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La estética como disciplina


Enviado por   •  24 de Marzo de 2014  •  Tesis  •  5.377 Palabras (22 Páginas)  •  321 Visitas

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Resumen

En estas líneas se busca subrayar la importancia de la estética en la ahora promovida educación integral. Como parte de una inquietud que se extiende más allá de este escrito, se presenta un somero recorrido que comprende desde el origen de la preocupación estética como planteamiento sistemático hasta el cómo se constituye en disciplina; asimismo, abarca la evolución que ha tenido en la pedagogía. De esta manera, podremos entender algunas directrices de nuestros días que nos hablan de conocimientos significativos, de aprender en el hacer y de otras modalidades que no son del todo nuevas.

Introducción

Todas las culturas han poseído y construido no sólo una idea del hombre, también una del arte, manifiesta en las directrices de su formación estética. Esta tendencia puede ser observada en el estudio de la filosofía, de la historia y de la geografía de eventos y sistemas educativos. La estética se presenta como parte fundamental de la formación humana. El elemento estético es componente esencial irrenunciable en el equilibrio de la personalidad y de la persona. En el esfuerzo cotidiano por construirse una forma de vida, un mundo deseado o como quiera llamársele, el hombre tiende a la coronación estética de lo que hace y de su vida.

Nuestra humanidad biológica —dice Savater— necesita una confirmación posterior, necesita de un segundo nacimiento en el que por medio de nuestro propio esfuerzo y de la relación con otros humanos se confirme definitivamente el primero. Sólo llegamos plenamente a ser humanos cuando los demás nos contagian su humanidad a propósito y con nuestra complicidad. La condición humana es en parte espontaneidad natural, pero también deliberación artificial; llegar a ser humano del todo es siempre un arte.

Con constancia a veces invisible, el hombre busca la culminación de la experiencia estética. Todos hemos vivido ciertos momentos de nuestras vidas como una situación estética, algunos tal vez de manera ingenua, simple y espontánea, pero ciertamente hemos vivido momentos especiales ante, por ejemplo, un atardecer, al mirar la flor que descuella en un jardín o la grácil figura femenina que se acerca en la acera. También sentimos semejante deleite cuando concluimos con fruición un trabajo, elegimos una prenda de vestir o cuando quedamos absortos ante una representación en escena. Estos momentos son más profundos ciertamente ante una obra de arte, aunque no por ello dejan de ser instantes vividos de manera inmediata y en gran parte espontánea. Por otra parte, en un nivel diferente y no de muchos, se da también una relación reflexiva y propiamente teórica cuando tanto el crítico como el historiador de arte y el docente experimentan como vivencia estética ciertos momentos de su actividad, pero ésta es sólo una manera de vida. Ahora bien, son muchos más quienes tienen la posibilidad de experimentarla, y éstos rebasan con mucho a cualquier grupo teórico o académico; esta experiencia es posible para muchos, lo es para el contemplador desprovisto de teoría, para el sujeto capaz de asombro espontáneo, para el reflexivo, el artista, el crítico, historiador, investigador, docente y para el hombre de muchas otras ocupaciones.

La estética como disciplina

La estética como disciplina académica y filosófica es reciente, algunos, como B. Croce,1 han afirmado que surgió en los siglos XVII y XVIII y que se desarrolló vigorosamente durante las dos últimas centurias. El fundamento en que se basa esta tesis reside en la consideración de que una estética concebida como filosofía del arte no podría nacer sino en el seno de una filosofía del espíritu (a la que el pensamiento clásico, por su carácter fundamentalmente naturalista, no pudo elevarse, pero a la que sí pudo acceder), en la filosofía moderna que nace como subjetivismo y que es primordialmente subjetivista.

La filosofía antigua, sometida al concepto de la primacía del objeto y volcada esencialmente al estudio del objeto en su doble orden empírico y metaempírico, es decir, de las cosas y de las ideas o esencias, se afanó en construir sistemáticamente una física y una metafísica; sólo de manera secundaria y episódicamente llegó a ser una "psicología", es decir, una filosofía del espíritu. Por causa de su carácter objetivo y naturalista, la filosofía antigua no produjo propiamente una estética, sino normas con las que se proponía regular algunos conocimientos naturalistas relacionados con la actividad artística, como la gramática, la retórica, la poética y otras preceptivas de las artes particulares.

Tampoco el pensamiento cristiano ni el primer Renacimiento —según el mismo Croce— fueron capaces de producir una estética auténtica y específica; el primero fijaba como principal objetivo los problemas del alma, pero a causa de la trascendencia y del ascetismo en que se inspiraba fue llevado a desestimar lo que podría denominarse la forma mundana del espíritu; el segundo, excesivamente preocupado por la tarea de restaurar e interpretar las antiguas poéticas y retóricas, en materia de arte no llegó a sobrepasar el ámbito de las ideas de la antigüedad. El Renacimiento tardío concentra sus discusiones en torno a la existencia de una facultad poética distinta del intelecto; de ese modo ve surgir las premisas para la fundación de una estética considerada como disciplina filosófica, cuya primera afirmación se halla en la Ciencia nueva, de Vico (1668-1743). Con los cambios registrados en las postrimerías del Renacimiento, con las aportaciones del siglo XVIII y con la obra de Vico se da en Occidente ese subjetivismo que pudo propiciar el desarrollo de una filosofía del espíritu, y esta tendencia pudo dar origen a la estética.

En el siglo XVII, tanto Descartes (1596-1650), el fundador del subjetivismo moderno, como sus seguidores mostraron poco interés por la fantasía y la poesía, las subestimaron al considerarlas torvos modos de pensar y de conocer. Es preciso notar, sin embargo, que ya desde entonces le reconocían posibilidades cognoscitivas. De ese cartesianismo surge Leibniz (1646-1716), quien en su gnoseología reconoce una zona de conocimientos que son entre confusos y claros, en la cual se halla incluida la poesía. Este filósofo abre el camino a Baumgarten (1714-1762), quien elabora y sistematiza estos conocimientos en una disciplina específica, la scientia cognitionis sensitivas, que también llama gnoseología inferior o aesthética.

Instaurada casi contemporáneamente por Vico (1725) y por Baumgarten (1735) sin que hubiera comunicación entre ellos, la estética es la disciplina que nace para responder al problema del papel que la poesía y el arte desempeñan en la vida del espíritu y

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