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Las acciones humanas

paswordTutorial26 de Septiembre de 2013

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La ética es la ciencia que estudia las acciones humanas en cuanto son buenas o malas. Se ocupa del deber ser, para lo cual presenta un conjunto de principios y normas que forjan el modo en que el ser humano se vuelva más virtuoso. Esta ciencia se ocupa de las acciones, pero hay un aspecto más profundo: se interesa por el sujeto agente, sus intenciones, sus disposiciones personales para actuar bien, su calidad moral. Por lo tanto, al indagar cuestiones acerca de la ética nos referimos tanto a las intenciones de las personas como a sus acciones. Ambas están relacionadas pues la calidad humana es el resultado de actuar bien.

Como tal, el rol de la ética constituye un tema de análisis instalado en el mundo académico de los negocios así como en los medios de comunicación, pero su complejo abordaje dificulta su pragmática operacionalización. La revalorización del rol de la ética en este momento histórico, nos conduce transversalmente a diversos planos de análisis: el personal, el organizacional y el macro contextual, fuertemente condicionado por la globalización. La interdependencia existente entre ellos ayuda a explicar la complejidad que enfrentamos cuando intentamos viabilizar la existencia de buenos gobiernos corporativos.

Lejos de presentarse como una cuestión histórica, evolutiva, sigue siendo imprescindible debatir qué significa ser ético en el plano personal, pues el contexto actual menoscaba el tiempo de reflexión, impactando en la posibilidad de integrar aquellos objetivos motivacionales que guían al comportamiento humano. El planteo se extiende transversalmente a la realidad organizacional, porqué las empresas deben abordar este tema desde una perspectiva estratégica, según la cual indicadores de competitividad, prestigio, imagen y valoración de las organizaciones, resultan condicionados por el hecho de sostener un comportamiento socialmente responsable. Resta preguntarse cómo se vincula este interés con el devenir del contexto global. A posteriori nos cuestionaremos si realmente las empresas logran ser ecuánimes al asumir responsabilidades más amplias, en relación a todos los grupos interdependientes, en el marco de contextos tan inciertos y competitivos.

En el plano personal existe una fuerte dificultad en los individuos para precisar qué significa ser ético. Los factores que condicionan el desarrollo de virtudes, más allá de las aspiraciones que destacan los individuos en el plano personal, son diversos: a los premios o castigos, se suma un orden convencional frágilmente consensuado o el lugar que uno ocupa en la sociedad, propiciando situaciones de iniquidad que vulneran valores como el saber, la solidaridad y la honestidad.

Avancemos en el análisis del plano organizacional: ¿por qué hablar de ética en el mundo de los negocios? La finalidad de la empresa, por ser una comunidad de personas, no es solamente producir riquezas monetarias, sino también promover el desarrollo integral del bien común, lo cual involucra a todos los públicos con los que interactúa, comunmente llamados stakeholders, entre los que incluimos a los empleados, los proveedores, los clientes, la comunidad lindera a la fábrica... por mencionar algunos.

El bien común se consigue mediante la práctica de conductas éticas por parte de las personas que componen la organización. Con base en lo anterior, incursionamos en diferentes ámbitos éticos desde los cuales es posible analizar cómo puede resultar compleja la conciliación entre los mandatos morales y las prácticas organizacionales: exigencias en el plano personal interactúan con las propias en el plano profesional; a ellas debemos sumar la ética del directivo, quién desde su función toma decisiones que condicionan a otros, por ejemplo, cuando fija objetivos, establece políticas, genera estructuras; pone en marcha un plan de incentivos, idea un sistema de control o implementa procedimientos para que otros individuos alcancen sus cometidos. Finalmente también debemos analizar la ética de la empresa como institución hacia afuera. Las organizaciones desempeñan un papel en la sociedad[1], por lo cual son responsables ante la comunidad por las implicancias de sus acciones.

Desde esta perspectiva, la ética empresarial ayuda a analizar la moralidad de los actos y su correspondiente responsabilidad (imputabilidad de las acciones); de modo que proporciona un conjunto de principios, criterios y directrices que nutren la elaboración de la filosofía, la misión, las estrategias, la cultura organizacional. Esta claro que las organizaciones tienen fines propios... el punto crítico es cómo integrarlos con los objetivos personales de sus miembros. Como académica suelo ahondar sin mayores dificultades en la construcción de la cadena de medios y fines... pero en mi actividad empresaria, no experimento la misma plasticidad... numerosas razones han contribuido a profundizar esta discrepancia teórico- empírica.

