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Analisis Institucional

Max981eda8 de Agosto de 2013

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Federación de Educadores Bonaerenses

D .F. Sarmiento

Departamento de Apoyo Documental e-mail: documentacionfeb@uol.sinectis.com.ar

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Fernández, L. Instituciones educativas. Dinámicas institucionales en situaciones

críticas. Paidós. Bs. As. 1994.

(Ficha Bibliográfica)

PARTE PRIMERA

Análisis de las instituciones educativas. Aportes al diseño de un modelo de análisis

Capítulo I

Introducción a las instituciones, protección y sufrimiento.

El movimiento institucional.

Una institución es en principio un objeto cultural que expresa cierta cuota de poder

social. Nos referimos a las normas-valor que adquieren fuerza en la organización social

de un grupo o a la concreción de las normas-valor en establecimientos, la institución

expresa la posibilidad de lo grupal o colectivo para regular el comportamiento

individual.

El nacimiento y el acontecer del sujeto humano se producen en una trama de

relaciones y sucesos pautados por instituciones de diverso nivel de generalidad y

pregnancia que, paulatinamente y por el proceso de socialización, pasan a formar parte

del interior de la subjetividad y a funcionar como un regulador social interno.

La primera autoridad, la paterna, se hace carne con una fuerza que combina la que

deriva del peligro que significa para el niño desestimar las órdenes del padre, con la que

proviene de los riesgos fantaseados e investidos por terrores arcaicos.

El núcleo del terror queda disponible para expresarse como culpa y remordimiento

frente a la trasgresión, y funciona como un organizador o un atribuidor de potencia para

el resto de las normas sociales que se hacen propias.

Las instituciones funcionan como un código que, por su capacidad de proponer

significados establecidos, permite hacer orden y concierto en la masa del estímulo

social.

Violar los marcos que estas establecen, desviarse de ellas, contestarlas

críticamente, no acarrean sólo el riesgo del castigo externo e interno de la autoridad.

Significan, además, correr el peligro de ser desmembrado del cuerpo grupal y

también (y pero aún) de derivar hacia una posición irreversible de extranjero (ese de que

queda despojado de la posibilidad de poner organización y atribuir sentido a los

estímulos sociales).

El esquema descriptivo que estamos utilizando alude a:

 Un conjunto amplio de sujetos humanos y su particular forma de organización,

que les permite asegurar las posibilidades básicas para subsistir: abrigo,

alimento, cuidado, afecto.

 Un conjunto de producciones culturales que procuran sostener esta

organización porque ha demostrado ser útil.

 Un proceso que posibilita este sostén, la socialización, y otros que acuden a

apoyarlo en sus efectos, los del control social.

 Una tensión inevitable entre los deseos de los individuos y la necesidad de

amoldarlos a la forma social admitida.

 Otro conjunto de producciones culturales destinadas a convencer y generar la

decisión que exige el sacrificio del deseo individual en pro de la estabilidad

colectiva.

Incluyamos un nivel de complicación. Las instituciones que preservan la

subsistencia del conjunto social son también maneras de preservar la particular forma

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como se ha distribuido el poder para el uso privilegiado de bienes económicos, sociales

y culturales.

A los riesgos que conlleva el desobedecer los modos de ver y hacer que ellas

pautan, se suma entonces el peligro que acarrea la reacción y la venganza de los grupos,

las personas o sectores que se ven amenazados por ese poder o cuestionados en sus

derechos.

Cuando las instituciones se singularizan en la forma de una unidad organizacional

concreta –los establecimientos institucionales– definen un espacio gráfico, imaginario y

simbólico en el que, por jugarse las tensiones antes señaladas, el sujeto humano

encuentra a la vez un lugar de seguridad, pertenencia y desarrollo que contiene en el

mismo ámbito la enajenación, la exclusión y el sufrimiento.

