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CONFRONTACIÓN INTERGENERACIONAL.


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2013  •  987 Palabras (4 Páginas)  •  284 Visitas

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CONFRONTACIÓN INTERGENERACIONAL.

Las crisis van sucediendo a lo largo de la vida, algunas son más notorias que otras, siendo durante la adolescencia de los hijos, que ocurre una de las que más llaman la atención puesto que involucra una clara confrontación de los padres con ellos.

Esta confrontación consiste en que el adolescente se va separando de la autoridad parental y de los hermanos, lo que es angustiante pero necesario. Necesario para que el hijo pueda afinar su conformación como alguien diferente de los padres y hermanos, de la familia toda. Es entonces parte de la adquisición de la propia autonomía. Hasta aquí, parece que todos podemos entender que el ser humano requiere de cambios y esperamos que estos cambios lo lleven a poder valerse por sí mismo, pero estos movimientos implican el surgimiento del odio y la agresividad, que son dos emociones y requerimientos fundamentales para diferenciarse de los otros y que los otros lo perciban como diferente y que además posibilitan que se genere una tensión que va a colocar a las generaciones en lugares diferentes, porque de hecho así se sitúan, queramos reconocerlo o no.

La manifestación de estas emociones no es agradable para la mayor parte de los padres, por lo que tratan de evitarla a toda costa, negando incluso su presencia y con ella la de la ambivalencia y la frustración, así como la vivencia de incompletud, que son inherentes a todos los seres humanos. Sus intentos los llevan a presentarse ante sí mismos y ante los hijos como proveedores permanentes de amor y de abundancia, pero constituye esto un ejercicio omnipotente de control abierto o encubierto. Existen evidentemente casos claramente opuestos en los que se expone a los hijos a la vida sin prestarles ningún apoyo, ni físico ni psicológico, siendo estos casos extremos generadores de problemáticas en los hijos:

Si se es excesivamente indulgente, lo más probable es que bajo la percepción de tanto amor recibido, la agresión normal se dirija hacia sí y sea posteriormente demasiado exigente consigo mismo y se autocastigue y, en el caso opuesto de que se trate de padres poco o nada amorosos, el sujeto dirigirá toda su agresividad hacia afuera. Ninguno de los casos es el mejor.

El adolescente requiere de la presencia de los padres constantemente ya no solo como modelos a seguir como en la infancia, sino también como alguien que le permita, dentro de la tensión intergeneracional, confrontarse con alguien de carne y hueso, que le proponga límites dentro de los cuales se pueda mover confiablemente, sin obligarle a ello, alguien con quien pueda discutir sus propias ideas, incluso y sobre todo si difieren de las que cotidianamente habían venido manejando los padres.

Es también claro que el adolescente requiere desligarse de las figuras paternas, pero aquellos padres que desean cubrir cualquier sensación de falta en los hijos y que hacen como si no existieran o bien sofocan el odio y la ambivalencia de los hijos, crean en ellos

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