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Separacion De La Iglesia Y El Estado

alejandrageronhd14 de Enero de 2012

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Separación del estado y de la iglesia*

(Para el quinto año)

Leopoldo Kiel**

M: -Hemos hablado ya otras veces de la libertad de conciencia, y hoy vamos a tratar un poco del Gobierno y de la religión. Ya saben ustedes que la enseñanza es laica, es decir, que en las escuelas oficiales no se enseña ninguna religión, con el objeto de que ni el maestro pretenda imponer su propia religión a los niños que profesan otra distinta, ni se vea obligado a enseñar a otra que no sea la suya. Sabiendo esto, ¿qué sucedería si el Gobierno reconociera como suya una religión determinada y quisiera que todos los mexicanos aceptaran a fuerza esa misma religión?

A: -Que los que no creyeran en esa religión serían perseguidos.

A: -O que algunos tal vez dirían que profesaban esa religión, aunque no la aceptaran de veras.

M: -En una palabra, eso daría lugar a frecuentes disgustos entre gobernantes y gobernados. Si el gobernador fuere protestante, por ejemplo, trataría de perjudicar a los católicos, a los judíos, a todos los demás que no siguieran aquella religión, y viceversa.

Hubo un tiempo en que México no se permitía que cada uno tributara culto a Dios como quisiera y en que se perseguía y se castigaba terriblemente a todos los que no eran católicos. Bastaba la sospecha de que un individuo no creía en la religión católica para que fuese sometido a los más bárbaros tormentos, y si la sospecha era confirmada de algún modo, no solo se le aplicaban esos tormentos, sino que se le enviaba a la hoguera. ¿Creen ustedes justos tan terribles procedimientos? ¿Se puede obligar justamente a un hombre a que crea en lo que no puede o no quiere creer?... ¿Qué será, pues, necesario para evitar esos inconvenientes?

A: -Que el gobierno no reconozca ninguna religión oficial.

M: -Efectivamente. Sólo de este modo el Gobierno puede respetar las conciencias y cuidar a la vez de que los hombres respeten mutuamente sus creencias y su modo de pensar. Nadie, ni el Gobierno ni la Iglesia pueden obligar a los hombres a que crean lo que no pueden creer. ¿Será, pues, conveniente que estén unidos la Iglesia y el Estado?

A: -No, señor.

M: -¿Por qué?

A: -Porque el clero había de querer que el Gobierno aceptara la religión de aquél.

M: -Sí, y ya acabamos de ver que eso tendría muchos inconvenientes. ¿Cómo conviene que existan, pues, la Iglesia y el Estado?

A: -El Estado y la Iglesia deben ser independientes entre sí.

M: -Muy bien, y así sucede realmente en México; el Estado y la Iglesia son independientes entre sí (escríbase en la pizarra) conforme a un artículo de nuestras leyes. Y según esto, ¿se podrán dictar leyes estableciendo o prohibiendo algún a religión?

A: -No, señor, desde el momento en que el Estado y la Iglesia son independientes.

M: -Tiene usted razón; si se expidieran esas leyes se violaría la libertad de conciencia. Escribiremos esto en el pizarrón: No podrán dictarse leyes estableciendo ni prohibiendo religión alguna. Ahora bien, ¿querrá esto decir que el Estado no ejercerá ninguna autoridad sobre la Iglesia?

A: -Yo creo que no, señor, puesto que la Iglesia es libre.

M: -De modo que tendrá libertad, por ejemplo, para alterar el orden público.

A: -No, señor, porque ya hemos dicho que la libertad tiene por limite el respeto a la vida privada, a la moral, a la paz pública.

M: -¿Recuerdan ustedes el artículos 6° de la Constitución? ¿Cómo dice?

A: -La manifestación de los ideas no puede ser objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque la moral, los derechos de tercero, provoque algún

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