CASO JUANITO
socovaz26 de Noviembre de 2012
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II
HISTORIA CLÍNICA Y ANÁLISIS
Caso juanito
“SEÑOR profesor: de nuevo me permito enviarle una serie de notas y observaciones sobre
Juanito, y esta vez, desgraciadamente, como aportaciones a una historia clínica. Como verá usted
por ellas, Juanito presenta, desde hace algunos días, trastornos nerviosos que nos tienen muy
intranquilos, pues no sabemos cómo librarle de ellos. En consecuencia le ruego me dé hora para
acudir mañana a consultarle. Por lo pronto le remito mis últimas anotaciones.”“Como base de la
perturbación nerviosa sospecho una sobreexcitación sexual debida a los mimos de la madre. Lo que
no puedo indicar es el último estímulo que ha provocado la emergencia de la enfermedad. El miedo
a que un caballo le muerda en la calle parece hallarse relacionado en alguna forma con el susto
experimentado por la vista de un pene de grandes proporciones. Ya sabe usted, por anteriores
anotaciones mías, que Juanito observó, ya en edad muy temprana el pene desmesurado del caballo
y dedujo, por entonces, que su madre, siendo tan mayor debía tener una cosita de hacer pipí como
la de un caballo.”
“Pero no sé qué deducir de todo esto. ¿Ha tropezado acaso con algún exhibicionista? ¿O se
relaciona todo exclusivamente con su madre? No nos es nada agradable que empiece ya a
plantearnos enigmas. Aparte del miedo a salir a la calle y de la depresión de ánimo que le acomete
al anochecer, es el mismo de siempre, alegre y tranquilo.”Dejando a un lado la comprensible
preocupación del padre y sus tentativas de explicación, examinaremos objetivamente el material
comunicado. Nuestra misión no es “comprender” en el acto un caso patológico. Ello puede venir
después cuando ya hayamos extraído de él impresiones suficientes. Por lo pronto dejamos en
suspenso nuestro juicio y nos limitamos a acoger todo lo observable, con idéntica cuidadosa
atención.
He aquí las primeras anotaciones, procedentes de los días iniciales del mes de enero del año
actual (1908):”Juanito (cuatro años y nueve meses) se levanta hoy llorando. Interrogado por su
madre sobre las causas de su llanto, responde: “Mientras dormía he pensado que te habías ido y que
no tenía ya una mamá que me acariciase.”“Trátase, pues, de un sueño de angustia.”“Ya este verano,
en Gmunden, observé algo análogo. Por las noches, al acostarse, se ponía muy tierno y una vez
aludió a la posibilidad de que su madre se marchase, diciendo: “Cuando no tenga ya mamá…”, “Si
mamá se marcha…” o algo parecido, pues no recuerdo exactamente sus palabras.
Desgraciadamente, siempre que mostraba tan elegíaco estado de ánimo su madre, enternecida, le
acogía en su cama.”
“El 5 de enero se encarama por la mañana en la cama de su madre y le dice: “¿Sabes lo que dijo
una vez tía M…?” Pues dijo: “¡Qué cosita más linda tiene!” (Tía M… había pasado con nosotros
unos cuantos días del mes anterior. Asistiendo una vez al baño de Juanito, había dicho,
efectivamente, en voz baja, a mi mujer, la frase citada. Juanito la oyó e intenta ahora
aprovecharla)”.”El 7 de enero Juanito sale con su niñera, como de costumbre, para ir a pasear por el
parque. Pero una vez en la calle se echa a llorar y pide que le vuelvan a casa, pues quiere que su
madre le “mime”. Interrogado en casa por qué se ha negado a seguir adelante y por qué ha llorado,
no quiere decirlo. Hasta la noche se muestra alegre y risueño como de costumbre. Pero al llegar la
noche se ve claramente que tiene miedo, llora y no hay modo de separarlo de su madre. Quiere que
le “mimen” de nuevo. Luego se tranquiliza y duerme bien.”
“El 8 de enero su madre se propone salir con él para ver por sí misma qué le pasa. Quiere
llevarle a Schönbrunn, lugar que siempre le ha gustado mucho. Juanito no quiere salir, llora de
nuevo y tiene miedo. Por fin se convence y sale con su madre, pero en la calle se le advierte
visiblemente atemorizado. Al regresar de Schönbrunn y después de mucho resistirse confiesa a su madre la causa de sus temores: “Tenía miedo de que me mordiese un caballo”. (Realmente su
intranquilidad subió de punto en Schönbrunn a la vista de un caballo). Por la noche tuvo un acceso
semejante al del día anterior, con ansiosa demanda de “mimo”. Intentaron calmarle y dijo llorando:
“Ya sé que mañana tendré que salir otra vez de paseo”. Y luego: “El caballo entrará en mi cuarto.”
