia, historiografía y política


Enviado por   •  22 de Octubre de 2019  •  Informes  •  2.132 Palabras (9 Páginas)  •  483 Visitas

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INSTITUTO SUPERIOR DE FORMACIÓN DOCENTE

“Dr. Miguel Puiggari”

Profesorado de Educación Secundaria en Historia

Informe: “Paradigmas de la conquista: historia, historiografía y política”.

Trabajo Práctico Final - Presentado en cumplimiento parcial de los requisitos para la asignatura Procesos Sociales, Políticos, Económicos y Culturales Americanos I

Profesora: Schenfeld, María Julieta

Por

Álvarez, Belén

Arregui, Ramiro

Duarte, Darío

Godoy, Tamara

Rickert, Flavia

Tuchel, Dalila

Waigel, Juan Pablo

18 de septiembre de 2019

1492 y su simbolismo histórico

La celebración de un suceso histórico trae frecuentemente aparejadas discusiones acaloradas (Stern, 1992. p.10). El evento de la Conquista de América no escapa a esta afirmación. El año 1492, según Stern, presenta un gran simbolismo que trasciende las fronteras temporales y espaciales, no sólo para los que provenían de ambos mundos en esa época como para los que le sucedieron, llegando hasta nuestros días. Asimismo, tanto para la historia como para la historiografía existe un dilema: por un lado, están quienes consideran que el arribo de los europeos a América trajo consigo la civilización, la modernización y el progreso al nuevo continente; por otra parte, se encuentran quienes relacionan esa llegada con un suceso amargo e intenso, padecido sobre todo por los pueblos originarios de este nuevo mundo (Stern, 1992. p.12). Para aquellos hombres que vivieron los tiempos de la Conquista, ésta trajo consigo muchos significados, y el querer descifrarlos hoy, sin tener en cuenta los sucesos políticos acaecidos, sería tan poco realista como indeseable (Stern, 1992. p.13), ya que los historiadores del siglo XX se han nutrido mayormente de estos aspectos a la hora de dar una respuesta a las preguntas que surgen de la Conquista. Por lo tanto, extirpar la política del análisis historiográfico significaría obviar las prioridades y preocupaciones de aquellos que fueron parte del suceso de la Conquista.

La llegada a América trajo consigo muchos significados tanto para colonizadores como para los colonizados, atestiguados por diversos “paradigmas de conquista” ligados con intereses individuales y colectivos, e inseparables de las cuestiones políticas. Respecto de los conquistadores, estos paradigmas no eran más que utopías en Europa pero que se hicieron accesibles al llegar al “nuevo mundo”, y en cuanto a los nativos americanos, éstos también contaban con sus paradigmas, muchas veces reflejados en intereses económicos, sociales y de carácter religioso. Es menester detectar una notable influencia recíproca en relación con los aspectos anteriormente mencionados, entre europeos y americanos.

Así pues, realizaremos un análisis de estos postulados, también llamados paradigmas, teniendo en cuenta las diversas problemáticas inherentes al proceso de acontecimientos desencadenados en 1492.

Como hemos mencionado, durante la época de la conquista, aquellos hombres que vivieron dichos sucesos, tanto europeos como americanos, fueron portadores de diversos paradigmas o utopías. Pero antes de continuar con el tema que nos ocupa, nos vemos obligados a buscar una definición y distinción entre ambos términos anteriormente mencionados.

De acuerdo al diccionario, paradigma hace referencia a un modelo o ejemplo que se toma como parámetro. Es equiparable al concepto de pensamiento de grupo o su equivalente, mentalidad (R.A.E.; 2000). Por otra parte, el término utopía hace referencia a un plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización, o que aparecen como irrealizables en el momento de su formulación. Otra acepción para utopía se refiere a un lugar que no existe o también una representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano (R.A.E., 2000).

Ahora bien, luego de esta aproximación a los conceptos, estamos en condiciones de dar una definición que combine ambos términos y que sea más acorde para el análisis del tema que nos atiene. Por lo tanto, diremos que, al relacionar paradigma con utopía, estaríamos hablando de un esquema o parámetro de pensamiento, un modelo mental que responde a ciertos deseos, expectativas o anhelos. En este sentido, y guiándonos por la problemática surgida en los acontecimientos de 1492, concluimos que el autor se refiere a modelos mentales que implican deseos o expectativas, y que a partir de conductas y actitudes analizadas de los distintos participantes de la conquista, éste los divide en tres postulados a su vez relacionados y al mismo tiempo compitiendo entre sí. El autor llamará a estos postulados, utopías del conquistador, entre los que mencionaremos la utopía de riqueza, la de preeminencia social y la de conversión cristiana (Stern, 1992). A continuación, las describiremos brevemente, enfocándonos a su vez en el modo particular en que fueron manifestándose, tanto en la manera de pensar como en la de actuar de europeos y amerindios. Asimismo, veremos las interrelaciones que se dieron entre los tres postulados, estando continua e inseparablemente atravesados por controversias e intrigas políticas (Stern, 1992. p.16).

En primer lugar, uno de los paradigmas más evidentes y arraigados en el espíritu de los conquistadores fue el deseo de riquezas. Stern cita a Felipe Huamán Poma de Ayala, quien relata el encuentro entre un español y un indígena. Este último le pregunta al español qué es lo que comían, a lo que el europeo le responde: “oro y plata” (1992, p.14). En el mundo de la Conquista, el ansia de riquezas fue el motor que inició el proceso de saqueo y explotación de nativos y recursos naturales por parte de los españoles, continuando con el establecimiento de empresas comerciales con fines de exportar e importar productos, materia prima y mano de obra, y en muchas ocasiones el cobro de tributos al indígena. No obstante, el deseo de riqueza no provenía solamente de los recién llegados a América, sino que esta utopía asaltó también la mente de los indígenas. En consecuencia, los europeos, además de competir entre ellos, se vieron obligados a competir con aquellos (Stern, 1992. p.22), que en el papel de trabajadores o empresarios realizaban prácticas laborales y poseían empresas independientes donde, por ejemplo,  explotaban yacimientos, comerciaban con metales que, pese a reiterados intentos de organización por parte de los españoles (virrey Francisco de Toledo) no pudieron imponerse a esta competencia vista también en otros aspectos a parte del económico y que se extiende incluso a las labores de comercialización.

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