Cada establecimiento institucional configura un ámbito en donde se reproduce en

parte la configuración social general y en donde se generan formas peculiares de

organización e instituciones singulares que las legitiman y garantizan. De hecho tienen

en el concierto social un grado relativo de autonomía que les permite especificarse y

diferenciarse como un ámbito capaz de generar una cultura singular.

Un nuevo orden de significados, reglas y valores debe generarse para garantizar la

persistencia de los modos de funcionamiento que aseguran la vida del establecimiento.

Ellos, por supuesto, se asientan en cierta división del trabajo y una asignación

diferencial de poder. Generan los propios y configuran, así, un nivel más sofisticado de

tensiones: las que provienen de la renuncia a aspectos del proyecto personal en función

del proyecto institucional, y las que provienen de la microdinámica del poder entre los

diferentes grupos y sectores funcionales.

Las instituciones son producciones de la vida social que aseguran la persistencia

de las condiciones garantes de su continuidad en la modalidad y dirección que funciona

como legítima. Como esta modalidad legítima contiene la particular solución que la

historia del conjunto ha dado a los problemas de la subsistencia y a los de la

distribución de privilegios para el uso de distintos bienes, de hecho las instituciones

sociales se convierten en la garantía de su persistencia.

Los enfoques institucionales.

Las prácticas de intervención institucional han encontrado en este análisis sustento

teórico alternativo o articuladamente en las teorías psicoanalíticas dentro del campo de

la psicología, y en aquellas teorías sociales que centran su preocupación en el estudio de

la tensión y el conflicto como sustrato de la dinámica social.

La mirada de un problema desde un enfoque institucional será una mirada que

procura desmontar el conjunto de explicaciones que lo ubican en un orden natural y se

interrogará por sus diversos niveles de significado.

El requisito para que esta mirada sea posible está en constituir un punto de

intersección en el que concurran las miradas de múltiples actores. El conocimiento de lo

institucional y su organización teórica es siempre resultado de una práctica colectiva.

Por ser el producto de la interacción de varios que se conciertan para comprender

un hecho tiene de por sí el efecto de un encuentro en el que a un tiempo se hace

consciente y carne el tiempo previo de desencuentros.

Por ser el momento de enfrentar lo habitualmente oculto reúne la vivencia del

temor y la incertidumbre con el deslumbramiento que provoca la potencia de un

concierto capaz de facetar (en el sinnúmero de matices que diseña la intersección de las

miradas) las caras conocidas de una realidad que deja de ser habitual para convertirse en

profundamente propia.

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En la medida en que la mirada colectiva encuentra las tensiones y motivos de los

hechos, se encadena imperceptible pero consistentemente con el deseo de

transformación. Las propuestas englobadas habitualmente como prácticas

institucionales coinciden en un número importante de supuestos. Entre los que resultan

de interés destacar encontramos:

 Existe en toda organización social –grupos u organizaciones de cualquier

índole- un monto de conocimiento que permanece oculto y cuya revelación es

soslayada cuando no impedida por medios de diversa potencia represiva. Se

trata del conocimiento relacionado con el origen social y cultural de una serie

de rasgos que con diversas manifestaciones se plantean como naturales o

normales.

 No sólo este conocimiento es el que se tiene sobre las causas de las diferencias

sociales y las de la enajenación sino que, en sí mismo, por permanecer vedado,

es determinante de mayor enajenación y de mayores diferencias.

 Los grupos y sectores que en una formación social se benefician de una

estabilidad mantenida por la ocultación de este conocimiento sostienen fuertes

barreras y operan activamente para impedir su develamiento y difusión.

 También resisten este develamiento las personas perjudicadas por el

ocultamiento. Ellas también son portadoras de las diferencias y las defienden a

partir de una concepción del mundo que las incluye.

 La liberación del conocimiento y su circulación tienen en sí un efecto

liberador. Generan movimientos sociales que procuran la transformación de

las condiciones de enajenación e injusticia. También en los individuos

permiten la recuperación de la capacidad para pensar la realidad con mayor

autonomía y desencadenan

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