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“LABERINTO DE LA SOLEDAD” DE OCTAVIO PAZ


Enviado por   •  4 de Abril de 2017  •  Ensayos  •  4.188 Palabras (17 Páginas)  •  352 Visitas

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ERICK ENRIQUE MEDINA MÉNDEZ

SECCIÓN 48, 4° GRADO

“LABERINTO DE LA SOLEDAD”

DE OCTAVIO PAZ

Esta literatura hace referencia a diferentes temáticas desde un enfoque psicológico hasta el comportamiento y características de una cultura. Aborda temas tales como la imitación, identidad, sentido de pertenencia así como también las formas peculiares de los festejos mexicanos tanto tradicionales como culturales y el cómo veneramos a nuestros muertos.

Hace una profunda reflexión sobre identidad del mexicano, en el cual se ve la preocupación del escritor por la sociedad mexicana y su comportamiento.

Ahora bien abordare las temáticas por capitulo para ser un poco más descriptivo e ir plasmando cada capítulo con mis palabras.

EL PACHUCO: Este capítulo habla sobre la soledad un tema muy difícil de abordar ya que es muy extenso y tiene distintas maneras de entenderlos.

La soledad la experimentamos desde el nacimiento pero al paso del tiempo vamos aprendiendo a lidiar con ella, a olvidarla, por las ocupaciones cuando se es niño se olvida jugando, cuando se es adulto se olvida trabajando lo que nos hace cuestionarnos, en realidad quienes somos, buscamos nuestra identidad que nos diferencia de los otros. Como lo menciona Octavio Paz, hay pueblos que no tienen su propia identidad, algo que los haga únicos, algunos pueblos pretenden ser como otros.

Se habla del pachuco un personaje que a mi punto de vista es alguien que oculta sus miedos, una persona reprimida. Octavio Paz dice que provienen de las bandas de jóvenes de origen mexicano se caracterizan por su forma de vestir, hablar, actuar etc. Por esto dice que cuando cruzamos la frontera se nos olvida nuestra cultura, costumbres y nuestras raíces e imitamos otras formas de vida imitando y adoptando estas se olvida que somos mexicanos.

MASCARAS MEXICANAS: El mexicano tiene distinta personalidad, siempre dependiendo del lugar donde se encuentre.        

MASCARAS MEXICANAS

Varias son las facetas del mexicano, ser singular que sin embargo, “siempre está lejos, lejos del mundo y de los demás. Lejos también de sí mismo.” Capaz incluso de hacer uso del silencio, además de la palabra, como un instrumento de defensa.

Y a propósito de la palabra, el poeta reflexiona sobre el poder real que la palabra misma ejerce sobre el mexicano. Conceptos como “rajarse”, revelan el grado de machismo que todos llevamos dentro. ¡Puto el que se raje! Otro ejemplo, que sólo en México existe, es el albur. Lenguaje secreto, ingenioso, de fuertes connotaciones sexuales que agrede, reta, y finalmente, termina por demostrar nuestro carácter cerrado frente al mundo.

El mexicano usa máscaras para proteger su intimidad, no le interesa la ajena y por lo tanto, el círculo de la soledad se vuelve a cerrar. L a manera instintiva en la que consideramos peligroso a todo lo que representa lo exterior, tiene su razón si revisamos la historia de nuestro país. Las derrotas se sufren con dignidad. Lo anterior, subraya el autor: “No carece de grandeza”.

Mención aparte sería el caso de la mujer mexicana. Mujer cuyo recato tiene que ser a toda prueba. La vanidad masculina, heredada de los indígenas y los españoles, se regodea bajo la sumisión, económica, moral y social de la mujer. “En un mundo hecho a la imagen del hombre, la mujer es sólo un reflejo de la voluntad y querer masculinos”. Desde luego, que el centro de atención de la mujer es su sexo: “oculto, pasivo. Inmóvil sol secreto”.

Sin embargo, también se está consciente de que la mujer, la tierra, representa la continuidad de la especie, el orden, y la dulzura. De nada sirve lo anterior, el machismo necesita mujeres impersonales para subsistir. Se respeta el concepto de la madre, de la mujer abnegada pero no de la persona: la mujer como protagonista de su historia. Por ello, refranes, canciones populares y conductas cotidianas, aluden al amor como falsedad y mentira si la protagonista “deja” al hombre, quien por su parte, encuentra consuelo en los brazos del alcohol. Una mentira más que pudo ser verdad.

Las máscaras del mexicano, sus mentiras, reflejan sus carencias, lo que fuimos y queremos ser. Sin embargo, de tantas posturas y tantas mentiras terminamos simulando lo que queremos ser, -la referencia a la obra El Gesticulador de Rodolfo Usigli no es gratuita- Ignorando nuestra condición, estamos condenados a representar una verdad ficticia, ajena a la realidad. El ejemplo que usa el autor es en verdad desconcertante: De niño, escuchó un ruido y al preguntar quién era, una sirvienta recién llegada le contestó: “No es nadie señor; soy yo”. Alguien se vuelve nadie y sin embargo, está presente siempre.

Todos santos, día de muertos.

La contradicción forma parte del mexicano. “Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo” y las Fiestas populares, resultan el desagüe idóneo para tal efecto. Durante las Fiestas populares, desde el grito de independencia hasta el día de la raza, el mexicano se siente completo, seguro. La razón es sencilla, en ese instante, en ese presente, “el pasado y el futuro al fin se reconcilian”.

En todos los rincones de México existen sus Ferias y tradiciones, aún en los más miserables. Los ricos, la minoría que no es pueblo, no festejan, sus reuniones son frías y ni por equivocación se faltan los modales. “Las Fiestas son el único lujo de México”.

Y una vez más, el círculo de la soledad se cierra. El mexicano derrocha esperando que el derroche mismo atraiga a la abundancia y si no la atrae, por lo menos se aparenta.

Lo importante es que, durante la Fiesta, “todo pasa como si no fuera cierto, como en los sueños”. La gente se burla del clero, de las instituciones, del ejército y hasta del mexicano mismo.

Uno de los festejos que más llama la atención: es el día de muertos. Ya desde antes de la llegada de los españoles, los indígenas creían que la vida se continuaba con la muerte, y de hecho, la vida misma se alimentaba de la muerte. Nada más privilegiado en vida, que ser sacrificado para los Dioses. Mientras que para los cristianos la muerte es la antesala a otra vida, para los aztecas, la manera de participar fundirse con las fuerzas creadoras. Para los aztecas, ni la vida ni la muerte les pertenecía, todo era un capricho de los dioses. La religión y el destino, trazaban la vida de sus hijos. “La conquista de México, sería inexplicable sin la traición de los dioses, que reniegan de su pueblo”.

Actualmente, Paz señala, “todo funciona como si la muerte no existiera”, se exalta la salud con drogas milagrosas en un siglo donde también hubo campos de concentración. Para el mexicano moderno, la muerte ha dejado de ser tránsito, ahora es su amor más permanente, su juguete favorito.

Dos autores mexicanos refiere Paz en este capítulo: José Gorostiza y Xavier Villaurrutia, autores de Muerte sin fin y Nostalgia de la muerte respectivamente. Ambos poetas, a su manera, pretenden quitarle la máscara a la muerte, la Muerte Original, la que fue antes de la vida. La entraña materna.

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