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Ensayo sobre el libro “la ceguera” de José Saramago


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2022  •  Tesis  •  2.760 Palabras (12 Páginas)  •  133 Visitas

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Ensayo sobre el libro “Ensayo sobre la ceguera” de José Saramago

Daniela del Pilar Britto Rodriguez

Institución educativa Liceo Departamental
Literatura
Eduard Narvaez


2022

¿Cómo entender e interpretar la metáfora de la ceguera?

“…Por qué nos hemos quedado ciegos, no lo sé. Quizá un día lleguemos a saber la razón, quieres que te diga lo que estoy pensando, Dime, Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que viendo no ven…”

En primer lugar, tenemos la ceguera como forma de ver y analizar el mundo de una forma en que antes no se analizaba. Como ejemplo está la descripción de un cuadro que hace uno de los ciegos cuando está relatando lo último que vio antes de perder la vista. Se trata de un cuadro que parece contener todos los cuadros del mundo y, por ende, todos los estilos europeos de pintura. A medida que el ciego lo va describiendo, los demás ciegos afirman que es un cuadro holandés, español, inglés o italiano. Con ello, podemos advertir que la ceguera les proporciona a los ciegos una forma de ver un cuadro, de analizar cada uno de los elementos presentes en él; es decir, los ciegos llevan a cabo un análisis y una forma de ver el arte que no habían practicado antes, aun siendo videntes. De esta forma, los ciegos, con el relato del cuadro, hacen un recuento de los temas más frecuentes en la historia del arte con el propósito de saber quién es el autor del cuadro:

Había también allí una mujer con un niño en el regazo, Mujeres con niños en el regazo es lo más visto en pintura, Realmente, ya me había dado cuenta […] Y había unos hombres comiendo, Han sido tantos los almuerzos, las meriendas y las cenas en la historia del arte, que por sólo esa indicación no me es posible saber quién comía […] También había una mujer desnuda, de cabellos rubios, dentro de una concha que flotaba en el mar, y muchas flores a su alrededor, Italiano, claro, Y una batalla, Estamos como en el caso de las comidas y de las madres con niños en el regazo, eso no es suficiente para saber quién lo pintó. (Saramago, 2000, p. 152).

Ya se ha mencionado que los ciegos convierten al manicomio en su patria, un país inmundo, cruel y gobernado por la dictadura de los “ciegos malvados”, como son nombrados en la novela. Este grupo de ciegos, de un día para otro, se hacen con el poder y obligan a los demás ciegos a pagar por la comida con las pocas pertenencias de valor que tengan:

Lo dicho, y no hay vuelta atrás, a partir de hoy seremos nosotros quienes nos encarguemos de la comida, están avisados todos, y que no se le ocurra a nadie salir a buscarla, vamos a poner guardias en esta entrada, y quien se acerque las va a pagar, de aquí en adelante, la comida se vende, y quien quiera comer tendrá que aflojar los cuartos. (Saramago, 2000, pp. 162-163).

Aún peor: cuando los ciegos malvados roban todas las pertenencias de los demás ciegos, a los dictadores se les ocurre que ahora serán las mujeres las que tendrán que pagar por la comida acostándose con ellos, porque, argumentan, no hay suficientes mujeres en el ala del edificio donde se encuentran. En otras palabras, los ciegos del manicomio pierden la vista, pero también la humanidad y la dignidad, lo que, por otra parte, recuerda a la literatura del Holocausto, donde las personas son llevadas a extremos de desesperanza y tortura inimaginables. La vida en el manicomio empieza a ser un caos lleno de terror y desesperación. Esta pérdida del sentido de lo humano se observa cuando los dictadores recogen los pocos bienes de los demás para hacerlos pagar por la comida, y uno de los personajes, seguido del narrador, menciona:

Serías capaz de robar a tu propia madre, imagínense, como si una ignominia así, y otras de mayor consideración, para ser cometidas, tuvieran que esperar al día en que toda la gente se quedara ciega y, por haber perdido la luz de los ojos, perder también el faro del respeto. (Saramago, 2000, p. 191).

Con ello, se observa que la gente pierde la vista tanto literal como metafóricamente, pues no se dan cuenta de su propia maldad, y es por esto que podríamos llamar a este motivo “la ceguera como medio para ver la crueldad humana”. Dentro del manicomio hay sólo un personaje que conserva tanto la vista como la cordura y la dignidad; se trata, ya se ha adelantado, de la mujer del médico. Ella experimenta el motivo de la ceguera de manera distinta a los demás. Primero, el motivo de la ceguera se actualiza, en ella, como forma de negarse a ver la abyección humana, pues después de observar el lugar inmundo en que se ha convertido el manicomio, con los pasillos llenos de excrementos humanos, la ropa y las camas sucias, el olor fétido que despiden los cuerpos, etcétera, piensa: “De qué me sirve ver. Le servía para saber del horror más de lo que hubiera podido imaginar alguna vez, le servía para desear estar ciega, nada más que para eso” (Saramago, 2000, p. 176). Debido a que conserva la vista, la mujer del médico está consciente de la crueldad, la abyección y el horror del país de los ciegos, pero no puede hacer nada para remediar la situación, ya que decide fingir que está ciega para evitar abusos de los demás. Entonces, se comprende que su situación sea desesperada, quizá incluso más que la situación de los ciegos.

Un segundo motivo de la ceguera actualizada en la mujer del médico es la ceguera como recurso para observarse a sí misma. En algún momento de extremo cansancio, la mujer desea tener los ojos “vueltos hacia dentro, más, más, más, hasta poder alcanzar y observar el interior de su propio cerebro” (Saramago, 2000, p. 184). Por supuesto, al conservar la vista, la mujer del médico es capaz de observarse a sí misma y también, de ver el horror que la rodea. Ella sí tiene los ojos vueltos no sólo hacia su cerebro, sino hacia su propia moral y dignidad humana. Para concluir este apartado, se puede señalar que la ceguera funciona de manera acertada en la narrativa de Saramago si consideramos que “ciego” es una palabra con una potente carga metafórica, pues para todos es claro, por ejemplo, que cuando alguien dice “estar ciego de amor” o “no hay más ciego que quien no quiere ver” no estamos haciendo referencia a una ceguera fisiológica.

El sentido metafórico es el tema principal de Ensayo sobre la ceguera. Incluso podemos encontrar un ejemplo directo de la ceguera como parábola cuando uno de los ciegos, el viejo de la venda negra, relata cómo se quedó ciego. Es preciso señalar que este personaje carece de un ojo, dado que, antes de que la epidemia aconteciera, lo pierde a causa de las cataratas. El anciano relata: Me quedé ciego cuando estaba mirando mi ojo ciego, Qué quiere decir, Muy sencillo, sentí como si el interior de la órbita vacía se estuviera inflamando, me quité el parche para comprobarlo, y en ese momento me quedé ciego, Parece una parábola, dijo una voz desconocida, el ojo que se niega a reconocer su propia ausencia. (Saramago, 2000, p. 150).

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