Este mismo día le preguntó su madre si cuando estaba en la cama se cogía la cosita. Respondió
“Sí; todas las noches, cuando estoy acostado”.Al día siguiente, 9 de enero, antes de acostarle a
dormir la siesta, se le advierte que no debe tocarse para nada la cosita. Interrogado sobre ello al
despertar, contesta que se la ha cogido poquito.Tal sería, pues, el principio de la angustia y la fobia.
Observamos ya, que existen motivos bastantes para considerarlas por separado. Por lo demás, el
material dado nos parece plenamente suficiente para orientarnos y ningún otro período es tan
favorable para llegar a la comprensión de estos trastornos como su estado inicial, desgraciadamente
descuidado o silenciado en la mayoría de los casos. La perturbación comienza aquí con ideas
cariñosas y angustiadas, y luego con un sueño de angustia. El contenido de este último es que su
madre va a marcharse y no podrá ya “mimarle”. Su ternura hacia la madre ha debido, pues,
experimentar una enorme intensificación. Tal sería el fenómeno básico del estado patológico.
Recordaremos, para confirmarlo así, las dos tentativas de seducción de que Juanito hace objeto a su
madre: la primera todavía en el curso del veraneo, y la segunda, reducida a una alabanza de sus
propios genitales, muy poco antes de la emergencia de la angustia al salir a la calle. Tal
intensificada ternura hacia la madre es lo que se convierte en angustia; aquello, que, según nuestra
tecnología analítica, sucumbe a la represión. Ignoramos todavía de dónde procede el impulso que
desencadena la represión. Es posible que haya sido provocada simplemente por la intensidad del
impulso, imposible de dominar para el niño; o también que hayan colaborado a ella otros poderes
que desconocemos. Más adelante lo averiguaremos. Esta angustia, correspondiente a un deseo
erótico reprimido, carece, en un principio, de objeto, como toda angustia infantil. Es aún angustia y
no miedo. El niño no puede saber de que tiene miedo, y si Juanito, en su primer paseo con la niñera
no quiere decir a qué tiene miedo, es porque realmente no lo sabe. Dice lo que sabe: que echa de
menos en la calle a su madre, con la que puede “hacer mimitos”, y que no quiere estar sin ella.
Confiesa aquí, con toda sinceridad, el primer sentido de su repugnancia a salir a la calle.
También sus estados de angustia, repetidos en dos noches consecutivas al llegar la hora de
acostarse, y todavía claramente matizados de ternura, demuestran que al principio de la enfermedad
no existía aún una fobia a la calle, al paseo o los caballos. De otro modo, sus estados crepusculares
serían inexplicables, pues ¿quién piensa en salir a la calle o de paseo en el momento de acostarse?
En cambio, vemos claramente que le da miedo al anochecer, cuando llegada la hora de acostarse le
acomete con redoblada intensidad la libido cuyo objeto es la madre y cuyo fin pudiera ser, quizá,
dormir con ella en su cama. Sabe por experiencia que tales estados de ánimo suyos movían en
Gmunden a su madre a acogerle en su lecho, y quisiera conseguir aquí en Viena idéntico resultado.
No debemos tampoco olvidar a este respecto que en Gmunden permaneció a veces solo con la
madre, ya que el padre no podía faltar de Viena constantemente durante el transcurso de las
vacaciones; ni tampoco que allí dividía su ternura entre toda una serie de amiguitos y amiguitas, de
los que aquí carece, de modo que su libido ha podido retornar indivisa y completa a la madre.
La angustia corresponde, pues, a un deseo reprimido, pero no es lo mismo que el deseo. Hemos
de tener en cuenta la represión. El deseo se convierte totalmente en satisfacción cuando se le aporta
el objeto deseado. En la angustia no sirve ya esta terapia. La angustia perdura aun cuando el deseo
pudiera ser satisfecho. No puede ser ya totalmente retransformada en libido. Hay algo que la
mantiene en la represión. Así se demuestra en Juanito cuando al día siguiente sale ya de paseo con
su madre. Va al lado de su madre y sin embargo tiene angustia, esto es, deseo insatisfecho de ella.
Desde luego, tal angustia es ya menos intensa, pues accede a continuar el paseo, en tanto que el día
anterior había obligado a la muchacha a regresar a casa. Por otra parte tampoco la calle es el lugar
más apropiado para “hacer mimitos” o lo que el pequeño enamorado deseara. Pero la angustia ha resistido la prueba y tiene que hallar ahora un objeto. En este segundo paseo es cuando Juanito
manifiesta por vez primera su miedo a que le
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