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Rol De Trabajador Social En El Proceso De Cambio - Paulo Freire

JulianaBlanco12 de Diciembre de 2012

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ROL DEL TRABAJADOR SOCIAL EN EL PROCESO DE CAMBIO

Paulo Freire

Nuestro aporte se centra en la discusión del “Rol del trabajador social en el proceso de cambio”.

Nos parece indiscutible que nuestra primera preocupación debe ser la de ejercer una reflexión sobre la frase misma que se nos plantea.

La ventaja fundamental de proceder así está en que la frase presupuesta se devela ante nosotros en su comprensión profunda. El adentramiento que hagamos en ella desde un punto de vista crítico nos posibilitará percibir la interacción de sus términos en la constitución de un pensamiento estructurado, que envuelva un tema significativo.

Nos será posible -dígase desde ya- la discusión del tema contenido en la frase planteada, si no se tiene de él una comprensión común, aunque del mismo se tengan puntos de vista diferentes.

Este adentramiento crítico en la frase propuesta, que nos lleva a la aprehensión más profunda de su significado, supera la percepción ingenua que, si es simplista simplista, nos deja en la periferia de todo lo que tratamos.

Para el punto de vista crítico, que es el que aquí defendemos; la operación de “mirar” implica otra: la de “admirar”. Admiramos y, el adentrarnos en lo admirado, lo miramos de dentro y desde adentro, lo que nos hace ver.

En la ingenuidad, que es una forma “desarmada” de enfrentamiento con la realidad, miramos apenas y, porque no admiramos, no podemos mirar desde adentro lo mirado, lo que nos lleva a ver el puro mirado.

Por ello es necesario que admiremos la frase propuesta para, mirándola desde adentro, reconocerla como algo que jamás podrá ser reducido o rebajado a mero cliché.

La frase en discusión no es un conjunto de meros sonidos, un rótulo estático, “una frase hecha”. Como dijimos, involucra un tema significativo. Ella es, en sí, un problema, un desafío.

Mientras solamente miramos la frase como un cliché, quedándonos en su periferia, probablemente no haremos otra cosa sino disertar sobre otros clichés que nos hayan sido “depositados” o, en otras palabras, sobre conceptos temáticos que nos fueran planteados como clichés.

Ahora bien, la operación referida de adiestramiento critico en el texto propuesto, que nos permite la comprensión de su contexto total en el cual se encuentra el tema desafiador, nos va a posibilitar otra operación fundamental: la de la escisión del contexto en sus partes constitutivas.

Esta escisión del contexto total en sus partes que, en interacción, lo constituyen, nos permite retornar a él, de donde partimos en la operación de la admiración alcanzando, de esta manera, una comprensión más vertical y también dinámica de su significación.

Si, después de la admiración del texto que nos permitió la comprensión del contexto total, intentamos la operación de escisión; constatamos, a través de ésta, la interacción referida entre sus partes que, por ello mismo, se nos presentan como “co-responsables” por la significación total del texto.

Admirar, mirar desde adentro, escindir para volver a mirar el todo admirado, que son un ir hacia el todo; un volver de él hacia sus partes, lo que significa escindirlas, son operaciones que sólo se dividen por la necesidad que el espíritu tiene de abstraer para alcanzar lo concreto. En el fondo son operaciones que se implican dialécticamente.

Ahora bien, al admirar y al mirar desde adentro la frase que involucra un tema desafiador; al escindirla en sus elementos, descubrimos que el término rol se halla modificado por una expresión restrictiva, que delimita su “extensión”: del trabajador social. En ésta, por otro lado, hay un calificativo –“social”- que incide sobre la “comprensión” del término “trabajador”.

Esta sub-unidad de la estructura general –rol del trabajador social- se liga a la segunda -el proceso de cambio- que representa, según la comprensión de la frase, “dónde” el rol se cumple, a través del correctivo en..

Con todo, hay algo que considerar después de este análisis. Es que a través de él, queda claro que el rol del trabajador social se da en el proceso de cambio. Esta es, indudablemente, la inteligencia de la frase en estudio.

Esta no será, sin embargo, la misma conclusión a la que llegaremos al analizar, no ya la frase misma, sino el quehacer del trabajador social. Al hacerlo descubriremos un equívoco en la frase propuesta, puesto que el rol del trabajador social en un proceso de cambio no es en sí mismo, sino en un dominio más amplio. Dominio del cual el cambio es una de las dimensiones.

No hay permanencia del cambio fuera de lo estático, ni de éste fuera del cambio. Lo único que permanece en la estructura social, realmente, es el juego dialéctico cambio-estabilidad. De esta forma, la esencia del ser de la estructura social no es el cambio ni lo estático tomados aisladamente, sino la “duración” de la contradicción entre ambos.

