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Caso: El Pájaro Carpintero


Enviado por   •  28 de Julio de 2023  •  Documentos de Investigación  •  1.619 Palabras (7 Páginas)  •  35 Visitas

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Administración del capital de trabajo - TAREA UNIDAD 1 SEMANA 1[pic 1]

Identificación del estudiante:

Tema 1: Caso: El Pájaro Carpintero

Actividad 1: La actividad consiste en estudiar un caso tomado de la realidad, diagnosticar cuál es el problema e identificar sus causas.

Aprendizaje Esperado: Reconocer la importancia de la gestión del capital de trabajo en una empresa, identificando problemas de liquidez.

Sugerencias de estrategias de trabajo

Ten en cuenta cada uno de los recursos de aprendizaje a tu disposición en la plataforma.

Aspectos Formales

Debes cumplir con los aspectos formales que se identifican a continuación:

  • Utilizar Formato Word de tarea.
  • Seguir las instrucciones de la tarea en el orden solicitado en las indicaciones.

La tarea es de carácter individual. No es entregable. Esta actividad no tiene ponderación en la nota final del curso.


ACTIVIDAD:

Caso: El Pájaro Carpintero

La mueblería “El Pájaro Carpintero” fue fundada por Armando en 1975, utilizando el dinero recibido como indemnización por retiro anticipado, con motivo de la reducción de empleados del sector público. Pensó en comprar un taxi como muchos de sus colegas de trabajo, pero optó por instalarse con una mueblería aprovechando de aplicar lo que había aprendido con su padre en la juventud. No tenía conocimiento alguno de negocios, pero sabía el trabajo de carpintería y en eso confiaba. Compró herramientas y un terreno en una comuna de la periferia del Gran Santiago, donde mediante autoconstrucción, él mismo armó su taller. Comenzó entregando sus muebles a una gran mueblería en la calle Arturo Pratt que le pagaba a los 60 días, pero los precios eran bajos y el negocio daba poco.

En el año 1983 la gran mueblería que le compraba quebró, pues la familia dueña tenía deudas en dólares por un vehículo de trabajo y maquinarias que compraron para un taller propio y el país había caído en recesión.

A estas alturas Armando estaba algo decepcionado de la mueblería, pues consideraba que no había sido suficientemente rentable y requería mucha dedicación, solo lo ayudaba su mujer Patricia con las tareas administrativas, pero básicamente era él mismo quien compraba, negociaba sus ventas y también era otro operario más de su taller. Un contador externo tenía su contabilidad. Sus hijos a la fecha eran escolares y estaban concentrados en sus estudios en un colegio público. Pensó en 1983 cerrar la mueblería y dedicarse a otra cosa, pero el desempleo en Chile batía cifras récord y le sería muy difícil conseguir emplearse en algún lugar, por lo demás consideraba que no sabía hacer nada, solo tenía enseñanza media y su currículo era de empleado público en las oficinas de una empresa sanitaria. No le quedaba otra que seguir y buscar nuevos clientes, ya que ahora pagaban menos las grandes mueblerías y hacían pedidos más chicos. A sugerencia de su mujer, decidieron dedicarse a la producción de muebles a pedido y sus primeros clientes fueron unos familiares que quedaron muy contentos con la calidad del trabajo y los recomendaron a su vez a otros amigos. Invirtieron en un letrero con el nombre del taller y en una vitrina para exponer trabajos a la entrada de la mueblería. En el intertanto el sector había crecido en densidad poblacional, pues muchas villas habían surgido gracias a la política de subsidio habitacional del Estado. Las ventas siguieron creciendo lentamente hasta 1990 y, la verdad, siempre tuvo trabajo. Consideraba que su política de ventas le había permitido seguir funcionado, ya que, si bien era una gran inversión para familias de clase media trabajadora, las cuotas les resultaban pequeñas. Su sistema de ventas consistía en precio contado con seis cheques cada 30 días cada uno, el primero de pie para financiar el IVA; en total, 150 días para pagar. Para las compras disponía de 30 días plazo en una barraca del sector, y aunque se había visto complicado para pagar en la fecha a veces, seguía teniendo crédito.

Su negocio ya era bastante prestigioso y en particular, ocurrió que recibió gran cantidad de pedidos para entrega en la Navidad de 1990, incluso debió rechazar muchos de ellos por no tener la capacidad de cumplirlos en los plazos; debía comenzar en octubre los trabajos para alcanzar a cumplir. Las ventas fueron un 50% superior al año anterior, lo cual lo llenó de alegría y por su cabeza solo pasaban los millones de pesos que iba a ganar, y por fin, recuperaría el dinero que alguna vez le puso a la mueblería, pues hasta ahora como él decía: “ordeñaba la vaca nada más, pero no había terneros”. No se complicó y aprovechó el crédito de que disponía para comprar los materiales y se puso manos a la obra con más entusiasmo que nunca. Tuvo la precaución de no pedir todo el material de inmediato para no quedar tan endeudado, y pensó pedirlo a medida que lo requiriera; por lo demás, no tenía capacidad de bodegaje para tanta madera. Su hijo mayor Carlos, que por ese entonces se encontraba estudiando Técnico en Administración de Empresas - aprovechando sus ratos libres- se incorporó como ayudante en la mueblería. Había euforia en la familia y trabajadores; hasta tuvieron un gran asado con todas las familias para celebrar.

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