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Enviado por   •  7 de Mayo de 2015  •  1.532 Palabras (7 Páginas)  •  243 Visitas

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El best-seller de Benedicto XVI

Jesús de Nazareth: en la retina del Vicario de Cristo

Por: Carlos Arturo Ospina Hernández

Sub-Director Departamento de Humanidades y Docente – Universidad Católica de Colombia

Los colombianos viven en presencia del rostro de Cristo con una cierta facilidad. La historia patria nace del encuentro de culturas a la sombra de esa grata presencia. El arte ritual aborigen se potencia con el arte colonial mestizo de cuño cristiano. La cotidianidad es la de la torre y el campanario, la vida se desenvuelve desde la pila bautismal, conoce el arrepentimiento y el confesionario, el alimento de la comunión, pasa por el matrimonio sacramental, y se despide con la cristiana sepultura.

Gracias a la Iglesia que no cesa de evangelizar, siempre están omnipresentes los misterios de la Navidad del Mesías, su vida pública, su pasión, su muerte, su resurrección, y la vida de su Iglesia.

También durante las misas se leen los textos bíblicos que se ordenan a los misterios de la redención que hizo Cristo del género humano y que lo recrean en su doble naturaleza: divina y humana. Y ante todo se renueva el sacrificio incruento del calvario, consagrando el pan y el vino, para que sean cuerpo, alma y divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, “pan de los fuertes” para alimento de nuestras almas.

Igualmente contamos con santuarios que son centros de peregrinación donde gracias a imágenes, esculpidas o pintadas, nuestros sentidos, unidos a la emoción y el recogimiento, nos ponen en su presencia y nos recuerdan que Él siempre está a nuestro lado.

Asimismo el arte musical y la literatura nos cantan y nos cuentan su amor al Padre y a los hombres, sus hermanos, y como “hablaba en arameo palabras de cristal”. Trabajos como “Vida de Cristo” de la pluma del Dr. Joaquín Piñeros Corpas, ilustrada con grabados y pinturas de Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, forman parte de nuestro patrimonio cultural.

Sin embargo, no escapamos a la confusión de un Jesús deforme, a imagen y semejanza de delirios políticos, gnósticos, literarios, pseudohistóricos o pseudocientíficos, generalmente proyectados con gran impacto mediático.

De ahí la importancia de una obra como la acabada de publicar por el Santo Padre, S.S. Benedicto XVI, que no dudo en recomendar como libro de cabecera para quien quiera ilustrarse sobre el verdadero rostro de Jesús.

Su Santidad, comienza por defender la unidad de las Sagradas Escrituras que proclaman a Jesús de Nazareth en su dimensión histórica y sobrenatural desde la primera hasta la última frase.

Él se detiene en el Jesús de la historia y el Jesús de la Fe y, paso a paso, lo va enfocando en su doble naturaleza: humana y divina.

Con gran vuelo acoge los aportes del método histórico-crítico al estudio de las Sagradas Escrituras, al igual que la exégesis canónica y la teológica, pero sin dejar de observar la conciencia de sus límites; y señala, tal como lo hizo San Juan Bautista en su tiempo, al “Cordero de Dios que quita los pecados del mundo” (Jn 1,29).

Recuerda, a lo largo de toda la obra, al Moisés de la ley con cuya figura se anuncia, desde el antiguo testamento, la del nuevo Moisés de la gracia.

Destaca también la misión del profetismo vinculada a la alianza con un pueblo, la fe en un Dios único y a la figura del Mesías, llave del pasado, el presente y el futuro, que libera a las naciones de la idolatría y de su compañera de viaje la hechicería.

Es particularmente llamativo su comentario sobre las Bienaventuranzas y su diálogo con la obra de Jacob Neusner, “Un rabino habla con Jesús” , que deja patente lo que el Santo Padre comentó sobre su viaje a Turquía acerca de cómo ejerce el apostolado petrino en sus tres dimensiones: con los católicos, los cercanos al catolicismo y los que se encuentran fuera. Realmente en su obra acoge a autores, pueblos y culturas en todas esas órbitas. Esto hace de su trabajo un modelo de lo que debe ser el diálogo entre fe-razón, fe-ciencia, y fe-cultura.

Precisamente frente a las perplejidades judías responde a una difícil cuestión: ¿Qué ha traído Jesús vuestro Mesías? Ni la paz, ni el fin de la miseria; por lo tanto no es el verdadero Mesías. Y su respuesta es: ha llevado el Dios de Israel a los pueblos, todos los pueblos lo invocan y reconocen en las Escrituras su palabra

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