Planificacion De Escenarios
pgrez15 de Septiembre de 2014
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La Planificación por Escenarios
toma el relevo a los tradicionales modelos de previsión
incompatibles con entornos caóticos o turbulentos
El mundo económico está rodeado de un sistema caótico. La teoría del caos, la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad están ayudando a comprenderlo. La planificación por escenarios funciona de un modo más efectivo como marco para la reestructuración de las percepciones de la dirección empresarial acerca de las alternativas futuras del entorno.
El entorno caótico
La especie humana evoluciona dentro de un entorno, siempre inestable, aunque ahora nos parece más inestable que nunca. En estas condiciones, la curiosidad es una herramienta insustituible para sobrevivir.
Ahora sabemos que no existe ninguna verdad absoluta, ninguna teoría completa, unificada, que nos permita predecir las cosas que vienen, ni en el universo ni en la vida cotidiana. Los fenómenos de la naturaleza tienen una gran cantidad de accidentes, en último término cuánticos. Existen multitud de factores debidos al azar. Esto es lo que percibimos de la evolución biológica. El mundo es parcialmente ordenado pero también parcialmente desordenado. En parte regular y en parte caótico y aleatorio. Se trata de comprender ambos aspectos. Ni la evolución biológica ni la cultural son previsibles. No todo lo que ocurre en el mundo es reducible a principios.
La ciencia y la tecnología están empujando con fuerza el futuro. Esto significa, más que nunca, evolución. Debemos estar en una reorientación constante. Necesitamos renovarnos continuamente si queremos seguir participando. Lo que no debe interpretarse como dejarse llevar, adaptarse a cualquier tipo de cambio de forma indiscriminada. El sentido común, la razón y las experiencias personales, deben ayudar a señalar la dirección a la que se quiere ir. Hay que escoger el rumbo, y aunque es verdad que dentro de su libertad el ser humano está condicionado, existe la posibilidad de encontrar futuros libres sobre los que se puede actuar.
El término teoría del caos sirve para que los científicos describan una serie de fenómenos, comportamientos, sean físicos o biológicos, en apariencia fortuitos. Un análisis más detallado demuestra que responden a una norma, y a veces a una serie de ellas, nada casuales, aunque para los no introducidos responda más a la imagen de desorden.
El mundo económico también está rodeado del sistema caótico y por ello no es posible predecir su comportamiento. Sin embargo, todavía se puede comprobar como, en algunos casos, se sigue viendo a la economía como algo sujeto a sistemas mecanicistas propios del siglo XVII. Estos son los hijos de Newton, Descartes o Adam Smith. Es como si todo lo relacionado con el mundo económico ignorara las tres grandes innovaciones de este siglo: la teoría de la relatividad, la mecánica cuántica o la teoría del caos.
No obstante, carece de sentido decir que no se pude dirigir en tiempos caóticos. Una afirmación de este tipo más bien refleja una renuncia a analizar acciones, estrategias y oportunidades de estos tiempos, de los que sólo podemos asegurar que son difíciles. En estas circunstancias, lo primera tarea de los responsables de dirigir empresas es la de asegurar la capacidad de sobrevivir, maximizar las oportunidades y adaptarse al cambio.
Esa renuncia a marcar el rumbo y dejarse llevar, nos recuerda un episodio del frecuentemente citado libro, en situaciones relativas a la dirección de empresas, de Lewis Carroll, Alicia en el País de la Maravillas. Alicia le preguntaba al Señor Minino: “¿Podría usted indicarme la dirección que debo seguir desde aquí? Eso depende, le contesto el gato, de adonde quieras llegar. No me importa adonde, empezó a decir Alicia. En ese caso, contesto el Señor Minino, tampoco importa la dirección que tomes, con tal de llegar a algún lado.”
Hoy no es suficiente con hacer las cosas adecuadamente: la alta dirección debe saber llevar a cabo la acción más adecuada, formular un programa, dirigir a través de problemas estratégicos que ensombrecen el horizonte de sus empresas. ¿Nos asociamos o no con aquel competidor? ¿Ponemos en marcha la fabricación del nuevo semiconductor? ¿Sustituimos el cobre por la fibra en nuestra red, o esperamos y ahorramos millones de pesetas? Preguntas de este tipo constituyen la gran confusión de los problemas. Cualquiera que sea nuestra postura ante esta confusión de problemas, que con frecuencia puede representar la muerte o la continuación de una organización, nos llevará años saber si nuestras decisiones fueron acertadas o no.
