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La Chica Del Anden De Enfrente


Enviado por   •  28 de Octubre de 2013  •  2.502 Palabras (11 Páginas)  •  483 Visitas

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Víctor llegó al andén del metro, como cada mañana. Mochila al hombro, abrigo para los grises y fríos días del otoño, manos en los bolsillos y mirada dubitativa. Y entonces en el andén de enfrente se fijó en una chica. Acababa de llegar, no era demasiado alta, tampoco era espectacularmente guapa pero tenía un atractivo especial para Víctor, que no pudo apartar sus ojos mientrás ella buscaba un banco libre ignorando que estaba siendo observada.

Tenía los ojos oscuros, una larga y lisa melena morena, piel muy blanca, era delgada. Se resguardaba de la fría brisa matinal con un abultado abrigo y vestía con ceñidos pantalones vaqueros. Llevaba una carpeta en sus manos. Se sentó.

Víctor desde el otro lado observó con desmesurado interés hasta que sus miradas se cruzaron durante un segundo, tiempo justo para que ambos apartaran sus ojos del otro tímidamente. Víctor no paraba de intentar mirar de reojo a aquella chica que le había cautivado sin más. No sabía nada de ella y sin embargo sentía algo especial, quería acercarse y decirle algo aunque sabía que era imposible, ya no solo por tener las vías ferroviarias de por medio sino por su propia timidez y hermetismo. Se había enamorado muchas veces en secreto, platónicamente, pero jamás había sentido algo como aquello que le hacía golpear el corazón en su pecho como un incesante tambor.

Ella tambien parecía tímida, mantenía la vista baja hacia el suelo. Víctor pensó que sería encantadora, intentó fijarse en sus ojos para intentar percibir que escondían.

De pronto un ruido enturbió aquellos mágicos momentos. Llegó el metro y Víctor se subió en él aún flotando en su propia imaginación. A empujones alcanzó la ventanilla del otro lado solo para volver a verla, quizás por última vez. El pitido intermitente avisaba y el tren se puso en marcha. Como siempre Víctor iba a estudiar, pero no era un día como otro cualquiera.

A la mañana siguiente Víctor salió de casa extrañamente feliz, tenía la esperanza de volver a encontrarla alli. No paraba de mirar el reloj de camino a la estación, quería asegurarse de que era la misma hora que ayer. Sentía que hoy la volvería a ver, tenía la ilusión y esa esperanza le llenaba. No la conocía, no sabía nada sobre ella, solo la había visto unos minutos y sin embargo ya había cambiado su solitaria vida.

Subiendo rápidamente las escaleras mecánicas podía notar como de nuevo su corazón se aceleraba, ¿y si volvía a verla? La noche anterior había pensado una y mil locuras como hacerla una foto con el móvil, intentar que se fijara en él e incluso había fantaseado con presentarse en el otro andén y decirla algo. Sabía que ninguno de sus planes consultados con la almohada se haría realidad. Pero solo verla era lo que necesitaba para calmar una cierta angustia interior.

Buscó el mismo lugar en el andén, miraba nervioso, no quería perder detalle. No parecía estar, miró más allá, se desplazó hacia el otro lado disimuladamente. Y sin más apareció, era ella. Con la mirada en el suelo, su carpeta... Esta vez no se sentó, se quedó de pie a la espera del metro.

Víctor caminó intentando no delatarse demasiado, lo más cerca posible para poder verla. Por una parte le daba miedo que le reconociera, pero por otra le gustaría que supiera del amor platónico que él guardaba dentro. Cada vez la veía más preciosa, pero tan inalcanzable... Esta vez el metro se adelantó por la otra vía y la perdió de vista.

Víctor llegó al andén 5 minutos antes de lo que solía hacerlo, era el 3er día que esperaba encontrar a aquella chica en el otro andén. Los nervios le comían por dentro, guardaba un sentimiento desmesurado. Había pensado cada vez más en ella y en miles de formas en que poder llamar su atención venciendo la timidez. Era la mujer perfecta para él, al menos eso lo había asumido por su cuenta. Tan cerca y a la vez tan lejos.

Más o menos a la misma hora que ayer se presentaba ella en el andén de enfrente. Víctor respiró hondo y se posicionó para estar justo fente a ella desde el otro lado. Rezó por que el tren se retrasara unos segundos más. Ella no parecía percatarse demasiado de su presencia, pero Víctor era inmensamente feliz al haberse colocado frente a frente, aunque las vías les separaran varios metros. Ella levantó la vista un momento para mirarle sin profundizar demasiado. Tenía una mirada dulce, un aspecto frágil que tenía totalmente enamorado a Víctor, su imaginación iba mucho más allá de la realidad y se intentaba auto-convencer de que algún día le diría algo aunque fuera rechazado. Pero el miedo y la timidez de momento podía con él. El metro no tardó en cruzarse en su camino y emprendió el habitual viaje que sin embargo tanto le había cambiado en los últimos tres días.

Cuando volvió a casa Víctor, tras todo el día dándole vueltas, decidió escribir una carta de amor. Sabía que era absurdo y se sentía bastante patético pero necesitaba expresar lo que sentía de alguna forma. Quería declararse y no sabía como, una carta era lo único que se le ocurría aunque por experiencias pasadas en el fondo sabía que esa carta jamás vería la luz y quedaría para avergonzarse él mismo cuando pasara un tiempo. Hasta bien entrada la noche se dedicó a escribir las palabras perfectas para reflejar en un papel su perdido enamoramiento de la chica del andén de enfrente, la cual ignoraba completamente que se mantenía las 24 horas del día en la cabeza de él.

Le había costado pero al final Víctor optó por llevar la carta de amor consigo, bien guardada en un bolsillo de su cazadora. La mañana volvía a ser fría y hoy de nuevo había salido varios minutos antes de lo habitual para no perderse ni un segundo de la presencia de ella en el andén.

Una vez allí esperó impaciente. Pasó el metro anterior al que habitualmente tomaba, por lo que no se subió a la espera de poder verla. Estaba a punto de llegar el siguiente tren, el que tenía que coger, y ella aún no estaba. Víctor empezó a temerse lo peor, sus peores presagios se agolpaban en su mente como cuchillos atravesados: ¿y si no vuelve? ¿y si jamás la vuelvo a ver? ¿qué haré entonces?

De repente apareció, como siempre tímida y ajena a la atenta mirada de Víctor, que agarró con fuerza la carta de su bolsillo. La tenía tan cerca, podría gritarle alli mismo "te quiero" pero aparte de que jamás se atrevería a hacer eso, pensarían que estaba loco. Un par de minutos y el metro se cruzó puntual.

Ya habían pasado tres semanas desde la primera vez que Víctor la había visto. Se había planteado cada día y a cada momento como podría acercarse a ella, como sería su encuentro soñado,

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