El País De Las Ultimas Cosas

Ensayo “El país de las últimas cosas”

“La ciudad parece estar consumiéndose poco a poco, pero sin descanso, a pesar de que sigue aquí”, es quizá una de las fases que más llamó mi atención luego de leer el libre El país de las últimas cosas, por Paul Auster. No fue por la sutileza de la verdad que envuelve, ni por lo seguro que suena éste veredicto, sino la simplicidad en la percepción del autor al ver la realidad del mundo.

Ésta historia comienza por la narradora Anna Blume, quién después de la pérdida de su hermano William, decide emprender un viaje hacía éste país tan extraño. Su travesía inicia cuando llega a éste país alojándose en un departamento de la avenida principal. Al poco tiempo sin embargo es desalojada del lugar por un grupo de “recolectores” que sin compasión alguna la arrojan a la calle.

No es hasta que Anna encuentra a Isabel que su vida comienza a mejorar. Ésta mujer de avanzada edad esposa de Finn, un obsesionado a los barcos miniatura que a lo largo de la estancia de Anna en su hogar no para de hacerle la vida imposible. Sin embargo, no es su vida la única complicada, a su alrededor viven y conviven personas que piensan todos los días en el suicidio y el homicidio, no por infelicidad, sino porque concluyen que a fin de cuentas esto es lo único feliz que queda en el mundo.

Anna pasa un tiempo en casa de Isabel hasta que ella y su esposo fallecen, es cuando llega a la biblioteca municipal, lugar que al poco tiempo sería considerado su hogar permanente. En él conoce a Jack, un hombre que de primera instancia fue a éste extraño país en busca de William y que al cabo de un tiempo quedó perdido en la biblioteca y no pudo regresar. Después de varias discusiones éstos dos jóvenes se enamoran y, aunque su amor no dura mucho debido a que el edificio es finalmente derrumbado por un incendio, no es sino más adelante cuando Anna se reencuentra con Jack al trabajar en la mansión W.

Pero ¿cómo es que Anna llega a ésta mansión luego del terrible incendio? Luego de vagabundear por las calles como desde un inicio, Anna intenta conseguir un poco de dinero fácil para comprar zapatos nuevos; de ésta manera se encuentra a uno de los inquilinos de la biblioteca quién le ofrece un trato a cambio de darle un par de zapatos nuevos. El trato pues, consistía en ir a una casa cercana donde según el hombre se llevaría a cabo la transacción del dinero por los objetos. Al llegar ahí Anna se da cuenta de que ésta humilde casa no es más que una carnicería de humanos, por lo que desesperada salta por la ventana dejando caer todo el peso de su cuerpo contra el concreto.

Al cabo de unas horas, los enfermeros de la mansión W la encuentran y la llevan a ella. Pero esta mansión tenía más que un soplo espeluznante también un aire angelical que la rodeaba. En ella trabajaban varios sobrevivientes que se encargaban de salir a las calles y “recoger” a quienes, en su desesperado intento por ser felices intentaban suicidarse o matar a los demás.

Es en esta mansión donde Anna pasa los últimos meses de su vida narrada en la carta, trabajando diariamente con gente que rogaba la entrada a éste oasis de agua en el desierto. Y aunque éste trabajo la distraía ciertamente de haber perdido a su esposo, sus quehaceres diarios no consiguen hacerla olvidar lo vivido con Jack.

Es entonces cuando el día menos pensado llega a la Mansión W Jack, con la ropa rasgada y la mirada perdida, el cuerpo flaco y sin habla alguna. Aunque Anna no puede creerlo, es de inmediato cuando llama a sus compañeros para pedirles que lo atiendan inmediatamente. A pesar de que Jack dura por lo menos unos 6 meses para recuperar la capacidad del habla y la capacidad para realizar las tareas de la vida “normal”, Anna nos narra como en ningún momento dejaron de estar enamorados. Incluso al llegar a la masión Jack le explica cómo, incluso sin recordar su propio nombre, nunca olvido el suyo, y fue así como dio a parar en su trabajo.

Al terminar el libro, Anna escribe en su última carta como los trabajadores de la mansión, Jack y ella deciden marcharse del país de las últimas cosas definitivamente; esto no porque no la haga felíz estar ahí sino porque recibe finalmente una carta de William.

Cierto es que nuestra sociedad está constantemente cambiando y también que somos nosotros los promotores de dicho acontecimiento, pero ¿hasta qué punto influirá éste hecho sobre nuestras vidas? El país de las últimas cosas no fue para mí más que el concretar ésta pregunta y generar la incertidumbre de cuál sería mi respuesta.

Sin duda la historia es penetrante en todos sus sentidos; la protagonista Anna Blume en su viaje a la última parte de la tierra cómo hoy la conocemos narra paso a paso su travesía, haciéndome reflexionar sobre qué tanto puede modificarse una sociedad en su estructura, tanto ideológica, política y socialmente para alcanzar la sobrevivencia. Tal vez esto suena sencillo, un simple cambio en la estructura, en el juego de papeles entre los individuos que viven y conviven en un mismo espacio, pero después de leer sus historias esto no es más que un adelanto a lo que hoy en día vivimos. La transformación de la estructura social. Misma que durante mucho permaneció estática y limitada a “aquello que es” y “aquello que debe ser” y, según la historia de Anna ahora se convierte en “aquello que debes hacer, para poder seguir siendo”.

El leer éste libro paralelamente al transcurso de la clase me abrió las puertas de la imaginación y la conciencia; ¿por qué habría entonces de cambiar algo en nuestra sociedad si todo está relativamente bien? A la par que analizábamos las tribus urbanas y la composición de nuestro mundo social el libro profundizaba cada vez más en la falta de cambio significativo, o el excesivo cambio, o la estática que hoy atravesamos.

Sin embargo no fue todo, luego de que Anna pasara de vivir en las calles, a conseguir un hogar “más o menos” decente, presenciar la muerte de los pocos que la rodeaban, casi morir de hambre, enamorarse y perderlo todo, ésta valiente mujer de 20 años que, en un inicio estaba en búsqueda de su hermano, decide permanecer en éste país, el país de las últimas cosas. A pesar de que no entendí con claridad su intención, no fue sino hasta el final del libro que en una carta la mujer explica el por qué, casi tan sutilmente cómo la frase con la que inició este ensayo: el final es sólo imaginario, un destino que te inventas para seguir andado, pero llega un momento dónde debes darte cuenta que nunca llegarás ahí.

Concluyo pues, apoyando su decisión, porque no importa cuánto busques el encuentro de lo que no tienes, algún día te darás cuenta si podrás o no llegar a él y, si para ese día no es demasiado tarde, habrás de aceptar el camino que tomaste para alcanzarlo.

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