Emprendimiento
leidyyohanao29 de Noviembre de 2012
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¿QUÉ ES LA ÉTICA PROFESIONAL?
La ética no se limita a tratar los principios generales o los funda¬mentos de la moralidad. Esto lo hace la denominada ética general o ética fundamental. Existe también una ética especial o aplicada, la cual, como su nombre lo indica, estudia la moralidad de determinadas conductas, es decir, la aplicación de los principios generales a los problemas particulares del comportamiento. Así, por ejemplo, existe una ética de la sexualidad y la vida familiar, una ética empresarial, una ética política, una ética de la comunica¬ción, una bioética, etc. Es en este campo de la ética aplicada donde debemos ubicar la ética profe¬sional.
Por ética profesional entendemos la reflexión sistemática sobre las normas morales que regulan el comportamiento en la actividad profesional. La razón de ser de la actividad profesional tiene sus orígenes remotos en la división del trabajo y de las diferentes actividades, que fue surgiendo en la antigüedad con el desarrollo de las ciudades en las grandes civilizaciones. Unos trabajos tenían por objeto la fabricación de utensilios y vestidos, la construcción de viviendas, el cultivo de la tierra, el transporte de mercancías y actividades similares que no requerían conocimientos teóricos especiales sino el uso de la fuerza física y la destreza manual. Otros trabajo utilizaban más la inteligencia manejando diversos tipos de conocimiento que habitualmente requerían el uso de la escritura y se transmitían sólo a determinados individuos escogidos: la medicina, la administración de la justicia, el sacerdocio, la dedicación a la filosofía, al gobierno. En Grecia y Roma estos últimos se denominaban trabajos liberales, por cuanto eran reservados a los hombres libres; mientras que aquéllos, realizados por esclavos, se denominaban serviles.
Ya en esa época, quienes realizaban un trabajo o arte liberal se agrupaban por razón de la identidad laboral, con el fin de realizar mejor su función y defender el status social que les correspondía. Con el correr de los tiempos a lo largo de toda la Edad Media, fue generalizándose este espíritu de agremiación, el cual llegó a ser común entre todos los habitantes de las ciudades durante los siglos XIII-XV: los comerciantes, los artesanos, los profesores, los clérigos, los abogados, los médicos, todos estaban asociados en gre¬mios, con normas escritas que protegían los intereses del gremio. Sin embargo, no todas las agremiaciones tenían el mismo status social. Éste dependía del nivel de conocimientos teóricos que se requerían para la reali¬zación del trabajo. De ahí proviene la división entre oficios y profesiones. Oficios son aquellos que no requieren estudios especiales, sino el aprendi-zaje de determinadas técnicas manuales aliado de un experto. El término de profesión se reserva a aquellas actividades cuyo desempeño requiere la consagración previa durante varios años al estudio de la ciencia que integra¬ba los conocimientos propios de esa actividad. Esta división es muy clara ya desde el siglo XIX. Estrictamente hablando se entiende por profesión aquel conjunto de conocimientos bien delimitados que dan origen a una actividad social, a través de la cual son aplicados. El estudio requerido para adquirir dichos conocimientos se obtiene en las universidades, creadas en el siglo XIII con esa finalidad, y se denomina carrera profesional.
Uno de los mecanismos utilizados por cada profesión para mantener el pres¬tigio social y el poder económico del gremio consiste en ofrecer un trabajo o servicio profesional de calidad. Para garantizar dicha calidad, aparte del ba¬gaje de conocimientos que se certifica oficialmente mediante el título profe-sional, se crea el código moral de la profesión. Éste consiste en una serie de normas de comportamiento que son aceptadas por todos los integrantes de la profesión y cuyo cumplimiento se exige normalmente mediante juramento. Ésta es la razón de ser de los denominados códigos de ética profesional.
LUCES Y SOMBRAS EN LOS CÓDIGOS DE MORAL PROFESIONAL
Aunque no es un código de moral, en el sentido en que hoy entendemos los códigos, se considera el “Juramento de Hipócrates” el más antiguo antece¬dente de este tipo de reglamentaciones morales de la práctica profesional, en este caso la de los médicos. Por su carácter paradigmático transcribimos a continuación el texto de este juramento, distinguiendo las partes que lo conforman, y seguidamente haremos algunas consideraciones que nos per¬mitirán entender por qué hablamos de luces y sombras en los códigos de ética profesional.