Desde luego, este dominio específico en el cual actúa el trabajador social es la estructura social.

De ahí que se nos imponga, también, captarla en su complejidad. Si no la entendemos en su dinamismo y en su estabilidad, no tendremos de ella una visión crítica.

En efecto, el cambio y la estabilidad, ambos son elementos constitutivos de la estructura social.

No hay ninguna realidad estructural que sea exclusivamente estática, como no la hay absolutamente dinámica.

La estructura social no podría ser solo cambiante, puesto que, si no hubiera lo opuesto al cambio, no la sabríamos, siquiera, “en cambio”. No podría ser, tampoco, sólo estática, puesto que si así fuera, ya no sería humana, histórica y, al no ser histórica, no sería estructura social.

En verdad, en la estructura social no hay estabilidad de la estabilidad, ni cambio del cambio. Lo que hay es la estabilidad y el cambio de formas dadas. De ahí que se observen aspectos de una misma estructura visiblemente cambiantes, contradictorios con otros que, alcanzados por la “demora” y por la “resistencia” culturales, se mantienen reacios a la transformación.

Pero, si toda estructura social que es histórica, tiene como expresión de su forma de ser, la “duración” de la dialecticidad cambio-estabilidad, se nos exige una mirada crítica hacia ellos. ¿Qué son? ¿Son un “en sí”, algo dependiente de la realidad a la cual comandasen?. ¿Un engaño de la percepción?. ¿Meras apariencias?.

Realmente, cambio y estabilidad resultan (ambas) de la acción, del trabajo que el hombre ejerce sobre el mundo. Como un ser de la praxis, el hombre, al contestar a los desafíos que parten del mundo crea su mundo: el mundo histórico-cultural.

Mundo de acontecimientos, de valores, de ideas, de instituciones. Mundo de la opinión y mundo del saber. Mundo de la ciencia, de la religión, de las artes. Mundo de las relaciones de producción, mundo, finalmente, humano.

Todo este mundo histórico-cultural, producto de la praxis humana, se vuelve sobre el hombre, condicionándolo. Creado por él, no puede el hombre, sin embargo, huir de él. No puede huir del condicionamiento de su propia producción.

Como dijimos antes, no hay estabilidad de la estabilidad, ni cambio del cambio, sino estabilidad y cambio de algo.

Ahora bien, dentro de este universo creado por el hombre, el cambio y la estabilidad de su propia creación aparecen como tendencias que se contradicen.

Esta es la razón por la cual no hay mundo humano, excepto de estar en contradicción. Por esto, del mundo animal no se puede decir que está siendo, mientras el mundo humano solo es porque está siendo y sólo está siendo en la medida en que se dialectizan el cambio y lo estático.

Mientras el cambio implica, en sí mismo, una ruptura, ora lenta, por culpa de la inercia, la estabilidad encarna la tendencia a ésta, por la cristalización de la creación. Mientras la estructura social se renueva a través del cambio de sus formas, del cambio de sus instituciones económicas, políticas, sociales, culturales, la estabilidad representa la tendencia a la “normalización” de la estructura.

De esta manera, no se puede estudiar el cambio sin estudiar la estabilidad: estudiar el uno es estudiar la otra. Así también, tenerlo como objeto de la reflexión es someter la estructura social a la misma reflexión como reflexionar sobre ésta es reflexionar sobre ellos.

Hablar, pues, del “rol del trabajador social” implica el análisis del cambio y de la estabilidad como expresiones de la forma de ser de la estructura social. Estructura social que se ofrece a él como campo de su quehacer.

De este modo el trabajador social que actúa en una realidad que permanece para, a su vez, cambiar necesita estar advertido de que, como hombre, solamente se puede atender o explicar a sí mismo como un ser en relación con esta realidad; de que su quehacer en esta realidad se da con otros hombres, tanto cuanto el, condicionados por la realidad dialécticamente permanente y cambiante y que, finalmente, necesita conocer la realidad en la cual actúa con otros hombres.

Este conocimiento, sin embargo, no puede reducirse al nivel de la pura opinión –doxa- sobre la realidad. Se hace necesario que se agregue el área de la mera “doxa” el saber, “noxa” y así, encauzarse hacia la percepción del ontos-esencia de la realidad . Este movimiento de la pura “doxa” al “logos” no se hace, sin embargo, mediante un esfuerzo estrictamente intelectualista, sino en la indivisibilidad de la reflexión y de la acción: en la praxis humana.

En la acción que provoca una reflexión que se vuelve

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