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Behind my walls lives a monster

Alexandria KraussApuntes30 de Octubre de 2017

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Behind my walls lives a monster

“Al matar, unos asesinos se sienten fuera de sí mismos, otros sienten que tienen gran poder y control, algunos experimentan sádico placer y hay quienes muestran fría indiferencia. Entretanto, tras asesinar, unos sufren culpa y pesar, afirman sentir que se matan a sí mismos; en tanto otros  afirman que sentían ‘paz mental’ después de asesinar…”

BERLÍN, ALEMANIA 21 SEPTIEMBRE DE 2007

Humboldt-Institut 14:30 hrs

Thomas Schäfer.

—Marceline ¿a dónde vas? Recuerda que tenemos trabajos pendientes por entregar Grito Eva, una de mis compañeras de clase en el instituto, al verme arreglar mis cosas a  toda prisa, ese día tenía pensado pasarla con Thom, un chico que hacia un par de años conocía.

—Lo siento, tengo cosas por atender. Juro me pondré al corriente con ustedes luego  Le dedique una amplia sonrisa, Eva supo de inmediato a que me refería, pues en la escuela ella la único en la que confiaba y en la que descargaba mis enojos cada que me topaba con la rusa, la chica pelirroja que desde que nos conocimos no hacíamos  otra cosa más que reñir.

—¿Vas a ver a Schäfer, cierto?  Inquirió con travesura en sus palabras, Eva era la única que sabía de mi relación con Thomas, aunque la verdad jamás le conté la verdad, ella solo sabía que “andaba” con un chico mucho mayor que yo, sonreí sin poder evitarlo ante sus comentarios, mientras acomodaba mis últimas cosas.

—Si ya lo sabes, ¿para qué cojones preguntas? Te hablo a la noche tonta—  Tome mi mochila y salí a toda prisa del salón de clases, deseaba llegar a toda prisa hasta el estudio donde me encontraría con él, de nuevo tendría una lección de cómo tatuar, sin que nadie más lo supiera se había vuelto mi tutor en algunas cosas entre ellas el saber tatuar, mejorar mi técnica de dibujo y saber controlar algunas de mis habilidades.

Aquel día en particular el viento soplaba bastante fuerte, tan helado que sentías como tus huesos se congelaban, odiaba llevar el uniforme escolar,  solo hacía que me diera más frío del necesario, salí del Instituto a grandes zancadas llevando en mi camino a un par de estudiantes tirándolos al suelo, la verdad no me importaban los demás solo deseaba llegar a lo de él.

Una vez fuera del alcance de la escuela comencé a correr, el estudio de Thomas estaba a tan solo unas calles de ahí, la emoción por llegar se hacía cada vez más grande que mi corazón se aceleraba cada tanto, por fin luego de correr por las calles y esquivando las miradas de curiosos, llegue hasta un viejo edificio de tres plantas, era de los pocos edificios que se mantenían de pie luego de años de haber pasado la segunda guerra, observe con cuidado el lugar, mirando a todos lados de no toparme con alguien conocido, tome aire profundamente, sujete con ambas manos mi mochila y me adentré al lugar. Thomas vivía en el tercer piso, lo único que odiaba eran la estúpida escalinata, sus escalones eran demasiado pequeños y estaba jodidamente inclinada, dando la sensación de que en algún momento caerías. Luego de casi cien escalones llegue hasta su hogar, puerta número 16, algo vieja y bastante raída por el tiempo, fue inevitable no sonreír y que la emoción me invadiera, toque un par de veces y al fondo se dejó escuchar su voz.

—¡Pasa, puerta abierta! —  Usualmente dejaba la puerta abierta cada que yo iba a visitarle, tome el picaporte girándolo un poco hasta oír el “click” de la puerta al abrirse, entre y de inmediato el olor a tabaco inundo mi nariz, cerré la puerta detrás de mí y avente la mochila hacia un lado.

—¿Dónde estás? Tienes esa jodida costumbre de jamás venir a recibirme— Dije entre risas mientras caminaba hacia la pequeña sala de estar y ahí frente a un enorme lienzo estaba él, tan concentrado en su pintura, su típico cigarrillo en los labios, su descuidada barba y miles de manchas de pintura por toda su ropa, no quise interrumpir su trabajo y solo me deje caer en el mullido y viejo sofá.

—Sabes que la puerta siempre está abierta para ti Duhast, discúlpame pero esta pintura me ha tomado tiempo, aunque me alegra que hayas llegado, necesitamos hablar—  El tono de sus palabras me desconcertó un poco, “necesitamos hablar”  había dicho, fruncí un poco el entrecejo, odiaba cuando decía eso, pues solo significaba una cosa.

