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Adolescencia Normal

constanzaguto23 de Enero de 2015

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La adolescencia normal

Un enfoque psicoanalítico

Arminda Aberastury

Mauricio Knobel

Anna Freud dice que es muy difícil señalar el límite entre lo normal y lo patológico en la adolescencia, y considera en realidad a toda la conmoción de éste período de la vida como normal, señalando además que sería anormal la presencia de un equilibrio estable durante el proceso adolescente. Podemos aceptar que la adolescencia más que una etapa estabilizada es proceso y desarrollo.

El adolescente atraviesa por desequilibrios e inestabilidad extremas. Lo que configura una entidad semipatológica, que es perturbado y perturbador, que en este proceso va a establecer su identidad. El adolescente no sólo debe enfrentar el mundo de los adultos para lo cual no está del todo preparado, sino que además debe desprenderse de su mundo infantil. El adolescente realiza tres duelos fundamentales a: el duelo por el cuerpo infantil perdido, base biológica de la adolescencia; b) el duelo por el rol y la identidad infantiles, que lo obliga a una renuncia de la dependencia y a una aceptación de responsabilidades que muchas veces desconoce, y c) el duelo por los padres de la infancia a los que persistentemente trata de retener en su personalidad buscando el refugio y la protección que ellos significan. Se une a estos duelos el duelo por la bisexualidad infantil también perdida.

En virtud de la crisis esencial de la adolescencia, esta edad es la más apta para sufrir los impactos de una realidad frustrante.

Así vemos al adolescente, de uno y otro sexo, en conflicto, en lucha, en posición marginal frente a un mundo que coarta y reprime. Es este marginarse del joven lo que puede llevarlo a la psicopatía franca, a la actividad delictiva, o puede también ser un mecanismo de defensa por el cual preserva los valores esenciales de la especie humana.

El Adolescente y la Libertad.

Los cambios psicológicos que se producen en este período llevan a una nueva relación con los padres y con el mundo. Cuando el adolescente se incluye en el mundo con este cuerpo ya maduro, la imagen que tiene de su cuerpo ha cambiado, también su identidad, y necesita entonces adquirir una ideología que le permita su adaptación al mundo y/o su acción sobre él para cambiarlo. Es un período de contradicciones, confuso, ambivalente, doloroso, caracterizado por fricciones con el medio familiar y social, todo ello lo conduce a un refugio interno para poder reconectarse con su pasado y desde allí enfrentar el futuro. La pérdida que debe aceptar el adolescente al hacer el duelo por el cuerpo es doble: la de su cuerpo de niño cuando los caracteres sexuales secundarios lo ponen ante la evidencia de su nuevo estatus y la aparición de la menstruación en la niña y el semen en el varón, que les imponen el testimonio de la definición sexual y del rol que tendrán que asumir, no sólo en la unión con la pareja sino en la procreación. Ese largo proceso de búsqueda de identidad ocupa gran parte de su energía y es la consecuencia de la pérdida de la identidad infantil que se produce cuandocomienzan los cambios corporales.

Sólo cuando su madurez biológica está acompañada por una madurez efectiva e intelectual que le permita su entrada en el mundo del adulto, estará equipado de un sistema de valores, de una ideología que confronta con la de su medio y donde el rechazo a determinadas situaciones se cumple en una crítica constructiva. Confronta sus teorías políticas y sociales y se embandera, defendiendo un ideal. Su idea de reforma del mundo se traduce en acción. Tiene una respuesta a las dificultades y desórdenes de la vida. Adquiere teorías estéticas y éticas. Confronta y soluciona sus ideas sobre la existencia o inexistencia de Dios y su posición no se acompaña por la exigencia de un sometimiento ni por la necesidad de someter.

En el primer momento esa identidad de adulto es un sentirse dolorosamente separado del medio familiar, y los cambios en su cuerpo lo obligan también al desprendimiento de su cuerpo infantil.

Ocurre que también los padres viven los duelos de los hijos, necesitan hacer el duelo por el cuerpo del hijo pequeño, por su identidad de niño y por su relación de dependencia infantil y evolucionar hacia una relación con el hijo adulto, lo que impone muchas renuncias de su parte. Es en este momento del desarrollo donde el modo en el que se otorgue la libertad es definitivo para el logro de la independencia y de la madurez del hijo.

Hasta hoy el estudio de la adolescencia se centró solamente sobre el adolescente. Este enfoque será siempre incompleto si no se toma en cuenta la otracara de problema: la ambivalencia y la resistencia de los padres a aceptar el proceso de crecimiento.

