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Caso Violacion


Enviado por   •  26 de Diciembre de 2014  •  3.103 Palabras (13 Páginas)  •  270 Visitas

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VIOLACIÓN: POR QUÉ CONTARLO TODO Por: Redacción / Sinembargo - junio 14 de 2014 - 0:00 INVESTIGACIONES, Investigaciones especiales, México, Revista SD, TIEMPO REAL, Último minuto - 40 comentarios La autora de este texto fue violada por un compañero en la universidad. Durante años guardó silencio por las razones que son más que comunes: por temor a que no le creyeran, al descrédito; por miedo a las autoridades, que suelen criminalizar a las víctimas. Ahora ha decidido contarlo “con la esperanza de que se haga algo por corregir y fortalecer el proceder de la justicia mexicana al tipificar y condenar el abuso sexual”. Agrega: “Necesitamos gente en las escuelas y universidades con una capacitación completa sobre cómo manejar la violencia sexual entre sus estudiantes y orientar a las víctimas. Una revisión de la leyes civiles sobre la definición y penalización de la violencia sexual, así como la creación de normatividad pertinente en las instituciones educativas, son un paso de gigante en la dirección correcta.” Por razones fáciles de comprender, SinEmbargo se reserva el nombre de la víctima… Después de haber escrito, reescrito, borrado y alterado estas palabras, dudé si debería darlas a conocer. Puede ser que llegue a arrepentirme. Pero sé que ese arrepentimiento no se compararía, ni remotamente, con seguir escondida detrás de mi silencio por más años. Creo que ya permanecí así los suficientes y, sean muchos o sean pocos, merezco ser libre por el resto de los que me quedan. Tenía 19 años y estaba en mi primer semestre en la Universidad de las Américas Puebla. Hacía apenas tres o cuatro meses que me había mudado a Cholula, era foránea y no conocía a nadie en la ciudad o en el estado. Las chicas que compartían el piso conmigo en las residencias de la universidad eran lo más cercano a un grupo de amigas que tenía. Conocía a varios de mis compañeros de generación, pero mi relación con ellos no se extendía más allá de los muros del salón de clases. Todos, menos uno. Comenzamos a hacernos cercanos. Nos frecuentábamos cada vez más. Yo no soy tan sociable, pero él se hizo mi amigo con mucha facilidad: era simpático, extrovertido y bromista. Se convirtió en mi mejor amigo. Aquél día, había ido a visitarme a las residencias de la universidad después de salir de su clase. Estábamos hablando en mi cuarto cuando se acercó y me besó. Me desorienté y dudé sobre cómo reaccionar. Al mismo tiempo me sentí nerviosa e inocentemente halagada. Sin saber exactamente cómo ocurrió, mientras me besaba le dio un tirón a mi pantalón. Ante la incredulidad de distinguir lo que él pretendía que pasara, mi cabeza no reaccionó. Pero mis manos sí. Intentaron detener las suyas y quitarlas de mi cuerpo. Mis piernas también trataron de quitármelo de encima. Pero ante mi resistencia, él opuso más fuerza en todo su cuerpo y en sus movimientos. Consiguió bajarme el pantalón y mi ropa interior de un tirón. Yo aún me resistía: se contorsionaban mis piernas y forcejeaba por apartarlo. Hasta el momento en que me despojó de mi ropa, no llegué a pensar que realmente me violaría. Durante los escasos dos minutos que me forzó, mi cuerpo temblaba y se sacudía. No duró mucho tiempo. Me soltó porque comencé a llorar. VIOLACION_03 Sólo entonces pareció darse cuenta de lo que había hecho. Se bajó de mi cama y se hizo un ovillo al lado de ella, en el suelo. En voz alta se repitió una y otra vez “qué hice, qué hice”, al tiempo que me pedía disculpas. Mi cabeza estaba en blanco ¿Qué acababa de suceder? No lo podía creer. No podía ser cierto. Sal. Corre. Dile a alguien, ¡haz algo! Sentí miedo, culpa y vergüenza. Quién iba a creerme. No iban a hacerlo. Sólo me regañarían por tener, contra las reglas, a una persona del sexo opuesto en mi habitación. Tampoco reaccioné. Mi cerebro se destrozaba por llamar con ésa palabra a lo que había ocurrido: violación. ¿Violación? ¡No, claro que no! Quería arrancarme la palabra de la cabeza. No, no, un accidente. Fue un accidente. Seguía en shock cuando lo calmé y le dije que no se preocupara, que todo estaba bien. No me compadecí de mí: lo único que hice fue sentir lástima por él. ¿Quién quiere ser víctima de una violación? Nadie. Es más fácil negarlo. Como si absolutamente nada hubiera sucedido, seguimos viéndonos y siendo amigos. Yo tenía miedo de que, si no hacía que las cosas siguieran como siempre, él le dijera a todo el mundo lo fácil que era yo. Me señalarían como “una cualquiera”, una “niña pública”, “de moral relajada”, en fin, ustedes se saben todos los sinónimos y eufemismos. En pocas palabras: una niña que no vale nada. Nadie en la universidad me conocía. Todos lo creerían sin pensarlo. Tiempo después supe que, de todas formas, sí me tuvieron en ésos términos. Años después entendí que inconscientemente también lo manejé así porque si salía con él, si llegaba a ser mi pareja, entonces eso definitivamente no habría sido una violación. Todo estaría bien y ya no sentiría que no tuve ningún control sobre mí, sobre el sexo. En todo ese tiempo, sólo a una persona intenté decirle lo que había ocurrido. Me acerqué a ella y le pregunté: si te hacen tener sexo y tú no querías, ¿eso es violación? Ella me contestó que sí vaga y distraídamente, como quien comenta que si podría llover durante la tarde. No lo hablé con nadie más por miedo a que no me creyeran o, peor, que me dieran un montón de explicaciones para justificar la agresión: que él no sabía lo que estaba haciendo, que no debería estar en mi dormitorio para empezar. Que fue un accidente, que lo superara y lo perdonara. Que era un problema entre él y yo, que yo también era responsable. Que yo lo provoqué, que di pie a que sucediera. Que yo lo permití, que yo me lo busqué. No fue sino hasta cuatro años después, que leí en una noticia y un texto en blog, que reaccioné sobre lo que mi inconsciente se había empeñado tanto en ignorar, negar y enterrar. *** ¿Por qué no hice nada? El sólo hecho de pensar que había sido violada me hacía sentir culpable. Cómo me atrevía a pensar eso. Todas nos creemos la mentira de que las vidas de millones de hombres son destruidas tras ser falsamente acusados de violación. Cómo podía pensar así de él, podría arruinar su vida, cómo iba a hacerle eso. Era mi compañero de clases, mi mejor amigo. ¿Cómo iba a sentenciarlo de ésa manera? Durante el resto del día, y por los siguientes cuatro años, me preguntaba si me había o no violado. Pero me enfermaba el sólo pensamiento de decirle a alguien “me violaron”. No es fácil admitir que eres víctima de una violación. Nadie quiere serlo. Te

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