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Nuestras sociedades fracasaron, nuestros poetas no.

cecibabelianaEnsayo25 de Octubre de 2017

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Maestría en Literatura Latinoamericana

Vanguardias Andinas

Cecilia Martínez Crespo

12 de agosto de 2007

[pic 1]

Mujeres vanguardistas en el Boletín Titikaka 

Inscripciones iniciales o apuntes de un incendio

Nuestras sociedades fracasaron, nuestros poetas no.

José Emilio Pacheco

Esta frase dicha por un poeta, como no podía ser de otra forma, define mucho del quehacer poético y el rumbo de la poesía Latinoamericana: ahí donde otros fracasaron, llámense economía, política o ciencia, venció la poesía; ella, escurridiza y hecha palabra, se sustrajo de ese oscuro monstruo colonial, hoy más presente que nunca, y le dio al continente una voz propia y definida en su diversidad.  Demarcar el inicio de este camino es tarea que no pienso emprender, es posible que esa voz siempre estuviera latente, agazapada a la espera de un oído atento dispuesto a despojarse de la tara de dominación impuesta por el patrón de turno. Con fino oído alerta, dominio de la técnica poética y otras mil argucias a finales del XIX los llamados modernistas se “apropiaron” de las profundas transformaciones que se operaba en la literatura europea y la “transformaron en algo diferente”[1]; al revés de lo que siempre ha pasado y pasa (la materia prima americana siempre ha ido y vuelto transformada) los insumos europeos fueron transformados, transgredidos, alterados, subvertidos en Latinoamérica, añadiéndoseles lo propio, lo indígena, pero también todo lo demás que vino en los barcos cruzando los mares.  En oposición muchas veces al modernismo, pero manteniendo el mismo espíritu de golpe de timón constante, continuó el camino victorioso la revuelta vanguardista que en el primer tercio del siglo XX terminó de incendiar el lenguaje para volverlo a reconstruir remozado y vivo. Como bien diría Churata “La ‘expresión’ americana viene a ser virtual y formalmente una novedad desorientadora para toda la inteligencia nutrida del prejuicio europeo”[2], o esta otra afirmación más lúdica: “El vanguardismo en Europa fue un feto, aquí es un rollizo espécimen de raza”[3].

Este incendio del lenguaje tuvo definitivamente un carácter continental[4], polimorfo y diverso que no respetó los artificiales e impuestos límites fronterizos. El reflejo más patente de ello se lo encuentra en las publicaciones literarias periódicas de la época, su número,  variedad, permanencia y difusión remiten a su vital importancia comunicativa y de intercambio. Las revistas pusieron a disposición de los escritores de variopintas nacionalidades el espacio feliz de la propuesta, la controversia y la transgresión, y, a nosotros los lectores, la posibilidad de conocer lo que pasaba más allá de nuestro restringido espacio local. La revista se convierte, así, en una suerte de cordón umbilical de conexión a los cambios del mundo, por ella se alimentaron escritores y lectores. El Boletín Titikaka de Puno,  portavoz del grupo Orkopata que fue uno de los “grupos vanguardistas más valiosos y significativos”[5], no escapa a esa corriente, como muchos de sus similares “trataba (…) de la creación de un espacio sobre la base de la expectativa positiva de un público creado para la recepción igualmente positiva de sus productos”[6]. Los treinta y cuatro números que salieron a la luz[7] distan mucho de ser un mero “volante informativo”, la diversidad de textos no implica dispersión, al contrario, se encuentra en ellos el inicio de “una concepción y difusión de un proyecto ideológico-cultural”[8], que dio sus frutos al mando de Gamaliel Churata.

Como todo incendio que encuentra combustible propicio, el incendio de las letras americanas cundió por todo el continente sin restricciones ni temores; de ahí que no acabo de explicarme la tendencia a la parcelación que existe en mucha de la crítica que pretende seccionar la literatura y encerrarla entre unas fronteras obsoletas e inútiles para este fin, logrando “una simple suma informativa de manifestaciones nacionales aisladas”[9].  Las publicaciones vanguardistas, como el Boletín Titikaka, demuestran que esa ceguera parcelaria nacionalista no formaba parte de la propuesta del grupo Orkopata.  Otra intensionalidad clara del Boletín, también traicionada por la crítica, es la preponderancia de las mujeres, cuya participación cuantitativa y cualitativamente es relevante.  Por ejemplo, Manuel Pantigoso, hijo de uno de los Orkopata, al realizar su estudio sobre los poetas pertenecientes o relacionados con la vanguardia en general y con el ultraorbicismo[10] en particular no menciona a ninguna mujer; si su interés era restringirse a los escritores peruanos, actitud poco constructiva y encubridora las más de las veces, obvia sin una razón aparente a Magda Portal, de quien Mariátegui dijo: ”Magda Portal es ya otro valor-signo en el proceso de nuestra literatura” incluyéndola entre los grandes poetas peruanos junto a Vallejo y Guillén[11].

