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El comportamiento humano

leidypaolaospinaEnsayo26 de Septiembre de 2013

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INTRODUCCION

El siguiente trabajo tiene como objetivo comprender los temas tratados en el curso, para lo cual es necesario realizar un recorrido de las actividades a desarrollar, la fecha de inicio y finalización de las mismas y los días necesarios para desarrollarlas con el fin de conocer que es lo que vamos a ver durante el semestre.

Finalmente se va a conocer el grupo de trabajo el cual es fundamental para empezar a desarrollar las actividades. Esta sería la base para obtener un mejor resultado teniendo en cuenta que cada uno de nosotros va aclarar dudas e inquietudes respecto a un tema.

INTRODUCCIÓN

En el ámbito de la emergencia sanitaria, el comportamiento humano juega un papel protagonista.

La mayoría de las personas no han tenido la experiencia de hallarse ante una situación límite, y cuando esto ocurre cabe que se tomen decisiones que incrementan el riesgo individual y colectivo. Así, los comportamientos van desde una actitud serena hasta un verdadero pánico.

La experiencia y el adiestramiento previo juegan un papel fundamental. No es lo mismo enfrentarse por primera vez a una emergencia, que abordarla tras el estudio, la práctica, el entrenamiento y la experiencia.

El hombre es capaz de analizar sus reacciones, lo que le está ocurriendo en un momento determinado, los peligros externos o amenazas internas (ansiedad, miedo, etc.). Así va a controlar mejor su respuesta general, disminuyendo su ansiedad. El aumento o la disminución de la angustia en estas situaciones limite tiene mucho que ver con la elaboración individual de la información disponible.

Cada día reconocemos mejor los estímulos que nos atemorizan. Cuando éstos tienen gran intensidad, pueden producir una conmoción, bloqueando el procesamiento de la información. Por el contrario, los estímulos suaves, producen más efecto. Esto puede parecer paradójico, pero la explicación es que el estímulo menor permite que la información sea procesada y utilizada intelectualmente.

Podemos organizar estos fenómenos según su intensidad de mayor a menor, así tenemos: miedo, ansiedad, angustia, pánico...

El miedo es el temor al peligro concreto, específico, claro, evidente, que es perceptible desde la posición en la que nos encontramos. Del miedo la persona se defiende con medidas racionales.

La ansiedad es una vivencia de inquietud y desasosiego donde el ser humano se anticipa a lo peor. Es un temor difuso, vago e inconcreto, sin referencias. La reacción que suele provocar es de perplejidad, asombro, de una especie de embotamiento confuso que hace que no se reaccione de ninguna manera. A esto se le llama "estado de alarma". Aquí los mecanismos de defensa van a ser inconscientes y conducirán a manifestaciones de histeria, hipocondría, obsesiones, fobias, pánico..., mecanismos de defensa que son anómalos.

La fobia es un temor desproporcionado, terrible, superior a uno mismo, que se produce ante hechos, personas o situaciones. Hay un elemento común en todas ellas, el temor. Así, la amenaza es procesada y vivida produciendo un sentimiento indefinido de inseguridad. Llegando al punto de la excitación emocional, diremos que la ansiedad que se genera en principio es exógena. Parece ser que existe un centro cerebral, el "centro de la alarma", responsable de este espectro de fenómenos que se intercalan entre el miedo y la ansiedad.

Hay por tanto desencadenantes externos que pueden ser objetivados e internos constituidos por recuerdos, ideas, pensamientos, fantasías personales..., que actúan como estímulos y que deben y pueden ser controlados. Por eso es difícil predecir cuando va a ponerse en marcha un ataque de pánico. El impacto de la emoción en esta situación distorsiona la respuesta de la persona. De todas formas, no todas las señales de peligro alcanzan un determinado nivel de conciencia como para llegar a ella. Para que esto se produzca es necesario que se den con suficiente intensidad y duración.

Ante una emergencia la mayor parte de las personas no tienen un esquema previo de lo qué haríamos si nos vemos envueltos en la misma. Las primeras reacciones son cruciales para el salvamento de vidas. Suele ser el momento más crítico. Y las primeras reacciones están en función de distintas variables:

• Tipo de emergencia

• Gravedad del servicio

• Conocimiento del lugar

• Grado de entrenamiento

• Personas involucradas

• Experiencia anterior

• Existencia de peligros sobreañadidos

• Características individuales: edad, sexo, raza, cultura, estado de animo, etc.

