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APRIORIS PARA UNA PSICOLOGÍA DE LA CULTURA

eduardohea95Tesis24 de Agosto de 2014

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APRIORIS PARA UNA PSICOLOGÍA DE LA CULTURA

pablo fernández christlieb

departamento de psicología social

facultad de psicología

universidad nacional autónoma de méxico

pablof@servidor.unam.mx

Resumen

En este texto se intenta argumentar que el pensamiento, en especial el pensamiento cotidiano o social, se sustenta en un pensamiento más bien mítico, que no es verdadero por estar verificado, sino por ser creído, y que es en éste en el cual radica la cultura. Concretamente, la idea de espacio, de la que se derivan las ideas de profundidad, de conciencia, y del pensamiento mismo, resulta ser un pensamiento colectivo, mítico y fundamental, que no puede ser comprendido con los instrumentos de una racionalidad científica proveniente de las ciencias naturales.

Descriptores

1) pensamiento, 2) cultura, 3) espacio.

Abstract

It is argued that thinking, specially everyday and social thinking, is based on a sort of mythical thought, that which is not true because it is verified, but because we believe in. Culture belongs to it. Namely, the idea of space, and its derived ideas of deepness, profoundness, consciousness, knowledge and the very thinking itself, is basically a collective and mythical thought which can not be understood by means of scientific rationality coming out of natural sciences.

Key words

1) thinking, 2) culture, 3) space.

APRIORIS PARA UNA PSICOLOGÍA DE LA CULTURA

pablo fernández christlieb

departamento de psicología social

facultad de psicología

universidad nacional autónoma de méxico

Introducción

La cultura es una creencia en el mundo: creer que el mundo es cierto, que las especies evolucionan, que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, que hay que prepararse para el mañana, que Picasso pinta bien, que no hay que matar, que la vida es una lucha por el triunfo, que uno tiene endorfinas o neuronas en el cuerpo. El mundo no es real ni ficticio, no es conocido ni ignorado, no es experienciado ni manipulado, no es físico ni mental, y no es verdadero ni falso, o sí es todo eso, pero sólo porque ante todo es un mundo creído, lo que quiere decir que cada vez que uno se ponga a perseguir verdades o realidades u otras cosas magnas, con lo que se va a topar si no se detiene es con una creencia, con que en última instancia todo lo que sabemos se basa en una creencia. Tener una creencia es saber algo sin ningún conocimiento: saberlo por puras ganas.

Parece que sí es cierto que los incultos son los que no tienen creencias, por ejemplo los animales. Los científicos son personas que sostienen con valentía que sus conocimientos están separados de las creencias y en cambio apegados a la realidad, y a eso es a lo que llaman verdad. Esto les pasa a las psicologías de la cultura o culturales, que quieren situarse por encima de la cultura, del lado de las verdades y no del lado de las creencias, en la creencia, perdón, de que la ciencia es de primera división, y la cultura es de segunda; en este sentido, al pretender ser muy científicas y muy técnicas, solamente logran ser unas psicologías muy incultas, ya que al querer salirse ellas mismas de la cultura, resultan ser un producto menor, defectuoso, de la misma cultura que creen que explican. En fin, una verdad sería aquella creencia que puede ser sostenida por más de quince minutos, durante los cuales lo que en rigor se expone son las aplicaciones posibles o la historia de tal creencia, pero siempre hay un momento en que la verdad se calla, donde se le nota que no era verdadera sino creída. Con tres porqués que uno pregunte, la verdad no aguanta. Por lo común, verdades como la de que Dios existe, de que sabemos cómo funciona la tecnología, de que la naturaleza tiene leyes, de que somos únicos, especiales y muy importantes, no alcanzan los quince minutos de argumentación, porque en general, toda verdad y toda realidad y todo conocimiento terminan, por ahí de minuto siete, en revelar que están basados en una creencia, esto es, en algo que resulta suficiente para empezar pero que ya no es ni un enunciado, ni un dato, ni una cosa, ni una imagen ni una percepción ni nada que sirva para asegurar el conocimiento, por lo que puede decirse que, estrictamente, las únicas verdades que tenemos son las que nos creemos, y esto es la cultura.