El juramento hipocrático
(Introducción)
Juro por Apolo médico, por Asclepio, Higía y Panacea, así como por todos los dioses y diosas, poniéndolos por testigos, dar cumplimiento en la medida de mis fuerzas y de acuerdo con mi criterio al juramento y compromiso siguientes:
(El compromiso)
Tener al que me enseñó este arte en igual estima que a mis progenitores, compartir con él mi hacienda y tomar a mi cargo sus necesidades si le hiciese falta; considerar a sus hijos como hermanos míos y enseñarles este arte, si quieren aprenderlo, de forma gratuita y sin contrato o compromiso; hacerme cargo de la preceptiva, la instrucción oral y demás enseñanzas de mis hijos, de los de mi maestro y de los discípulos que hayan suscrito el compromiso y estén sometidos por el juramento a la ley médica, pero de nadie más.
(La terapéutica)
Haré del régimen de vida para ayuda del enfermo, según mi capacidad y recto entender. Del daño y de la injusticia le preservaré. No daré a nadie, aunque me lo pida, ningún fármaco letal, ni haré semejante sugerencia. Igualmente tampoco proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo. En pureza y santidad mantendré mi vida y mi arte. No haré uso del bisturí ni aún con los que sufren del mal de piedra. Dejaré esa práctica a los que la realizan. Al visitar una casa, entraré en ella para bien de los enfermos, absteniéndome de todo agravio intencionado o corrupción, en especial de prácticas sexuales con las personas, ya sean hombres ya mujeres, esclavos o libres. Lo que en el tratamiento o incluso fuera de él, viere u oyere en relación con la vida de los hombres, aquello que jamás deba divulgar, lo callaré teniéndolo por secreto.
(Conclusión)
Si soy fiel a este juramento y no lo quebranto, séame dado el gozar de mi vida y de mi arte, rodeado de la consideración de todos los hombres. Pero si violo y cometo perjurio, que me ocurra todo lo contrario.
(Nota: Los títulos entre paréntesis no pertenecen al texto original). Para un estudio profundo y crítico del juramento, cfr. Diego Gracia, Fundamentos de bioética, pp. 45-71)
El juramento (introducción) de carácter religioso, invocando a los dioses médicos del panteón olímpico, confiere a esta asociación de los médicos un carácter y estilo sacerdotal. Su responsabilidad profesional tiene un fundamento religioso más que jurídico. La fuerte responsabilidad moral que se imponen los asociados a sí mismos les confiere impunidad jurídi¬ca en la práctica. El médico que hace este juramento es un profeso. La profesión aparece como una proclamación pública, una promesa o con¬sagración.
El compromiso tiene dos partes, una que se refiere a las relaciones de los médicos entre sí y otra que describe las obligaciones morales del médico con el paciente. En la primera aparece el carácter de fraternidad entre los asociados, los cuales se ligan por vínculos tan fuertes como la sangre en una familia. Entre estos vínculos materiales y espirituales se encuentran el compartir los bienes y los conocimientos y el mantener el secreto: los conocimientos no se deben transmitir “a nadie más”. Todo esto hace que la moral profesional vaya segregando a quienes ejercen esa profesión del común de las relaciones sociales y colocándolos en una situación de orden superior caracterizada por cinco notas: “elección”, “segregación”, “privilegio”, “autoridad” e “impunidad”. En la segunda parte del compromiso, la terapéutica, se dan las normas fundamentales que el médico debe observar con sus pacientes, las cuales concluyen en el se¬creto profesional. El juramento termina con una bendición y una maldición, que aún hoy se utiliza, con diferentes términos, en los juramentos de graduación profesional o de toma de posesión de un cargo.
Viniendo a nuestra realidad actual, vemos que hoy es algo propio de toda profesión o grupo de profesiones afines contar con un código de moral profe¬sional. Podemos definirlo como la ordenación sistemática de los principios y normas morales establecidos por una agremiación profesional con el objeto de orientar y controlar la conducta de sus miembros, especialmente en sus relaciones mutuas y con las personas a quienes prestan sus servicios pro¬fesionales. Un código es un cuerpo de leyes o un conjunto de reglas o preceptos sobre un determinado campo de actividad humana. Dichas leyes o normas pueden ser jurídicas, en cuyo caso tenemos los diferentes códigos de derecho (civil, penal, laboral, etc.) o morales, que son los que aquí nos interesan. Las nor¬mas morales de una profesión pretenden establecer el comportamiento bá¬sico que los miembros de esa profesión deben observar para mantener el buen nombre o la honorabilidad de la profesión.
Estos códigos profesionales no son propiamente hablando códigos de “ética”, sino códigos de “moral”, por cuanto no ofrecen una reflexión filosófica sistemática
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