SEGUNDA MITAD DEL S.XVIII EN CORRIENTES
cecilia152Apuntes31 de Mayo de 2017
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SEGUNDA MITAD DEL S.XVIII EN CORRIENTES (MANTILLA, M. F. Crónica histórica…. T. 1. Pp. 308 y sgtes.)
La vida política continúa condicionada. El mal gobierno y la opresión habían continuado sus desbordes en la ciudad y en la campaña durante la guerra guaranítica.
Por ausencia del lugarteniente, correspondía legalmente el gobierno al Alcalde de primer voto, y como el de entonces no pertenecía a Patrón, y hubiese dado otro rumbo a las cosas, el mal gobernante atropelló la ley nombrando de su cuenta lugarteniente interino a José de acosta, pariente y hechura de él. Además, entendido con tras capitulares y y prevalido de la muerte de Bernardo de Casajús y de la vacancia de dos puestos en el ayuntamiento –lo que dejaba en minoría la oposición-, excluyó de las funciones capitulares al regidor perpetuo Sebastián de Casajús, so pretexto de que dificultaba las deliberaciones del Cabildo con discusiones y resistencias. El desarrollo continúa luego del cuadro, manteniendo texto y autor
El contenido de este cuadro, es integral y responde a varios asuntos que hacen a la realidad correntina en la segunda mitad del S. XVIII, por lo mismo es complemento del texto que se viene desarrollando
LABOUGLE, Raúl. Historia de San Juan de Vera……Pp. 202 y sigtes.
….. Cevallos nombró Teniente de Gobernador, Justicia Mayor y Capitán a (sic) Guerra a don Bernardo López de Luján, correntino, de linaje de conquistadores. Tuvo este caballero como fiadores, entre otros, a don Ziprián de Lagraña y don José Bonifacio Barrenechea, de donde se puede colegir estuvo estrechamente ligado al grupo de vecinos que simpatizaban con la Compañía de Jesús.
Funcionario diligente, a él se debe la Primera Descripción completa de la Ciudad de Corrientes y su distrito, que hizo cumpliendo órdenes de don Pedro de Cevallos, de fecha 31 de agosto de 1759. No sólo redactó su informe, sino que, previamente, visitó los pueblos comprometidos dentro de aquél, para lo cual salió de la ciudad el 29 de noviembre. Su trabajo, claro y prolijo, fue publicado en el T. III de la Revista de la Biblioteca Pública de Buenos Aires.
López de Luján ocupóse de inmediato de tan importante asunto. Completada con datos sacados de relatos de viajeros y de documentos coetáneos, se puede tener idea del estado de Corrientes en aquella época.
Extendíase la jurisdicción de la ciudad sesenta leguas, tierra adentro, hacia el Este Sudeste, hasta las estancias de los pueblos de las Misiones Guaraníes; y por el Sur, setenta leguas hasta el río corriente, que la dividía de la de Santa Fe. Por el Norte y el Oeste, el río Paraná le servía de límite y defensa contra las tribus indias, excepto la Reducción de abipones de San Fernando en el Chaco.
Tres caminos reales salían de la Ciudad:
- Uno para Santa fe, costeando el Paraná hacia el Sur, hasta la Bajada (actual Ciudad de Paraná)
- Otro, para las Misiones, derecho al Este, pasando por Caá Catí;
- El tercero, costeando el Paraná hasta Itatí, donde se cruzaba el río en bote o en pelota de cuero, y, transitando por las Misiones de guaraníes situadas al Norte y Occidente del Paraná, llevaba a la Asunción.
Tenía Corrientes como Patronos a San Juan Bautista, cuya fiesta se celebraba el 24 de junio y era el principal; además, a Nuestra Señora de Mercedes, el 24 de septiembre; a San Sebastián, el 20 de enero; y a San Roque, el 19 de agosto.
El régimen político era el mismo de las demás ciudades españolas de América: un teniente de Gobernador, Justicia Mayor y Capitán a Guerra, designado por el gobernador de Buenos Aires, que tenía funciones políticas y administrativas, judiciales y militares. Presidía el Cabildo, compuesto éste de dos Alcaldes Ordinarios –de primero y segundo voto-, el Alférez Real, custodio del pendón de la ciudad; el Alguacil Mayor, el Fiel Ejecutor, dos Regidores; el Procurador General, que sólo tenía asiento en el Cabildo, y los funcionarios de la Santa Hermandad, con jurisdicciones extramuros de la ciudad, que era el Alcalde Mayor Provincial, con asiento y voz en el Cabildo, y dos alcaldes, que teníaan únicamente asiento en el Cabildo.
Estos alcaldes de la Santa Hermandad se ocupaban, además de sus funciones específicas, del mantenimiento de escuelas en la campaña, habiéndose señalado por su celo en fundarlas, cuando desempeñó dicho cargo, en los años 1753 y 1754, don Francisco Xavier de Solís. Los referidos oficios se renovaban anualmente.
