LA CORRIENTE DE LA CONDUCTA
Enviado por florencia012 • 30 de Marzo de 2013 • 17.557 Palabras (71 Páginas) • 794 Visitas
LA CORRIENTE DE LA CONDUCTA
Considerada transversalmente en cada uno de sus momentos particulares, la conducta constituye una estructura unitaria a pesar de la diversidad de sus manifestaciones, pero también en sentido longitudinal, a lo largo de lapsos prolongados, revela poseer unidad, porque sus ciclos sucesivos se van encadenando según una relación continua. Esta relación de continuidad es a la vez una relación de sentido, significativa, porque depende del contexto general de la individualidad de quien se conduce. Entonces es propio de los procesos de la conducta un doble carácter de continuidad y de significatividad. Nunca dejamos de conducirnos de una u otra manera, y esta continuidad es dinámica: las conductas ya verificadas motivan al sujeto a emprender otras, y en general es todo lo anteriormente actuado y experimentado lo que en parte considerable confiere o no poder estimulador a cualquier situación nueva.
Pero la conducta también expresa y satisface tendencias personales, y eso explica los caracteres peculiares que asume en los distintos individuos, así como la persistencia, consciente o inconsciente, de aquellas necesidades que no han podido ser satisfechas y que por ello vuelven a desencadenar en el tiempo actividades nuevas orientadas hacia el mismo fin.
Sea que se tomen en cuenta los comportamientos sucesivos, o esa perduración de la tensión psicológica que se manifiesta en comportamientos separados en el tiempo pero que responden a la misma necesidad, es legítimo hablar de una "corriente de la conducta" (Daniel Lagache), tal como James, para referirse a la. continuidad de la vida mental y a la vaguedad de los límites que separan un estado de conciencia de otro, habló de la "corriente de la conciencia". Corriente de la conducta es un concepto más vasto, porque engloba, naturalmente, al primero.
Dentro de ese fluir continuo del conducirse es posible sin embargo distinguir configuraciones particulares: las de diversos ciclos o segmentos de comportamiento, separados entre sí por límites generalmente imprecisos pero discriminables sin embargo. ¿A qué se denomina “ciclo” o “segmento” de comportamiento? A la sucesión de momentos o etapas que se desarrollan desde el momento en que la persona experimenta una impresión de tensión (sea ésta casi imperceptible, leve o intensa; consciente, preconsciente o inconsciente), de desequilibrio con el medio (natural, cultural o humano), que parece reclamarle algo, o por el contrario, negarle algo que ella necesita, y que concluye en cuanto ese equilibrio roto queda restablecido y la tensión desaparece. . . para volver inmediatamente a resurgir, suscitada por otras necesidades.
La unidad interna de cada ciclo o segmento de conducta es dada por la persistencia de una misma tensión o, de una misma motivación. Los ciclos de comportamiento tienen una duración muy variable, y es común además que queden incluidos unos en otros, al convertirse a su vez en objetos motivantes los recursos o medios necesarios para alcanzar el objeto originariamente perseguido. Por ejemplo, la tensión motivadora puede haber surgido del anhelo de viajar, pero para alcanzar el objeto que la hará desaparecer (la realización efectiva del viaje) es preciso obtener dinero, o conseguir alguna licencia en el trabajo, etc., y todos estos medios se convierten en los objetos propios de segmentos de conducta incluidos en el ciclo principal. El psicólogo clínico que examina las motivaciones de una persona debe hallarse siempre atento a estas distinciones, con las que se liga la significación de la conducta dentro del contexto general de las tendencias de una personalidad.
Por otra parte, cada ciclo de conducta, sea breve o prolongado, sea independiente o integrado en otro, se compone de varias fases o etapas. No hay que confundir a estas fases o etapas con las áreas de la conducta; son procesos diversos que se inician con ese estado de desequilibrio y tensión en que consiste la motivación, y en ellas intervienen igualmente operaciones del área de la mente, del cuerpo, o actuaciones en el medio externo.
Las fases
Detallaremos siguiendo el esquema de Daniel Lagache la sucesión cronológica de las diversas fases o etapas de cada ciclo de conducta. Estas son: puesta en marcha, búsqueda de medios, terminación y modificaciones secundarias.
La puesta en marcha o primer tiempo de cada segmento del comportamiento corresponde a la motivación. Esta desempeña un papel fundamental en el psiquismo porque es el motor de la conducta. Excepto en los actos reflejos en los que las reacciones no están precedidas por la motivación sino que se desatan automáticamente apenas aparece el estimulo, todas las demás actividades psíquicas emanan de ella. No es necesario que sea consciente, pero sin motivación no se verificaría ninguna de las operaciones, desde las más sencillas hasta las más complejas, que caben dentro del quehacer humano: ni beber cuando se siente sed (la sed es precisamente la motivación), ni inscribirse en una carrera universitaria, ni. criar a los hijos, programar una reunión política, fumar un cigarrillo, conquistar el espacio...