Aún a riesgo de que una parcelación o recorte, al igual que una traducción, significa de alguna forma una traición es que pretendo explorar la presencia de las mujeres en el vanguardista Boletín Titikaka, inicialmente de forma general, para luego profundizar la obra de algunas de ellas, en la medida en que lo restringido del material bibliográfico disponible lo permita.  

Mujeres en el Boletín Titikaka o siluetas modernísimas

La poesía deviene un oficio de mujeres

Félix del Valle

De inicio hay que afirmar que la presencia cuantitativa de las mujeres en el Boletín no es poco significativa, a momentos pudiera pensarse que las vanguardistas eran muy pocas, casi una especie desconocida, por no decir inexistente. Un elemental listado de los aportes femeninos al Boletín desbarata esa posibilidad: se publicaron trece poemas pertenecientes a la pluma de ocho autoras diferentes provenientes de un extremo a otro de Latinoamérica[12], a las que se suman tres opiniones sobre Ande de Alejandro Peralta[13], tres ensayos de opinión muy valiosos[14] y un texto de Zaida Zuráh, “Canción VII”. La diversidad de voces, procedencias y temáticas tratadas configura, dibuja un microcosmos propio al interior del cosmos del Boletín. Ahondemos algunos aspectos.

  • Miradas de una posible agenda de género

Mi cuarto es una gruta de oro y gemas raras

Delmira Agostini

Es importante dejar totalmente de lado la idea de que la presencia femenina en el portavoz del grupo Orkopata cumplía el mismo rol ornamental que se el asignaba a la mujer en ese entonces, las palabras de esas mujeres no son un “adorno” sino que forman parte del discurso vanguardista en un contexto patriarcal y machista que ofrecía muy limitadas oportunidades a la mujer. Incluso entre las páginas del Boletín se aprecia una cierta pretensión de agendar la cuestión de género. Tres artículos ponen en tensión la problemática de la mujer desde otras tantas perspectivas.  Resulta altamente significativo el título del lúcido artículo de la argentina Teresa Macheroni: “El silencio de la hora”[15].  Plantea el arribo de un punto de quiebre entre “la intolerancia del hogar, el ocultismo de una enseñanza que no ha sido tal, la esclavitud disimulada del matrimonio” que han signado el rezago de la mujer y la llegada de “una hora histórica que no es un espejismo fugaz; una hora de de energía y heroísmo, de labor promisoria, abnegada y más bien silenciosa, que esboza el panorama de una aspiración suprema, expresiva y adaptada a las corrientes modernas del pensamiento”. Heredera realmente de las corrientes de pensamiento de su época, Macheroni propone que el cambio debe venir desde las propias mujeres y -aquí está el interesante y vanguardista aporte de la autora- en específico de “la fuerza profética del alma americana” que las mujeres de estos lares detentan. El segundo espacio para tratar sobre la problemática de género viene de Chile: “Elogio a la madre soltera” de Humberto Díaz Casanueva[16]. En un tono ligeramente lírico el autor pone en el tapete uno de los mayores conflictos sociales que una mujer puede enfrentar y que equivalía, en la mayor parte de los casos, a la muerte social:

Fue la poseída de la verdad, sucumbió al sentido de la vida Quién se atreve a despreciarla o insultarla? Ah! infames, ah perros, dejadla pasar, que su vientre pesa tanto como una canción. Infames que habéis hecho de esta vida una fría mazamorra, lóbrega y hedionda. Dejadla pasar, que ella venció vuestra moral de frailes y maricones. Y nosotros mismos, tristes cobardes de nuestra vacilación, mercaderes de un prejuicio, que aún no somos capaces de abrir el pecho y dejarnos escapar palpitantes, maltrechos de angustia…. (…) Pero es que ella no se ha muerto, nosotros la hemos muerto. Sola y golpeada, se entumece su destino, desde que un hombre comprimió su vida, haciéndola resonar.

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