El régimen militar era el siguiente: jefe de las fuerzas el Lugarteniente de Gobernador, como Capitán a Guerra, y abanderado, el Alférez Real. Seguíanles un Sargento Mayor, un comandante de las armas y un ayudante General, siendo los dos primeros de éstos superiores a todos los sargentos mayores y demás cabos y oficiales subalternos de las partidas. Tenían dichos jefes a su cargo montar las guardias y ordenar las rondas y contrarrondas. Había cuatro compañías llamadas “del número” y una de Naturales; las del Número estaban formadas de la gente de la ciudad y pagos comarcanos, montando las guardias por semanas, el día domingo por la tarde, y de ella se destacaban, por tiempo que variaba según las circunstancias, veinte hombres para guarecer el Fuerte de San Juan, situado seis leguas al sur de la ciudad, sobre la costa del Paraná, y otros veinte hombres, para la defensa de Santa Lucía de los Astos. No percibían estos milicianos sueldo ni ninguna clase de retribución, manteniendo a su costo los caballos y las armas, pero se lees proveía de municiones cuando eran conducidos a guerrear contra los indios. Había otras cuatro compañías, llamadas escuadras, compuesta de los Sargentos mayores, capitanes y oficiales reformados, que no estaban obligados al servicio de rondas. Todas estas tropas eran, en 1760, de caballería ligera y sumaban un mil cien hombres. La Compañía de Naturales, formada de negros y mulatos libres, y de indios, contaba ochenta y siete soldados. Al que había sido teniente de Gobernador se le daba siempre como título de cortesía, el de General.
Tenía Corrientes una sola Iglesia Parroquial, cuyo titular era San Pedro, perteneciente al Obispado de Buenos Aires, y en la que asistían dos curas, clérigos presbíteros, y el vicario para los españoles, y otro, para los naturales. Percibía el vicario, anualmente, cuatrocientos pesos plata de diezmos y obenciones, y eel segundo, que no tenía diezmos, cien pesos plata de las obenciones.
La Iglesia Matriz se había derrumbado muchas veces desde 1588, por lo precario de su construcción, acudiendo siempre a su reparo, generosamente, los principales vecinos. En 1757, su estado era casi ruinoso, apuntalados sus muros por tirantes de lapacho, a fin de que no ocurriese alguna desgracia. El vicario, Dr. don Antonio de la Trinidad Martínez de Ibarra, que era al propio tiempo su Mayordomo, resolvió reedificar la Iglesia, empleando esta vez buen material para que no sucediese lo mismo en el futuro.
Como eran cortas las rentas eclesiásticas, echó mano de sus propios haberes y puso obraje de tejas en los montes de palmares de su estancia, consiguiendo allegar la cantidad de 5.704 tejas, cuyo valor se calculó en 1.140 pesos, a razón de 20 pesos el ciento. Del libro de cuentas que el mencionado sacerdote llevaba en su carácter de Mayordomo, se desprende cuánto tiempo y dinero se gastaron en la construcción del templo, oficiales y obreros que trabajaron, sus salarios, etcétera. El ejemplo del Vicario, que agregó a las anteriores, doscientas doce tijeras de palma, tasadas a un peso cada una, y un mil cuatrocientas tacuaras gruesas, que se cortaron en el monte llamado “de los Galarzas” y se pusieron en la Iglesia, a su costa, determinaron al vecindario a contribuir voluntariamente en la benemérita obra, con su trabajo y sus donaciones de dinero, que alcanzaron a esta altura de la misma, a setecientos pesos.
En 1758 se colocaron postes de urundai y se taparon las goteras existentes con tejas de palma. En 1759, se pusieron puertas nuevas, con sus cerraduras y fue menester componer otra vez las goteras. En 1760, se empezó la reedificación, obra de la que se encargó el Maestro Onore de Esquivel, mediante el pago de 600 pesos. El arreglo del retablo mayor fue hecho por el oficial José Cordero, que lo desarmó y volvió a armar, percibiendo por su labor 400 pesos. Al maestro albañil que levantó las paredes y puso el primer revoque, y uno segundo de blanqueo, en el que empleó sesenta pesos de yeso, se le pagaron 400 pesos.[1]
Concluidas las paredes (En 1722 se colocó el piso de ladrillo, pues hasta entonces era de tierra) no se hizo el techo hasta el año 1766. En el año 1774, con gran regocijo del vicario y los vecinos, estaba completamente terminada la reedificación. Emprendióse entonces hacer la torre y de ello se encargó también el maestro Esquivel, que la construyó en seis meses, de madera, percibiendo como retribución 600 pesos. En 1778 se enladrilló el corredor de la Iglesia[2].
Había en la ciudad dos conventos, de Franciscanos y de Mercedarios, fundados a principios del siglo XVII. El edificio de San Francisco era el mejor, cubierto de tejas y de construcción más sólida. Titular de su iglesia era San Francisco de Paula (sic). El número de frailes alcanzaba a diez en 1760, pero en 1764 estaba reducido a cinco. Se mantenía de las limosnas de los fieles y de lo que producía una chacra situada a seis leguas de la ciudad, proveyendo para su servicio diecinueve esclavos de ambos sexos. En cuanto al de Mercedarios, tenía como titular de su iglesia a San Pedro Pascual de Valencia, y lo formaban doce religiosos en 1760, y sólo seis en 1764. Se mantenía a su vez de limosnas de los fieles y de lo que producían dos estancias, una en Caá Catí y otra en el empedrado, y de las rentas de seis capellanías, cinco de ellas en Corrientes y una constituida en Buenos Aires. Servían a los Mercedarios cincuenta y ocho esclavos, hombres y mujeres.
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