El desprecio que el adolescente muestra frente al adulto es, en parte, una defensa para eludir la depresión que le impone el desprendimiento de sus partes infantiles, pero es también un juicio de valor que debe respetarse. Además, la desidealización de las figuras parentales lo sume en el más profundo desamparo. Los padres suelen usar la dependencia económica como poder sobre el hijo, lo que crea un abismo y un resentimiento social entre las dos generaciones. El adolescente defiende sus valores y desprecia los que quiere imponer el adulto, mas aún, los siente como una trampa de la que necesita escapar.

El adolescente siente que debe planificar su vida, controlar los cambios; necesita adaptar el mundo externo a sus necesidades imperiosas, lo que explica sus deseos y necesidad de reformas sociales. Su nuevo plan de vida le exige plantearse el problema de los valores éticos, intelectuales y afectivos; implica el nacimiento de nuevos ideales y la adquisición de la capacidad de lucha para conseguirlos. Esto le impone un distanciamiento del presente y, con ello, la fantasía de proyectarse en el futuro y ser con y como los padres. Sufre crisis de susceptibilidad y de celos, exige y necesita vigilancia y dependencia, pero sin transición, surge en él un rechazo al contacto con los padres y la necesidad de independencia y de huir de ellos.

Con todo este conflicto interno, el adolescente se enfrenta en la realidad conel mundo del adulto, que al sentirse atacado, enjuiciado, molestado y amenazado por esta ola de crecimiento suele reaccionar con una total incomprensión, con rechazo y con un reforzamiento de su autoridad.

La sociedad en que vivimos con su cuadro de violencia y destrucción no ofrece suficientes garantías de sobrevida y crea una nueva dificultad para el desprendimiento. El adolescente, en la búsqueda de ideales y de figuras ideales para identificarse, se encuentra con la violencia y el poder: también los usa.

El niño mismo necesita tomarse su tiempo para hacer las paces con su cuerpo, para terminar de conformarse a él, para sentirse conforme con él. Entonces sí puede aceptar que para concebir a un hijo necesita la unión con el otro sexo, y por lo tanto debe renunciar el hombre a las fantasías de procreación dentro de su propio cuerpo y la mujer a la omnipotencia maternal. En una palabra, la única forma de aceptar el cuerpo de otro es aceptar el propio cuerpo.

Lo específico del conflicto en este período es algo totalmente inédito en el ser: su definición en la procreación y la eclosión de una gran capacidad creativa. Buscan logros y encuentran satisfacciones en ellos. Si estos logros son desestimados por los padres y la sociedad, surgen en el adolescente sufrimiento y rechazo. Pero el diálogo del adulto con el joven no pueden iniciarse en éste período, debe ser algo que ha ido aconteciendo desde el nacimiento; si no es así, el adolescente no se acerca a los adultos. A más presión parental, a másincomprensión frente al cambio, el adolescente reacciona con más violencia por desesperación y desgraciadamente es en este momento decisivo de la crisis adolescente cuando los padres recurren por lo general a dos medios de coacción: el dinero y la libertad.

Son tres las exigencias básicas de libertad que plantea el adolescente de ambos sexos a sus padres: la libertad en salidas y horarios, la libertad de defender una ideología y la libertad de vivir un amor y un trabajo. Cuando los padres responden ante la demanda de libertad restringiendo las salidas o utilizando la dependencia económica “cortando los víveres”, es que hubo algo mal llevado en la educación anterior y los padres se declaran vencidos. Valoran más el amor y el sexo y para ellos éste permite realmente “un acto de amor” y no una mera descarga o un pasatiempo o una afirmación de potencia.

Casi todos saben que la libertad sexual no es promiscuidad, pero sienten y expresan la necesidad de hacer experiencias que no siempre son totales pero que necesitan vivir. Para que puedan hacerlo tienen que hallar cierta aprobación en sus padres para no sentir culpa. Pero esta aprobación no debe tener por precio la exigencia de que informen sobre sus actos. Necesitan vivir sus experiencias para ellos. Exigir información es tan patológico como prohibir y es muy diferente a escuchar. Escuchar es el camino para entender lo que está pasando en sus hijos. El adolescente de hoy, como el de todos los tiempos, está harto de consejos, necesita hacer sus experiencias y comunicarlas, pero no quiere, no le gusta ni acepta que sus experiencias sean criticadas, calificadas, clasificadas, ni confrontadas con las de los padres. El adolescente percibe muy bien que cuando los padres comienzan a controlar el tiempo y los horarios están controlando algo más: su mundo interno, su crecimiento y su desprendimiento.

Los padres necesitarán saber que en la adolescencia temprana mujeres y varones pasan por un período de profunda dependencia donde

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