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La regulación del trabajo en la globalización, la integración regional y en los tratados de libre comercio

sarres777Tesina25 de Noviembre de 2011

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La regulación del trabajo en la globalización, la integración regional y en los tratados de libre comercio

Alfredo Villavicencio Ríos*

SUMARIO: I. Globalización y comercio exterior. 1.1. Definición de la globalización y su relación con el comercio.1.1.1. Las ventajas de la globalización: apertura, competitividad, crecimiento. 1.1.2. Las desventajas de la globalización y la necesidad de impulsar su dimensión social. 1.2. Las consecuencias de la globalización en el derecho del trabajo. II. Los acuerdos de integración y sus vínculos con el derecho del trabajo. 2.1.Marco general. 2.2. Los procesos de integración. 2.2.1. Tipología de niveles de integración. 2.2.2. La apertura económica y el respeto de los derechos laborales. 2.2.3. El núcleo duro de los derechos laborales. 2.3. La dimensión social en los procesos de integración regional: la experiencia de la Unión Europea. 2.3.1. El eslabonamiento inicial: integración, crecimiento económico y solución automática de los problemas sociales. 2.3.2. Nacimiento y consolidación de la política social. III. Las regulaciones laborales en los Tratados de Libre Comercio. 3.1. Aspectos generales. 3.2. Los Tratados de Libre Comercio y su relación con las normas laborales. 3.3. Conveniencia de incluir cláusulas laborales en los Tratados de Libre Comercio. 3.4. Contenido del capítulo laboral. 3.5. Los precedentes. 3.5.1. El NAFTA y el Acuerdo Laboral de Cooperación Laboral de América del Norte. 3.5.2. El TLC entre Estados Unidos y Chile. 3.5.3. El TLC entre EE.UU.

I. Globalización y comercio exterior

1.1. Definición de la globalización y su relación con el comercio.

El concepto de globalización ha ido evolucionando a lo largo del tiempo adquiriendo en distintos contextos significados diversos y provocando varias reacciones en cada grupo de interés. En términos generales, ha sido definido como una nueva fase del capitalismo que se caracteriza por la incorporación de nuevos mercados a nivel mundial, permitiendo un crecimiento de la mercantilización, en todas las esferas del ámbito económico-productivo y político-social; ampliando los flujos de información, generados en beneficio principalmente de las empresas y de los mercados (Mercader, 2003, p. 96).

Es importante tomar en consideración que definir a la globalización solamente desde la perspectiva de la liberalización comercial limita su extensión y empobrece el debate. Es por ello que se sostiene que la globalización presenta una forma multidimensional; siendo que, en la actualidad se manifiesta en diversos planos: el económico, el social, el político y el ecológico, que a su vez están interconectados (Tamanes, 2002, p. 2). Sin embargo, para efectos de esta ponencia solo nos centraremos en la manifestación del proceso de globalización desde el ámbito productivo, por ser la que se encuentra más interconectada con las relaciones laborales .

Respecto a la manifestación económica de la globalización, se debe tener en cuenta que ésta se expresa a través de la ampliación de mercados, de la liberalización del comercio y de la integración económica (Campana, 1999, p. 21). Por lo tanto, esta tendencia ha supuesto una creciente importancia de las transacciones comerciales, así como un proceso dinámico de progresiva apertura de las economías, que incidieron en la integración tanto en el mercado de bienes y servicios, como en el mercado de factores productivos como el trabajo, ampliando también el intercambio de tecnología y de capitales (De la Dehesa, 2000, p. 1). Todo ello, ha supuesto un acercamiento creciente de los Estados, replanteando especialmente su papel en la promoción de las actividades económicas.

Es por ello que se afirma que la globalización ha significado la expansión de la economía capitalista y de sus postulados teóricos tales como la libre competencia, el libre mercado, el libre cambio, el incremento de las exportaciones, el predominio del capital financiero, entre otros (Ermida, 2003, p. 1). Sin embargo, se debe destacar que no se está frente a un proceso nuevo, pues por el contrario, la globalización económica ha tenido varias etapas de desarrollo que vienen desde hace siglos. Para García Laso (2003, p. 16), la primera etapa se llevó a cabo entre 1870-1914, mientras la segunda se inició en 1960 y dura hasta la actualidad. Estas dos etapas permiten advertir que se presenta un proceso de expansión, multiplicación y profundización de las relaciones sociales y de las instituciones, que ha producido una profunda conexión económica entre los Estados.

