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El Hombre En Busca De Sentido


Enviado por   •  14 de Julio de 2013  •  4.188 Palabras (17 Páginas)  •  364 Visitas

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Introducción

El hombre en busca de sentido es un libro escrito por un psicólogo judío de nombre Victor Frankl, quien nos cuenta sus experiencias personales y las que observo en sus compañeros mientras estuvo recluido, realizando trabajos forzados en un campo de concentración en Auschwitz.

El libro se divide en tres partes las cuales para efectos de este trabajo están sintetizadas.

La primera es el relato del shok que represento primero ser preso, después la incertidumbre de no saber que esperar, como poco a poco fueron perdiendo la apariencia de lo que eran y terminar siendo reducido a un simple número.

La segunda parte, nos relata las emociones y sentimientos que van despertando en el ser humano después de ser despojado de todo y privado de su libertad, como es necesario tener un haber interno que nos provea de fortaleza, actuar con fe, y con ganas de vivir aferrarse a algo amado para salir con bien de las situaciones.

La tercera parte nos habla de la liberación y las emociones posteriores a la misma.

Primera parte: “Un psicólogo en un campo de concentración”

Selección activa y pasiva

El proceso de selección a los “capos” estaba a cargo de la SS y era negativo, eran los más brutales, estos eran los que han andando de campo en campo y en el proceso han perdido cualquier escrúpulo y hacen cualquier trabajo para seguir vivos.

El informe del prisionero n.° 119.104: ensayo psicológico

Este relato habla de las experiencias como prisionero y observación como psicólogo, ya que no trabaje cavando y llevando traviesas para el ferrocarril.

PRIMERA FASE: INTERNAMIENTO EN EL CAMPO

Estación Auschwitz

No sabíamos dónde nos encontrábamos, el tren hizo una maniobra, nos acercábamos a una estación principal. “Auschwitz"

A medida que iba amaneciendo se hacían visibles, la cerca de varias hileras de alambrada espinosa; las torres de observación; los focos y las interminables columnas de harapientas figuras humanas.

El silencio inicial fue interrumpido por voces de mando: eran voces roncas, cortantes.

La primera selección

Creo que todos los que formaban parte de nuestra expedición vivían con la ilusión de que seríamos liberados, nos dijeron que formáramos dos filas, una de mujeres y otra de hombres, y que desfiláramos ante un oficial de las SS. Que había adoptado una actitud de aparente descuido sujetándose el codo derecho con la mano izquierda. Y su dedo que señalaba unas veces a la izquierda y otras a la derecha.

Desinfección

Nos condujeron a la antesala inmediata a los baños. Allí nos agrupamos en torno a un hombre de las SS que dijo: dejaréis en el suelo, junto a vosotros, todas las ropas, a excepción de los zapatos, el cinturón, las gafas y, en todo caso, el braguero.

A continuación nos empujaron a otra habitación para afeitarnos: no se conformaron solamente con rasurar nuestras cabezas, sino que no dejaron ni un solo pelo en nuestros cuerpos. Seguidamente pasamos a las duchas, donde nos volvieron a alinear, con gran alivio, algunos constataban que de las duchas salía agua de verdad...

Nuestra única posesión: la existencia desnuda

Mientras esperábamos a ducharnos, nuestra desnudez se nos hizo patente: nada teníamos ya salvo nuestros cuerpos mondos y lirondos; literalmente hablando, lo único que poseíamos era nuestra existencia desnuda

Las primeras reacciones

Las ilusiones las fuimos perdiendo una a una, supimos que nada teníamos que perder como no fueran nuestras vidas tan ridículamente desnudas. Comenzó a surgir un humor estraño. ¡Después de todo sobre nuestras espaldas caía agua de verdad!...

Y otra sensación se apoderó de nosotros: la curiosidad. Una fría curiosidad era lo que predominaba incluso en Auschwitz, algo que separaba la mente de todo lo que la rodeaba y la obligaba a contemplarlo todo con una especie de objetividad, estábamos ansiosos por saber lo que sucedería y qué consecuencias traería.

Si alguien nos preguntara sobre la verdad de la afirmación de Dostoyevski que asegura terminantemente que el hombre es un ser que puede ser utilizado para cualquier cosa, contestaríamos: "Cierto, para cualquier cosa, pero no nos preguntéis cómo".

¿“Lanzarse contra la alambrada''?

Lo desesperado de la situación, la amenaza de la muerte que día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto se cernía sobre nosotros, la proximidad de la muerte de otros hacía que casi todos, aunque fuera por breve tiempo, abrigasen el pensamiento de suicidarse. Fruto de las convicciones personales, la primera noche que pasé en el campo me hice a mí mismo la promesa de que no "me lanzaría contra la alambrada". Pasados los primeros días, incluso las cámaras de gas perdían todo su horror; al fin y al cabo, ahorraban el acto de suicidarse.

Fue Lessing quien dijo en una ocasión: "Hay cosas que deben haceros perder la razón, o entonces es que no tenéis ninguna razón que perder." Ante una situación anormal, la reacción anormal constituye una conducta normal. La reacción de un hombre tras su internamiento en un campo de concentración representa igualmente un estado de ánimo anormal, pero juzgada objetivamente es normal.

SEGUNDA FASE: LA VIDA EN EL CAMPO

Apatía

El prisionero pasa de la primera a la segunda fase, una fase de apatía relativa en la que llega a una especie de muerte emocional. El prisionero recién llegado experimenta las torturas de otras emociones más dolorosas. La primera de todas era la añoranza. Seguía después la repugnancia que le producía toda la fealdad que le rodeaba.

Al principio, el prisionero volvía la cabeza ante las marchas de castigo de otros grupos; no podía soportar la contemplación de sus compañeros, hundidos en el fango, acompañados de golpes.

El prisionero que se encontraba en la segunda fase de sus reacciones psicológicas no apartaba la vista, sus sentimientos se habían embotado y contemplaba impasible tales escenas. Asco, piedad y horror, compasión eran emociones que nuestro espectador no podía sentir ya.

Lo que hace daño

La apatía, el adormecimiento de las emociones y el sentimiento de que a uno no le importaría ya nunca nada eran los

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