COMPRENSION LECTORA
pilar5322 de Noviembre de 2013
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Las gaviotas y el mar
En un acantilado a la orilla del mar tenían su nido unas gaviotas. Estas,
igual que los alcatraces y pelícanos, estaban muy asustadas porque el clima
estaba cambiando y nadie sabía por qué. El frío era más intenso, el calor más
extremo, la lluvia más violenta, igual que el viento. Parecía que las corrientes
marinas estaban cambiando su dirección y no obedecían a nadie.
Unos pelícanos muy parlanchines andaban diciendo que todos esos
cambios eran causados por una “Niña” y un “Niño”, pero nadie comprendía
qué tipos de niños eran, pues nadie los había visto por los alrededores. ¿Acaso
los niños y las niñas ahora se habían vuelto malos? –se preguntaban todas las
aves del puerto.
Cuando llegó el momento de poner los huevos, Pepa le dijo a Pepe:
–Esposo, ahora debemos buscar un lugar más seguro para nuestros hijos.
No me atrevo a poner los huevos en la orilla, porque el mar ahora se enfurece
sin motivo y un día me los puede llevar.
–No tengas miedo –contestó Pepe. El mar, por muy poderoso que sea,
no creo que quiera llevarse nuestros huevos. Ponlos tranquilamente en nuestro
nido y verás cómo no pasa nada.
Pepa, la gaviota, obedeció a Pepe, su marido, y puso allí los huevos. Pero
su dolor no tuvo límites cuando vio que una ola se abalanzó sobre la orilla y
se llevó los huevos a la profundidad del mar que, para colmo, estaba mezclado
con petróleo que un buque había derramado sobre la bahía.
¿Tal vez el mar, enojado por aquel derrame, había reaccionado de ese
modo? Nadie lo sabe. Pero así fue.
El llanto de la gaviota se oyó por toda la orilla e incluso llegó a los botes
de los pescadores, que también estaban tristes porque habían muerto muchos
peces, moluscos, algas, caracoles, lapas y cangrejos.
Pepe, muy amargado, pero lleno de fe, le dijo a su esposa:
–No llores, yo lo arreglaré todo.
Pepe se limpió y se peinó sus plumas con mucho cuidado y luego se elevó
hasta las nubes, donde habitaba el Rey de los Pájaros, al que le contó todo lo
que había pasado. El monarca de las aves se interesó por la desgracia de su
súbdito y prometió que le ayudaría. Entonces, se vistió elegantemente, se puso
la capa de armiño y la corona de oro y se fue a ver al Dios de la creación, al
que expuso el caso de las gaviotas Pepe y Pepa.
Dios, al verlo, sonrió amablemente y en seguida ordenó al océano que
devolviera los huevos robados; además, le dijo que advirtiera a todos que las
aguas estaban contaminadas y se alejaran hasta que pasara el peligro.
El océano, aunque de mala gana, se vio obligado a obedecer al Todopoderoso:
devolvió los huevos y cumplió la orden salvando a muchos indefensos
animales.
Al cabo de algunos días, de los huevos salieron unas hermosas gaviotitas,
que no solo volaban como todas las gaviotas del mundo, sino que también
nadaban como si fueran peces.
...