Ante una situación crítica se presentan dos tipos de comportamientos inadaptados:

• De conmoción, inhibición, estupor: la persona está inundada de emociones y estímulos y se ve incapaz de reaccionar ante la situación. Se queda como paralizada.

• De agitación: la persona sufre tal excitación que su sistema nervioso se "dispara", con las correspondientes reacciones fisiológicas y cognitivas, de forma que es difícil controlarse.

De todo lo dicho podemos deducir que mantener conductas adecuadas ante una situación de emergencia depende de cómo interactúen en el proceso las distintas variables. Evidentemente, cuando estamos inmersos en una situación limite, los comportamientos más adecuados responden a conductas generales de autocontrol, que se expresan manteniendo la calma, que es básica para poder controlar la emergencia.

El objetivo personal será la preparación para dar respuestas correctas ante la emergencia. Para ello resulta necesario educarnos a través de planes de formación, de conocimiento de riesgos, de medidas preventivas, de autoprotección, etc. Planes de formación y adiestramiento con el fin de lograr la automatización de la conducta, y el control de las emociones. Así se mejora la respuesta a la emergencia.

Para estar sosegados en una situación crítica es necesario que nos formemos; aprendiendo a controlar nuestras emociones, aprendiendo a tener serenidad.

SERENIDAD… palabra que al nombrarla nos evoca paz, tranquilidad, sosiego, calma, felicidad; un equilibrio interior, armonía. Alcanzar esta meta es tarea difícil, y más aún en un momento de crisis como una emergencia sanitaria. Sin embargo, en la medida en que es una exigencia laboral, no podemos -no debemos- renunciar a conseguir lo que consideramos forma parte de nuestro quehacer. El mundo de la emergencia nos sitúa al límite de nuestra personalidad y de nuestras habilidades, quizá demasiado lejos para poder desenvolvernos en nuestro elemento. La emergencia causa precipitación, intranquilidad, inquietud y preocupación, cuando sabemos que sin tener el «corazón sosegado», reconfortado, abrigado en pensamientos positivos, de nada sirve situarnos en la vanguardia de la técnica y de la ciencia.

Según el diccionario de la Real Academia Española, se dice de una persona serena es apacible, sosegada, sin turbación física o moral. ¿Se puede recurrir a la serenidad cuando hay que afrontar situaciones limite? Sin duda, en estas circunstancias lo más común es sentirnos nerviosos, irritables o molestos, pero justamente es la actitud menos saludable.

La serenidad es una sensación de bienestar que nos permite focalizar las cosas que suceden a nuestro alrededor desde un lado positivamente activo. Las personas serenas logran pensar antes de decidir y no se sienten demasiado asustadas o ansiosas por las dificultades del servicio. (En realidad, quienes son más serenos pueden disfrutar de la vida y pensar que podrán, en algún momento, superar los problemas de la emergencia.)

Esto no significa esperar que las cosas pasen o mejoren solas. Por el contrario, se trata de actuar de acuerdo con lo que cada uno crea mejor para sí mismo y para los demás.

Tener serenidad puede requerir un arduo trabajo personal, pero resulta fundamental para enfrentarse a la adversidad. Y aunque no existe una fórmula para aprender aquellas respuestas serenas que nos sirvan, es preciso tener en cuenta la importancia de vivir el aquí y el ahora con los medios disponibles.

Por último, la serenidad no es indiferencia, complacencia, ni ignorancia. Es una actitud saludable que nos abre la posibilidad de mejorar la calidad de servicio.

PREDISPOSICIÓN DEL ANIMO

• Uno de los secretos para alcanzar una mayor serenidad es vivir con intensidad el instante presente (este servicio en concreto). Vivirlo no es suficiente, es preciso además tener conciencia vivencial. Esta serenidad depende más del empeño personal que de acontecimientos favorables, aunque creamos lo contrario. Aguardando tiempos mejores, queriendo anticipar el futuro, se pierde mucho tiempo de nuestra vida. En todo tiempo de espera hay desasosiego, intranquilidad, es decir falta de serenidad. Nos hemos acostumbrado a quererlo todo, aún aquello que está muy por encima de nuestras posibilidades y la de los demás, por eso lo que ahora tenemos siempre nos parece poco, el servicio se nos hace cuesta arriba: aquí radica nuestra desgracia.

• El término «conformarse» tiene en la actualidad únicamente un sentido peyorativo, pero también debiera

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