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Adolescencia Stanley


Enviado por   •  27 de Septiembre de 2012  •  4.618 Palabras (19 Páginas)  •  393 Visitas

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Al sostener que el niño y la raza humana son claves recíprocas, constantemente he sugerido explicaciones filéticas de todos los grados de probabilidad. Algunas de ellas, me parece, han sido demostradas hasta donde hoy en día es posible en este oscuro y complicado terreno. Consciente de las limitaciones y capacidades de la teoría de la recapitulación en el campo de la biología, ahora estoy convencido de que sus aplicaciones psicogenéticas tienen un método propio, y aunque todavía no llega el momento en que cualquiera de estas formulaciones pueda ser de mucho valor, he hecho mi mejor esfuerzo con cada caso que se me presentó. Junto con la idea de la enorme importancia que representa seguir relacionando la niñez y la juventud con el desarrollo de la raza humana, cada vez es mayor mi convicción de que sólo ahí podremos encontrar normas verdaderas para enfrentar la tendencia a la precocidad en el hogar, la escuela, la iglesia y la civilización en general, y también para establecer criterios tanto para diagnosticar como para medir el detenimiento y el retraso del individuo y la raza. En tanto que los individuos difieren ampliamente no sólo en edad sino también en la secuencia de las etapas de repetición de la historia de la raza, el conocimiento de las nacientes etapas y de los intereses colectivos en las diferentes edades es la mejor salvaguarda contra muchos de los frecuentes errores de la educación y la vida.

Las concepciones modernas, que cada vez hacen más eferentes todos los procesos mentales en su naturaleza psicofísica, sugieren una inminente síntesis que pueda dar a nuestra práctica época y tierra la tan anhelada y demorada ciencia del hombre. Ayudar a llevar estas tendencias a su madurez es la tarea a que deberían abocarse los pensadores orgánicos. Utilizando al máximo las lecciones del pasado, deberían liberarse también de los subjetivismos excesivos, de las limitaciones de los viejos sistemas y métodos, y sentir como deber máximo emprender la menos crítica y más constructiva labor de erigir más amplias moradas filosóficas para el alma. Si la verdad edifica, el criterio máximo de la ciencia pura es su valor educativo.

El aspecto más amplio posible de todos los hechos de la vida y la mente es educativo, y la única historia completa es la de las influencias que han hecho avanzar o retroceder el desarrollo del hombre hacia su realización, siempre ideal y perpetuamente para el futuro. Así, la psicología y la más elevada pedagogía son inseparables y únicas. Como la belleza y la bondad, la verdad no tiene otra prueba de validez que la de interesarse por satisfacer ciertas necesidades profundas, las cuales son muchas. Desde un punto de vista general, he tratado de demostrar cómo

la verdad acerca de las cuestiones del alma, en un sentido único, nunca es completa o segura sino hasta que se aplica a la educación, y ésta es por sí misma superior y diferente de todos los demás campos de aplicación, sea en lo relativo a las conclusiones científicas o a las filosóficas.

El periodo de los ocho a los 12 años es único en la vida humana: está terminando la crítica etapa de la dentición, el cerebro está a punto de alcanzar el tamaño y peso de la edad adulta, la salud está casi en su mejor estado, la actividad es mayor y mucho más variada que nunca antes o después, y existe una peculiar tolerancia, vitalidad y resistencia al cansancio. El niño desarrolla una vida propia fuera del círculo del hogar, y sus intereses naturales nunca son tan independientes de la influencia de los adultos. La percepción es muy aguda y existe una gran inmunidad al riesgo, al peligro, al accidente y a la tentación. La razón, la verdadera moralidad, la religión, la compasión, el amor y el goce estético apenas están desarrollados. Todo, en una palabra, sugiere la culminación de una etapa de la vida, como si representara lo que alguna vez fue, por un extenso y relativamente estacionario periodo, la edad de madurez en alguna remota, quizá pigmoide etapa de la evolución humana, cuando en un clima cálido las crías de nuestra especie se las ingeniaron sin la ayuda de sus padres. Las cualidades desarrolladas en este momento son filéticamente mucho más antiguas que todos los rasgos neoatávicos del cuerpo y la mente, mismos que posteriormente se superpondrían como un nuevo y más elevado piso construido sobre nuestra naturaleza primitiva. La herencia es hasta este momento más estable y segura.

Los elementos de la personalidad son escasos, pero están bien organizados sobre un plan simple y efectivo. El momento de los rasgos paleopsíquicos es grande y a menudo éstos son más fáciles de distinguir de aquellos que se añadirán más tarde. Así, el niño es padre del hombre en un nuevo sentido porque sus cualidades son indefinidamente más viejas y ya existían consolidadas desde incalculables épocas antes que de se desarrollasen atributos humanos más claros. En efecto, en el texto existen unas cuantas indicaciones indistintas establecidas acerca de una nodalidad o segmentación merística de una etapa mucho más temprana, como si entre los crecientes vaivenes de la salud alrededor de los seis años todavía pudiésemos detectar las orillas de una antigua playa púbica, actualmente alzada por encima de las corrientes de una playa en retirada a medida que la infancia se prolonga. También he ofrecido las razones que me llevaron a concluir que, a pesar de su dominio, la función de la madurez sexual y la capacidad de procrear pueden oscilar por encima o debajo de la línea de la edad, independientemente de las cualidades, por lo general tan estrechamente relacionadas con ella, de manera que mucho de lo que el sexo creó en el phylum ahora lo precede en el individuo.

Rousseau entregaría los años prepubescentes a la naturaleza y a estos impulsos hereditarios primitivos y admitiría el brote de los rasgos fundamentales del salvajismo a los doce años de edad. La psicología biológica encuentra muchas y poderosas razones para confirmar esta idea si tan sólo se pudiera ofrecer el entorno adecuado. El niño se deleita en el salvajismo y si las tendencias a lo tribal, la rapacería, la caza, la pesca, la lucha, la explotación, la holgazanería y al juego se pudieran tolerar en un ambiente rural bajo condiciones que hoy en día, por desgracia, parecen inexorablemente ideales, éstas se podrían organizar y dirigir para resultar más auténticamente humanas y liberales que todo aquello que la mejor escuela moderna puede ofrecer. Los rudimentarios órganos del alma, en esta etapa negados, pervertidos o reprimidos, que más tarde resurgen en formas amenazantes, podrían madurar en su momento para después inmunizarnos en los años de madurez, según el principio de la catarsis aristotélica, para la cual he intentado dar una aplicación más amplia en comparación con la que el estagirita

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