1.- El Conocimiento Detenido (El pensamiento se detiene en el punto donde empiezan las creencias,…)

Es notorio que en las disciplinas interesadas en la naturaleza del conocimiento o del pensamiento, como son la psicología, la psicología social, la epistemología, la gnoseología, la historiografía, la filosofía o la crítica de la cultura, siempre que se rasca y se busca el fundamento del pensamiento, aparece ese piso raro, esa zona cero de la creencia pura, como un pasmo o como una pura disposición humana a hacer que la realidad exista a fuerzas de algún modo: es como la actitud de que el mundo existe-porque-existe aunque no quiera. A este punto de pasmo del conocimiento se le llama de múltiples maneras. En la dimensión del lenguaje se le encuentra en aquello que se puede llamar el revés de la metáfora, su cara oculta, es decir, en lo que no se dice pero que es precisamente lo que está presente y aunque esté ahí ni así puede decirse, o sea, en lo que aparece cuando se dice valle de lágrimas, otoño de la vida, hilo de la narración, pata de la silla, que vuelve comprensible lo que se dice aunque de ningún modo quede claro. Paul Ricoeur, quien es un autor que se dedica a averiguar qué es lo que se dice con las palabras, qué es aquello que nombra el lenguaje, dice que “lo que puede ser llevado en símbolos al lenguaje, pero que nunca pasa a ser lenguaje completamente, es siempre algo poderoso, eficaz, enérgico” (1976, p. 76), y es algo siempre callado, mudo, pasmado.

Es lo mismo que decía Frederic Bartlett acerca de la memoria, para quien, la cual, en última instancia, no es un hecho ni un acontecimiento ni una imagen, tampoco un recuerdo, sino algo más fuerte, que él denominó “actitud” (1932, p. 207), palabra que en latín se dice schema, “esquema”, pues, y que refiere a una forma de organización abstracta y sin material, como vacía, como molde, que ya luego se puede llenar con lo que se quiera . Igualmente, Serge Moscovici, un psicólogo social que hace teoría del conocimiento, y la hace muy bien tal vez por eso mismo, por ser psicólogo social, o al revés, alguna vez habló de un “esquema figurativo” (1976, p. 86), aunque sus discípulos, que prefieren las verdades a las ideas, no le hicieron caso; también le llamó “núcleo figurativo” (1984, p. 38), o “modelo figurativo” (1976, p. 87), o “paradigma figurativo” (1984, p. 39), y dijo que era aquello que, sin ser un conocimiento, organizaba desde el fondo los conocimientos cotidianos, o representaciones sociales o colectivas: el núcleo figurativo es aquello que no es el conocimiento pero que hace posible los conocimientos. Más tarde, Moscovici mismo, que prefiere las ideas a las verdades, opinó que este esquema figurativo es lo que dota de “cualidad poética” (1995) a los conocimientos cotidianos ya que les da “espesor” y “profundidad”, que es como decir que les da misterio y encanto, esto es, cualidades que no están en la racionalidad y que no pueden explicarse ni mencionarse, pero que hacen que las cosas y las palabras no aparezcan como mero dato sino como honda experiencia, asunto éste que le quita a su teoría el carácter cognoscitivo que a veces se le ha puesto, y es que, en efecto, como también mencionó (1995), el paradigma figurativo se hunde en la tectónica de lo afectivo y lo originario que es anterior al conocimiento.

2.- La Fuerza de las Creencias (…la creencia se aparece como una fuerza,…)

Este esquema figurativo que da orden y espesor a la realidad no puede en rigor compararse a un dibujo o a una imagen, esto es, no es representable, sino que es una danza de fuerzas en tensión recíproca, básicamente dos fuerzas, donde unas aplastan a las otras y otras intentan sobreponerse a las unas, y aquí aparece el dato curioso de que todos los autores parecen hablar de energías, poderes, en suma, de fuerzas, como si, en conclusión, una creencia no fuera nada más que fuerzas, que en efecto lo es, pero sobre todo, que la fuerza fuera en sí misma una creencia, que es con lo que se topa Gerald Holton, un historiador de la ciencia norteamericano, al buscar las bases de las verdades científicas y que resultan ser algo que no es verdadero, ni real, ni tampoco científico, sino precisamente mítico. Similar a Bartlett, que las llamó schemata o esquemas, Holton las llamó themata o “temas”, que quiere decir en latín “yo pongo”, es decir, que no está en la realidad sino que uno va y lo pone de su propia cosecha, esto es, los themata son lo que uno aporta de su parte para que la realidad pueda existir, y para que la verdad sea cierta, pero que más bien están sacados de la manga. En sus propias palabras, propias de académico de Harvard, los themata “son aquellos prejuicios fundamentales de una índole estable y sumamente difundida que no son directamente resolubles ni derivables a partir de la observación y del raciocinio analítico” (Holton, 1985, p. 8), o sea, son algo que no se ve pero sí se siente o se inventa y que se va a poner como si fuera verdad y formara parte de la realidad para poder construir el conocimiento . Y el thema más popular es el de la ocurrencia de un “constituyente elemental"

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