Don Quijote / Primera Parte
kyetlindemann22 de Abril de 2014
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Prólogo:
Cervantes se dirige en primera persona a un "desocupado lector" y confiesa que no es el "padre" sino el "padrastro" de la obra.
Expresa su preocupación por la falta de erudición en su prólogo, caracerística tan frecuente en los libros de caballerías, sea en forma de sonentos de personas importantes, sentencias de filósofos, epigramas o elogios. Se frustra tanto que le dice a un amigo que está considerando no terminar el libro. Para burlarse de esa pedantesca erudición, su amigo le dice que sabe el truco de esos libros y que no es nada más que inventar sonetos, elogios y frases en latín, y atribuirlos a personajes legendarios.
Este amigo también critica los libros de caballerías y le da este consejo a Cervantes:
"Y, pues, esta vuestra escritura no mira a más que deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías, no hay para qué andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la Divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos, sino procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colgadas, salga vuestra oración y periodo sonoro y festivo [...] llevad la mira puesta a derribar la máquina mal fundada destos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos más; que si estos alcanzásedes, no habríades alcanzado poco".
Al prólogo le siguen los versos preliminares que consisten en su mayoría en sonetos y décimas con versos de cabo roto. No se sabe con certeza si Cervantes escribió estos versos. Por incongruencias entre dichos versos y la novela, algunos críticos creen que amigos de Cervantes los escribieron como elogios preliminares a su obra, una costumbre común en esta época.
Capítulo 1:
"Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo Don Quijote de la Mancha"
La narración comienza con esas famosas palabras: "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antgiua, rocín flaco y galgo corredor".
Presenta a un hidalgo de unos 50 años, soltero y sin hijos, quien se llama Alonso Quijada o Quesada o Quejana. El narrador atribuye esta ambigüedad a otros autores: "que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamba Quejana", pero Cervantes aún no entra en detalle para explicar quiénes son estos otros autores.
El narrador nos cuenta que el hidalgo se obsesionó con los libros de caballerías de tal manera que hasta vendió algunas de sus tierras para comprar aún más libros de este género. Cervantes aprovecha esta parte de la historia para parodiar el lenguaje de los libros de caballería:
". . . ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía: . . .los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza".
Además de Feliciano de Silva, se mencionan otros libros de caballerías y sus protagonistas, como Amadís de Gaula y Palmerín de Inglaterra. Pero por leer tantos libros de caballerías, el hidalgo pierde el juicio y decide hacerse caballero andante "para el aumento de su honra y para el servicio de su república".
Por ende, busca y limpia las armas que eran de su bisabuelo, pero no tiene celada de encaje (pieza de armadura para proteger la cabeza y el rostro), sólo un casco, así que decide agregarle cartón. Cuando prueba su celada mal hecha con la espada, para ver qué tan resistente es, la hace pedazos.
Vuelve a agregar el cartón a la celada, pero esta vez le pone unas barras de hierro y no la vuelve a probar. (De lo contrario, no sólo destruiría en toda probabilidad la celada, sino también la ilusión). A su caballo esquelético le pone un nuevo nombre, Rocinante, y decide llamar a sí mismo, tras ocho días de contemplación, don Quijote. Luego recuerda que Amadís de Gaula no se contentó con llamarse Amadís a secas, por lo que agrega "de la Mancha".
Sólo le falta una dama de quien enamorarse. Elige a Aldonza Lorenzo, una labradora quien vivía cerca, y decide llamarla Dulcinea del Toboso, pero no se entera que ya es la dama de don Quijote ni que tiene otro nombre.
Capítulo 2:
"Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso Don Quijote"
Con todas sus armas, don Quijote se monta en Rocinante y con su lanza y sale al campo sin avisarle a nadie. De repente recuerda que los caballeros noveles deben llevar escudos blancos hasta realizar alguna proeza notable. Decide limpiar sus armas hasta que queden blancas y planea hacerse armar de caballero en la primera oportunidad que se le presente.
Entonces comienza a imaginar lo que escribirán de él y sus famosos hechos en el mismo lenguaje que el de los libros de caballerías: "Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronce, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas para memoria en lo futuro".
Pasa todo el día caminando sin acontecerle nada, cuando por fin llega a una venta, que para este "caballero andante" es un castillo. En la puerta están dos mujeres jóvenes. Al verlo vestido así, se asustan y comienzan a entrar a la venta, pero don Quijote les dice que no huyan y se presenta a ellas como caballero. Las mujeres comienzan a reírse de su forma de hablar. El ventero tampoco sabe qué pensar de él.
Don Quijote se quita el peto y el espaldar, pero no puede quitarse la celada ya que ésta se sostiene con unos cordones verdes, así que pasa toda la noche con la misma puesta, lo cual lo hace ver aún más extraño. Se siente a comer, pero tiene muchas dificultades por no poder quitar la celada y las señoras de la venta lo tienen que ayudar.
Capítulo 3:
"Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero"
Después de la cena, don Quijote va a la caballeriza y se pone de rodillas ante el ventero y le pide que le dé la orden de caballería y permiso para velar sus armas en la capilla. Con la sospecha de que don Quijote ha perdido el juicio, el ventero le sigue el juego y le dice que también tuvo sus propias aventuras de caballero cuando era más joven y que puede velar sus armas en el patio del "castillo", ya que la capilla está en obras.
El ventero le pregunta si trae dinero y don Quijote le responde que no porque nunca leyó en los libros de caballerías que traían dinero. El ventero le explica que era un detalle menor que los autores no mencionaron y le recomienda que además de dinero lleve encima camisas, ungüento para curar heridas y otros víveres necesarios.
Don Quijote pone sus armas sobre la pila en el patio para velarlas durante la noche, pero llega un arriero quien quiere darles agua a sus mulas. Tiene que mover las armas para acceder a la pila, pero a don Quijote le parece una falta de respeto que las toque y afronta al arriero. Éste no le hace caso y como resultado don Quijote le da un golpe en la cabeza con su lanza. Viene otro arriero a la pila por el mismo motivo y don Quijote arremete contra él también. Los compañeros de los arrieros comienzan a tirarle piedras a don Quijote por lo que se enfada aún más.
Para poner fin al conflicto, el ventero le dice a don Quijote que no es necesario velar las armas durante toda la noche y que ya hecho más que suficiente. Luego le hace una pequeña ceremonia para darle la orden de caballería. Don Quijote sale de la venta y el ventero no le cobra el alojamiento.
Capítulo 4:
"De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta"
Feliz por haber recibido la orden de caballería, don Quijote se dirige a su aldea para recoger los víveres que le recomendó el ventero y para reclutar a un labrador vecino para ser su escudero. En el camino, don Quijote escucha voces que vienen del bosque y se imagina que son de personas que necesitan su ayuda. En el bosque halla a un labrador dándole azotes a un joven de unos 15 años que se llama Andrés.
Don Quijote le dice al labrador que es un cobarde por reñir a quien no puede defenderse y el labrador le explica que le está castigando por no cuidar bien a su manada de ovejas y porque el joven dice que le debe dinero. Don Quijote le exige al labrador que le pague a su criado la deuda. El labrador le responde que Andrés tendrá que ir con él a su casa porque no trae el dinero que le debe. Sin embargo, Andrés no quiere ir con su amo porque dice que no es un caballero y que una vez que don Quijote se vaya, volverá a maltratarlo.
Don Quijote le responde a Andrés que igual puede ser un caballero dado que cada uno es hijo de sus obras. Confía en que el labrador le pagará, amenaza con volver si no cumple su promesa y sigue su camino. Tras su partida, el labrador vuelve a atar a Andrés al árbol y le
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