Planificacion Historia
paty198222 de Abril de 2014
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PLANIFICACIÓN ACTIVIDAD N° 31
Ciclo: NB6
Nivel: Octavo año Básico.
Unidad 6: La Revolución Industrial, sus proyecciones económicas, sociales y geográficas.
Objetivos de la clase:
• Identifica las principales causas y factores que propiciaron la revolución Industrial.
• Conoce los principales cambios sociales producidos por la Revolución Industrial.
Aprendizajes esperados:
• Reconoce los principales rasgos de la Revolución Industrial y sus consecuencias económicas y sociales.
• Caracteriza apoyándose en diversas fuentes, proyecciones de la Revolución
Industrial en la sociedad actual.
Contenidos:
• Reconocimiento de los antecedentes de la Revolución Industrial: las revoluciones demográfica, agrícola y tecnológica del siglo XVIII. Caracterización de la revolución industrial y sus consecuencias: mecanización de los procesos productivos, disciplinamiento laboral y producción a gran escala; consolidación de las burguesías, surgimiento del proletariado y nuevos conflictos entre las clases sociales; las transformaciones urbanas y el surgimiento de la cuestión social; la contaminación ambiental. Identificación de proyecciones de la Revolución Industrial en la sociedad contemporánea: calentamiento global, desigualdad en el desarrollo, desarrollo científico y tecnológico.
Actividades metodológicas: Inicio:
• Te invitamos a prestar atención a la siguiente clase expositiva.
• Anota en tu cuaderno las ideas más importantes expresadas por tu profesor.
Desarrollo:
• Resuelve los ejercicios planteados en la guía de trabajo.
• Complementa la información de esta guía de estudio con la lectura de textos alusión al tema en cuestión, para ello solicita la orientación de tu profesor.
• Trabaja en forma individual.
Cierre:
• Escribe las principales conclusiones en tu cuaderno.
Tiempo: 8 horas pedagógicas
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EL ESTADO MODERNO, ABSOLUTISMO Y REVOLUCIÓN
Ciclo: NB6
Nivel: Octavo año Básico.
Unidad 6: La Revolución Industrial, sus proyecciones económicas, sociales y geográficas.
LEE CON ATENCION.
Los Cambios Sociales
EL CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO.
Aunque la industrialización va a producir enormes transformaciones en la sociedad británica como el crecimiento de la llamada clase
burguesa, o el éxodo rural producto de la
revolución agraria, sin embargo quizá los dos fenómenos sociales más dignos de estudio sean el espectacular crecimiento demográfico y el nacimiento de una nueva y masiva clase trabajadora formada por los obreros de las nuevas industrias.
La industrialización va a provocar un crecimiento de la población sin precedentes en la historia de la
humanidad conocido como la Revolución
Demográfica. Los cambios en la industria, la agricultura y los transportes produjeron un aumento espectacular de la riqueza (que se traduce fundamentalmente en una mejor alimentación) que se reflejó en un crecimiento notable de la población
que servirá para multiplicar los habitantes de Europa en muy pocos años e incluso para poblar con emigrantes otros continentes.
La disminución de algunas de las más temibles epidemias que habían azotado Europa
durante siglos, ciertas mejoras sanitarias e higiénicas (como el descubrimiento de la primera vacuna por el doctor Edward Jenner en 1796 que protegía contra la viruela) y, sobre todo, una mejor alimentación con el fin de las crisis de subsistencia, están entre las causas de ese crecimiento demográfico. Este aumento de la población fuerte y sostenido explica el enorme crecimiento de las ciudades británicas a lo largo de los siglos XVIII y XIX.
LAS CONDICIONES DE VIDA DE LOS OBREROS
Precisamente en algunas de estas ciudades el crecimiento rápido, desordenado y sin criterios surgirán enormes suburbios superpoblados, sucios y conflictivos donde las epidemias de tifus o cólera se convierten en algo habitual. Estos suburbios surgían muchas veces en torno a una fábrica: estaban formados por los barracones donde vivían los operarios de esa fábrica.