Nos limitamos aquí a una caracterización sumaria de la motivación porque sólo nos interesa ahora en cuanto momento inicial de los cielos de comportamiento, y desde esta perspectiva lo que debe tomarse en cuenta es que es vivida por el sujeto como una especie de inquietud o tensión, como una ruptura del equilibrio mantenido con el medio. En otras palabras. la motivación consiste en la activación consciente o inconsciente, agradable o desagradable, de una necesidad que a veces reviste un tono emocional intenso,- y que sólo se aquieta en cuanto el equilibrio roto es restablecido. Por ejemplo los estímulos del medio parecen exigir algo de una persona (un acto de generosidad, corregir un trabajo, ordenar un cuarto), o al revés, el medio parece poder colmar una exigencia previa (ofrece agua para la sed, un puesto para satisfacer el afán de figuración, seres en quienes volcar amor, etc.); sólo cuando los objetos correspondientes a la necesidad suscitada o brotada con espontaneidad son por fin alcanzados, la motivación cesa. Esto es, no sólo ha iniciado el ciclo de conducta, sino que persiste durante todo su transcurso. Por otra parte, los ciclos concluidos provocan por lo común nuevos estados de tensión, reactivan necesidades que originan así ciclos nuevos. El acto de caridad cumplido es estímulo para nuevos actos semejantes; corregir un trabajo induce a emprender otro; alcanzar un puesto motiva para buscar nuevas relaciones sociales, etc. Ya hemos dicho que la conducta constituye una corriente, y, para citar nuevamente a Lagache: "es motivada pero, a su vez, motivadora".
La segunda etapa es la de la elaboración de la conducta, y consiste en Ias operaciones que emprende el sujeto para lograr aquello que calmará la tensión motivante. Puede tratarse de operaciones mentales o materiales, deliberadas o automáticas. Para resolver un problema teórico un físico empleará exclusivamente sus dotes de inteligencia, pero para que un manjar resulte sabroso un cocinero deberá valerse de recursos materiales. Es muy común que, como en este último caso, sean los dos, tipos de operación los que se deben emplear, y casi siempre las operaciones mentales constituyen un ensayo previo de lo que se realizará luego en concreto.
A veces la elaboración de la conducta se verifica de una manera casi automática: se saca un cigarrillo en momentos de nerviosidad, se salta rápidamente para sortear un peligro. Aquí la aparición del estímulo, la motivación y la elaboración se dan prácticamente juntas, sin deliberación por parte del sujeto. Es lo que sucede en el caso de los hábitos en los que no interviene una motivación y en los actos instintivos. En otras situaciones la elaboración de la conducta corre a cargo de acciones materiales no gobernadas por la inteligencia, sino que son tanteos al azar: "ensayos y errores", y de otras en que, en cambio, interviene preponderantemente el área 2. Por ejemplo, cuando ante una experiencia muy frustrante se experimentan náuseas, lo que constituye una vía o medio de calmar la tensión psicológico, o cuando un calambre es la manera de no hacer algo, siendo este no hacer el objeto inconscientemente perseguido, etcétera.
La terminación del segmento de conducta coincide con la obtención de un objeto que restablece el equilibrio psicológico turbado por la activación de la necesidad. Tal objeto no tiene que ser, por cierto, un objeto real, como muchos de los ejemplos anteriores lo hacen percibir. El agua que calina la sed, la persona a quien se puede amar o el proyecto mental por fin precisado y claro, etcétera, son todos objetos, con iguales títulos unos y otros si es que sirven para reducir la tensión.
Lo que es fundamental tomar en cuenta es que la finalización del ciclo de conducta exige que se establezca un cierto contacto, real o irreal, con algún tipo de objeto. Es un aspecto del comportamiento que cabe vincular con el concepto de intencionalidad
Pero primero es necesario considerar las modificaciones o efectos secundarios que determina toda conducta. Por empezar, en el propio sujeto ya que independientemente del hecho obvio, de que la conclusión de un ciclo implica el alivio de la tensión o cese de la motivación, transforma en total su situación psicológica y suscita circunstancias psicológicas distintas. Estos son los efectos secundarios autoplástcos, que cuando revisten un carácter más o menos permanente constituyen ya un aprendizaje. Pero también existen, efectos aloplásticos: todo modo de conducirse supone directa o indirectamente una comunicación con otros seres humanos y
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