Stoner, Freeman y Gilbert[2] definen la ética como "el estudio de la forma en que nuestras decisiones afectan a los demás y [...] de los derechos y las obligaciones de las personas, de las reglas morales que las personas aplican cuando toman decisiones y de la naturaleza de la esencia de las relaciones personales" (Stoner et al., 1990: p. 106).

Dentro del conjunto de reglas existen normas negativas o prohibiciones que buscan ayudar a eliminar alternativas malas (por ejemplo: no injuriar, no mentir, no robar), pero que no indican qué es lo mejor (son condiciones muy concretas, necesarias pero no suficientes); y normas positivas o principios para la acción, cuya aplicación práctica depende de la circunstancia, por lo tanto exponen al ser humano a que utilice el sentido común y la rectitud para discernir entre lo que es o no conveniente, a que busque la mejor alternativa y luego la ejecute. Un ejemplo de estas normas es la necesidad de actuar con justicia, con honestidad.

En la búsqueda de las opciones debemos prestar atención al hecho de no tener una visión simplificada de la realidad, observar el nivel de competencia profesional o habilidades administrativas[3] que dispone la empresa para formular alternativas, así como no desatender las posibles consecuencias de las acciones.

Lo anterior supone tener en cuenta aspectos económicos (que constituyen la base del desarrollo y la continuidad organizacional), armonizados con otras exigencias éticas (no engañar a los clientes, no contaminar el ambiente, etc.). De esta manera superaremos los dilemas éticos en el ámbito laboral con mayor eficiencia. A posteriori retomaremos el análisis de lo que significa para las empresas un comportamiento responsable con miras a delinear la implementación de modelos de gestión con contenido normativo.

Finalmente, el tercer plano de análisis que propongo atravesar cuando analizamos el rol de la ética es el macro contextual: ¿cómo se vincula este interés por la ética en el mundo empresario, con el devenir del contexto global?

El capitalismo entró en una nueva dimensión cuando se introdujo en la URSS y en toda su zona de influencia, provocando cambios económicos, políticos y socio- culturales. a fines del siglo XX, asistimos a la formación de un "nuevo orden mundial"[4], esta concepción sintetiza el funcionamiento actual de las relaciones entre los estados de la comunidad internacional (Bertone de Daguerre et. al., 1998)

Se configura un sistema mundial en el que cohabitan lo global y el particularismo, en el que lo mundial estimula lo particular. Se trata de un contexto caracterizado por un mercado económico- financiero integrado, que se sustenta en un fuerte desarrollo tecnológico focalizado principalmente en la informática y en una nueva dimensión temporal que acentúa la instantaneidad, la capacidad de cambio, la velocidad de respuesta, el máximo rendimiento, el reemplazo del concepto de procesos por el de flujos. La información es un recurso que abunda y circula, la competitividad y la transparencia de las reglas de juego plantean continuos desafíos. La economía del conocimiento reemplaza a la economía de escala.

El contexto presenta entonces, un mercado globalizado que se caracteriza por intensos flujos de bienes y de capital en búsqueda de rentabilidad, eficiencia, innovación tecnológica y competitividad. Sin embargo el fenómeno de la globalización, habitualmente presentado desde esta perspectiva economicista también posee una dimensión política y socio-cultural. La internacionalización económica se asocia simultaneamente con una mundialización cultural y política. Paralelamente, cuanto más nos integramos, los estados pierden peso relativo frente a un nuevo agente social: las empresas multinacionales, transnacionales o las organizaciones sin fronteras.

De igual forma, asistimos a un proceso de interpenetración cultural que promueve la diversidad, el reafianzamiento de la identidad étnica, el pluriculturalismo. El sistema revela la coexistencia de unidades del sistema que experimentan procesos de fragmentación social, se ponen de manifiesto quienes han quedado excluídos, renace el espíritu nacionalista o expresiones extremas como el fundamentalismo islámico, mientras escuchamos y enseñamos que se revaloriza al ser humano capacitado como generador de resultados exteriores.

Como columna vertebral del fenómeno globalizador, aparece estrechamente asociado al mismo, el desarrollo tecnológico aplicado a los procesos productivos y en especial al mundo de las comunicaciones. Esta revolución técnica y científica, lejos de ser concebida como un factor amenazador, nos invita a reflexionar acerca de lo que

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