—¡Oh no! No vamos a empezar con eso de nuevo Thom, sabes que odio hablar de ese tema—  Mis quejas no se dejaron esperar, me cruce de brazos mirándolo fijamente a él, quien había dejado de lado su pintura mientras me veía con suma atención, algo en esa mirada me decía que algo no andaba bien.

Lo observe acercarse hasta mí, en su mirada había algo distinto que no podía descifrar que era, de nuevo tocaría el tema de mis habilidades, de nuevo querría que usara mi Ira, pero por anda del mundo dejaría que ese maldito poder me controlara y me hiciera lastimarlo. Tomo asiento en la pequeña mesa de centro quedando frente a mí, tomo mis manos y se quedó así un par de segundos sin decir nada.

—No, Thomas. No haré eso, la última vez casi te mato y no me perdonaré nunca si te llego a hacer daño, por favor no insistas—  El llevo mis manos hasta sus labios dejando un corto beso en ellas, ¿qué demonios le sucedía? ¿Por qué esta vez actuaba así?  Mi corazón se aceleró de inmediato, sabía que él tenía algo en mente, algo macabro.

—Marceline, más de una vez te lo he dicho, debes aprender a manejar esa Ira que hay en ti, no puedes mantenerla reprimida por mucho tiempo, recuerdo bien la última vez, no continuamos con ellos porque me lo pediste, pero tu mejor que nadie sabe la guerra que hay detrás de nosotros. Woodgate hará lo imposible por acabar con cada uno y tú necesitas aprender a defenderte—  Odiaba tanto sus palabras. Solté mis manos de su agarre colocándome de pie alejándome un par de pasos de él hasta darle la espalda.

—No, no lo haré. No te lastimaré—  Dije en un leve murmullo.

—Marcy, también hay un tiempo para la irá y por favor desde este momento te pido me perdones—  Y luego de esas palabras la luz se apagó.

>>Ira Primitiva: Única lección<<

"Miles de sensaciones te cruzan el cuerpo cuando ves como otro ser vivo sucumbe ante tus manos. Siempre tuve miedo de lastimar a lo que más que quería. Me he vuelto un asco, me convertí en una asesina. Lo confieso ame el control, odie el poder, aborrecí el dolor y ahora detesto la soledad y el vació”

1.- ¿Te hice enojar?

Mi cabeza daba miles de vueltas y un profundo dolor en el estómago me provocaba nauseas, lentamente abrí mis ojos, lleve mis manos hasta mi vientre este también dolía bastante, como pude me coloque de pie , trataba de identificar el lugar donde estaba pero la obscuridad de aquel sitio era tal que no podía saber dónde demonios estaba.

—Has despertado, lamento que esto sea así, Marceline. Esta es tu última lección y nuestra última cita—

La voz de Thom resonó detrás de mí, lo que hizo que mi piel se erizara por completo, el aire escapará de mis pulmones y mis ojos se abrieran por completo, lo conocía, sabía que algo tramaba. No podía moverme gracias al pánico que sentía, Thomas al igual que yo manejaba la Ira Primitiva, él con los años se había vuelto un experto en ella, otro motivo más por él cual se había convertido en algo más que un amigo y además en un peligro para muchos.

—Por favor quiero ir a casa, no juegues más con esto Thomas—  Suplique sintiendo como seguía detrás de mí inmóvil y posiblemente con su acostumbrado cigarrillo en los labios.

—Claro que podrás ira casa Marcy, pero una vez que la lección hay terminado, podrás irte de este lugar—  Se acercó hasta mi quedando a escasos centímetros su cuerpo del mío dejo que el humo de su tabaco rosara mi rostro, para ese momento mis nervios estaban por colapsar.

Sin decirme alguna otra palabra más dejo un beso sobre mi mejilla y se encamino hasta quedar frente a mí, lo observe con detenimiento, en su mirada veía esas intenciones tan fuertes que se había propuesto a llevar a cabo, aun con mis manos sobre mi estómago y casi de manera mecánica retrocedí un par de pasos, el miedo comenzaba a controlarme, sabía lo peligroso que era él, lo había visto y yo por nada del mundo sería un monstruo, por nada sería una asesina.

—Déjame ir, quiero ir a casa ahora— Di un respingo al sentir contra mi espalda la pared, hasta ese instante no me había percatado del todo en el lugar en el que estábamos, parpadeé un par de veces hasta que mis ojos se acostumbraron a la  poca luz de ahí, mi sorpresa fue ver que aun seguíamos en su apartamento, pero la diferencia es que los pocos muebles ya no estaban, ahora era un espacio vacío y solo una mesa a lo lejos adornaba el sitio. Él seguía ahí estático fumando como si nada sucediera, busque entre mis ropas mi móvil pero este no estaba en su sitio, el pánico de nuevo me envolvía. Busque con la mirada la puerta estaba al otro lado de la habitación pero parecía tan distante de mí y tan imposible de alcanzar.

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