Pero todavía más. Los problemas planteados por esta gran confusión no admiten el análisis tradicional. Resulta sencillamente imposible, descubrir el camino que nos lleve a encontrar una decisión acertada frente a las incertidumbres. Cada vez que nos enfrentamos a este tipo de situaciones de confusión, estamos ante un profundo dilema: cómo establecer el equilibrio entre predicción (en la creencia de que podemos anticipar estas incertidumbres, cuando en realidad no es posible) y parálisis, dejando que las incertidumbres nos congelen en la inactividad.
La alta dirección de las grandes empresas que se encuentran, con frecuencia, ante este tipo de dilemas, además deben soportar el peso adicional de que de sus decisiones depende el sustento de miles de personas. El cliché típico es que ante estas situaciones se sienten solos en la cumbre. Para la mayoría de estos directivos el problema se agranda por que se sienten confusos ante lo que perciben en su entorno. A pesar de todo, y como nos pasa a todos, la dirección empresarial debe tomar decisiones, y de hecho las está tomando en estos tiempos. Como sabemos, la marcha de este mundo turbulento, no va a esperar a que tengamos delante las certidumbres.
La idea sobre el futuro, a veces, un condicionante cultural
Parece que la filosofía, ahora afortunadamente de moda (ahí esta el notable éxito de la primera novela sobre la historia de la filosofía del profesor Jostein Gaarder - Oslo 1952 - El Mundo de Sofía), puede contribuir al progreso científico como globalizadora y método crítico conceptual. Es curioso comprobar como, en ocasiones, los asistentes a un curso de dirección de empresas en una escuela de negocios cualquiera, pueden tener la sensación, al comienzo, de que se han equivocado de sitio y se han metido en un aula donde se imparte un cursillo de filosofía.
Hay muchas formas opuestas de entender la vida. Una de ella es la insistencia en lo recibido, en reproducir gestos y pasos, en la reiteración de actitudes, lo que la reduce a una práctica inmovilidad, propia de seres instintivos que requieren muchísimo tiempo para introducir alguna variación en su comportamiento. La causa de esta conducta podemos verla en la preocupación por la seguridad, que cuando es obsesiva, exagerada, resulta desentendida de cualquier avance y enemiga de cualquier perturbación. Pero el progreso de la vida es implacable, por lo que hay otras maneras de entenderla, como es la del incesante renacer, la de un continuo esfuerzo de deshacernos del lastre que nos impide avanzar. Esta es una vida que se transforma en una lucha por adelantar.
Todos miramos hacia el futuro haciendo lo posible por tomar decisiones sabias, con la mirada atenta hacia las amenazantes incertidumbres. Como si todo no dependiera, por supuesto, de todo lo demás. ¿Cómo elegir el camino a seguir cuando no está claro qué negocios existirán dentro de 10, 15 años? ¿Cómo elegir la educación de nuestros hijos cuando no podemos saber en que tipo de sociedad les tocará vivir?
El mañana no esta escrito, y espero que sean pocos los profesionales de la estrategia empresarial que nieguen una verdad tan contundente. Los soñadores de la razón, también los echadores de cartas, son las que esperan que la acción humana camine hacia las metas que ellos predecían. Pero como dice Laín Entralgo, “el hecho de que el mañana no esté y no pueda estar escrito, por que el azar, la libertad, el mal cálculo son partes integrales del destino de los hombres, de los pueblos, en modo alguno excluye el deber de planearlo ilusionada y razonablemente, según lo que, entre lo posible, parezca mejor”. Es decir, preparar acciones para el futuro es un acto perfectamente razonable, aunque no ensoñación visionaria de la razón, o proyección jactanciosa de la autocomplacencia.
Los empresarios y directivos, al tomar decisiones, tratan de optimizar su conducta desde una perspectiva intertemporal, tomando decisiones en un mundo sin certidumbres. En esto influyen dos formas de enfocar la cuestión. Desde las llamadas por el premio Nobel de economía Robert E. Lucas, expectativas racionales, se predice el futuro de acuerdo con la información disponible, lo que contrasta con las expectativas adaptativas que tratan de corregir los errores del pasado.
Equivocadamente, en ocasiones, se supone que la realidad está organizada, y por tanto bastaría con abrir los ojos para percibirla. El desarrollo de los procesos de aprendizaje, de la pedagogía, de la comunicación, ayudan a comprender que para descubrir un fenómeno, una cosa, una organización, un sistema, es necesario reconstruir los elementos del objeto observado de distinta manera. Esto es así porque sólo vemos lo que somos capaces de ver. Y esto es debido a que interpretamos, asignamos significados a los estímulos con la ayuda de nuestros esquemas o modelos mentales. Un esquema es un resumen proporcionado por la experiencia. Constituyen apoyos o caminos que utilizamos para tratar de entender al mundo, aunque estos caminos pueden estar construidos con creencias y asunciones subyacente que pueden tener la capacidad
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