Diversos autores definen la globalización resaltando su papel en la vinculación más estrecha de los mercados y de los pueblos del mundo, producida gracias a los desarrollos de la tecnología y a la desaparición de las barreras artificiales que limitaban la movilidad de bienes, servicios, capitales y personas a través de las fronteras (Stiglitz, 2002, p. 37). Entre los factores que vienen determinando recientemente las características del proceso de globalización, se destaca el impulso promovido por la aparición de un nuevo sistema tecnológico que ha permitido la aceleración de la integración de los mercados a través de un desarrollo de las telecomunicaciones, de las tecnologías de la información y de la microelectrónica (Freeman, Clark & Soete, p. 35).

Respecto a los impactos de la innovación tecnológica sobre el nivel de empleo, es importante distinguir entre el efecto destrucción creadora y el efecto competitividad (Tostes, 1998, p. 98). El efecto destrucción creadora se relaciona con la creación y la destrucción de nuevos sectores a partir del reajuste en el tejido productivo motivado por las grandes innovaciones. Por su parte, el efecto competitividad es el efecto positivo sobre el empleo procedente del aumento de la demanda de los productos de una economía motivado por el proceso de modernización.

Es importante resaltar que cada nivel de análisis presenta una combinación diferente entre los dos efectos, por lo que estos impactos no son uniformes para todas las regiones, sino que dependen de su inserción económica a nivel mundial. En este sentido, se ha puesto en relieve que los países en desarrollo se encuentran en desventaja respecto a la posibilidad de generación de empleos en el nuevo contexto tecnológico, pues ellos tienden a importar las nuevas tecnologías de modo que el elemento multiplicador de este tipo de inversión con relación a los empleos utilizados en su producción puede permanecer fuera de sus economías si no se encuentran con la mano de obra adecuada a las nuevas necesidades.

1.1.1. Las ventajas de la globalización: apertura, competitividad, crecimiento.

La globalización ha puesto en marcha un proceso de cambio de gran alcance que afecta a todos (OIT, 2004, p. xi). Las nuevas tecnologías han creado un mundo más interrelacionado, el cual ha permitido reducir el nivel de aislamiento experimentado por una buena parte de los países en desarrollo. Así, el proceso de globalización ha contribuido la liberalización de los mercados, a través de los procesos de apertura de las economías al comercio mundial, lo cual implicó una mayor movilidad de bienes, servicios y capitales (De la Dehesa, 2000, p. 2), pero también de mano de obra. En efecto, el comercio mundial se ha intensificado pasando de estar estabilizado entre 1975 y 1990 en torno al 40% del PBI mundial para subir a 55% en el 2001 (OIT, 2004, p. 28). De este modo, se ha promovido una mayor internacionalización de la producción, una mayor expansión del comercio de servicios, y un aumento explosivo de las corrientes internacionales de capital, el cual ha sido avalado por la reducción de las barreras arancelarias.

Además, se han creado amplias oportunidades para el desarrollo de las empresas y de los Estados, y un conjunto de retos para hacer frente a un mundo mucho más competitivo. La temática más importante se centra en la comprensión de cómo se sitúa en este contexto América Latina, en su conjunto, y el Perú, en particular, entendiendo que las tendencias de la pasada década de crecimiento de la inversión extrajera directa en nuestras economías se ha estancado, tanto por el incremento relativo de la inversión entre los propios países desarrollados, como por la concentración de éstas en la región asiática. Según las estimaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo, en el 2003, el 71% de la inversión extranjera directa se concentraba en los propios países desarrollados, quedando para América Latina y el Caribe a penas un 6.5% del total, cifra que viene reduciéndose desde 1999 cuando llegó a 10.5% (UNCTAD, 2003). Del total de inversiones canalizadas para América del Sur, que se estima en 21,527 millones de dólares, una tercera parte fue en el 2003 para los países andinos, quedándose en el Perú 1,332 millones de dólares (CEPAL, 2003-a).

Desde esta perspectiva, la globalización ha significado una mayor interdependencia en las relaciones económicas y en las interacciones sociales y políticas del mundo. La apertura de los mercados ha permitido un aumento de las inversiones en el exterior lo cual, a su vez, generó que un gran número de empresas logren internacionalizarse, ganando mayores cuotas de participación en los mercados en los cuales se han ubicado (De la Dehesa, 2000, p. 9).

Ello nos lleva a advertir que a nivel empresarial y estatal han existido beneficios. Las empresas han logrado verse favorecidas por la globalización en tanto han estado en condiciones de atender las demandas del mercado

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