Sin entrar en el conocido debate de si la industrialización mejoró o empeoró las condiciones de vida de los trabajadores, si que puede intentarse describir las situación en
la que vivían estos obreros, que puede calificarse en general como muy mala, así como
sus condiciones laborales habría que describirlas como espantosas: fábricas sucias, húmedas, oscuras, poco ventiladas y ruidosas (condiciones causadas por la presencia en
ellas de las máquinas de vapor y por la nula preocupación de los patrones por las
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condiciones laborales de sus empleados). En estas fábricas poco sanas y peligrosas era habitual que sus obreros pasasen de doce a catorce horas diarias, trabajándose incluso sábados en jornada completa, y domingos hasta mediodía. La concentración de obreros en las fábricas es la que hace posible que estos trabajadores tomen conciencia de su situación y vean que mediante acciones colectivas podrían tratar de mejorar sus condiciones de vida. El factory system se encuentra por tanto en el origen del movimiento obrero.
La industrialización impulsó también el trabajo
de mujeres y niños de muy corta edad, pues si antes en muchos oficios la fuerza del trabajador era un factor clave, ahora la fuerza la realizan las máquinas. Los empresarios fomentaron el trabajo infantil y femenino porque mujeres y niños recibían salarios dos y tres veces inferiores a los de los hombres. Los niños fueron empleados en la industria textil, en las minas, en la industria siderúrgica: durante el siglo XVIII no hubo normas que regulasen el empleo infantil. Para hacerse una idea de las dimensiones alcanzadas por esta explotación basta con citar la existencia de una ley del parlamento británico que en 1833 (The Factory Act, 1833) dejaba la jornada laboral de los niños de nueve a trece años en "sólo" nueve horas diarias, y de trece a dieciocho años el trabajo estaba fijado en diez horas y media (la jornada duraba para ellos doce horas, pero con
hora y media reservada para las comidas). Todavía en 1.891, una ley que pretendía luchar contra abusos en la explotación infantil se limitó a elevar la edad mínima de
trabajo de los diez a los once años.
De hecho, apenas se detectan preocupaciones sociales durante la segunda mitad del siglo XVIII pues estas condiciones se aceptan como normales. Ya en el siglo XIX
investigaciones parlamentarias, protestas sindicales o conocidos relatos como los de
Dickens en Tiempos Difíciles, pusieron de manifiesto la dureza de la vida de los obreros industriales.
PROTESTAS OBRERAS.
Aunque desde los inicios de la industrialización se registra una notable oposición de los obreros artesanos a la introducción de máquinas, las primeras formas de protesta obrera se detectan en Gran Bretaña en la segunda década del siglo XIX cuando surge el conocido Movimiento Ludita (o Ludismo), nombre que deriva de un personaje real o inventado, un obrero, Ned Ludd, cabecilla de este movimiento de protesta que se canalizaba hacia la destrucción de la maquinaria, y que pronto se extenderá por varios condados de Inglaterra donde la industria textil se había convertido en la principal manufactura. Las Guerras Napoleónicas de años posteriores hicieron saltar en varias ocasiones nuevas protestas luditas.
El llamado Movimiento Cartista supone una versión más organizada del Movimiento
Obrero y que se desarrolla entre 1837 y mediados del siglo XIX. Debe su nombre a la denominada Carta del Pueblo, documento que llegó a conseguir la firma de cientos de
miles de obreros y que era una petición elevada al Parlamento en la que se pedía el
Sufragio Universal, el voto secreto, la igualdad en el valor de los votos... En definitiva,
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revelaba el deseo de democratización del sistema político británico: el movimiento obrero desea participar en el juego político y desde ahí mediante la presentación de leyes en el Parlamento, mejorar las condiciones de vidas de los obreros industriales. Desde mediados de siglo el movimiento irá perdiendo fuerza progresivamente, aunque paradójicamente, en años posteriores, el Parlamento Británico adoptará la mayor parte de las peticiones recogidas en la Carta del Pueblo.
Hay que recordar que la legislación
británica (leyes aprobadas en 1.799 y 1800) prohibía de una forma terminante la formación de asociaciones obreras, pues se consideraba que estas asociaciones chocaban con el espíritu del liberalismo económico: debía ser el mercado quien fijase los salarios y no la presión de los sindicatos.
Pero a pesar de estos obstáculos legales surgieron diversas formas de asociacionismo obrero sostenidas por las cuotas que pagaban los trabajadores y que pretendían, ante todo,
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