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Desarrollo De La Personalidad

sandytorres4 de Junio de 2012

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Esta narrativa personal ejemplifica numerosas características prototípicas de la descripción de uno mismo durante la adolescencia media, características únicas de este fascinante periodo de transición de desarrollo. Somos testigos de un autorretrato introspectivo expresado en el lenguaje de los rasgos de la personalidad (aborrecible, tolerante, introvertida, popular, alegre, deprimida), muchos de los cuales parecen ser contradictorios. Entresacamos que la manifestación de diferentes personalidades en distintos contextos sociales es causa de preocupación, ya que el adolescente lucha para reconciliar esas diferentes personalidades y para determinar cual es el “verdadero yo”. La experimentación con el personaje propio, y la determinación de si éste provoca afirmación o denigración de parte de los demás, suele ser una experiencia emocional para el adolescente preocupado por el desafío de la definición de sí mismo. Esta introspección no se limita al presente sino que se extiende a la personalidad futura de uno, lo que a uno le gustaría llegar a ser.

Sin embargo, estos procesos no ocurren dentro de un vacío introspectivo. La personalidad es una construcción social. Por ejemplo, el grupo de compañeros cobra mucha importancia como fuente de valores, de orientaciones, de retroalimentación y de comparación social. Las expectativas, evaluaciones y exhortaciones de los padres también tienen un papel importante y bien pueden entrar en conflicto con los valores de la cultura de los compañeros. Por consiguiente, “En busca de la identidad” define un drama importante que se descubre en la escena central durante la adolescencia, con un reparto complicado de personajes que no siempre hablan con la misma voz.

En este capítulo, examinaré primero aquellos factores que dan origen a esas características típicas del concepto de sí mismo del adolescente. La adolescencia representa un fascinante periodo de transición, marcado por la emergencia de nuevas capacidades cognoscitivas y cambiantes expectativas sociales que, en conjunto, moldean y afectan profundamente la propia naturaleza del concepto de sí mismo. Los adolescentes que recorren exitosamente el proceso del desarrollo de la identidad llegan a adquirir un sentido claro y consolidado de verdadera identidad que es realista y que incorporan, el que servirá de base a un posterior desarrollo de la identidad. Cuando no se logra salir con éxito de esta agua, pueden originarse varios riesgos psicológicos potenciales, entre ellos: un concepto de sí mismo distorsionado o irreal, la incapacidad de integrar la personalidad a muchos papeles, conflictos ante aparentes contradicciones de la personalidad, manifestaciones inadaptativas o perturbadoras de identidades falsas y definiciones de la identidad que responden, sobre todo, a los criterios y deseos de los demás. Cualquiera de éstos puede obstaculizar el desarrollo de un sentido integrado, incorporado de la identidad que promoverá la búsqueda de una identidad futura significativa.

Ahondaré entonces en el tema de la evaluación propia, centrándome en la autoestima del adolescente. ¿Por qué algunos de los jóvenes tienen su identidad en gran estima en tanto que otros tienen muy poca autoestima? ¿Qué origina esas diferencias y sobre qué base se elaboran las evaluaciones tanto específicas como generales de la personalidad? ¿Son esas actitudes relativamente estables, o bien son susceptibles de cambio?

Por lo demás, ¿qué impacto, si lo hay, tiene una baja o alta autoestima en las reacciones emocionales y la conducta de los adolescentes? ¿Qué función desempeña la autoestima en las vidas de los adolescentes? Las publicaciones revelan que la autoestima positiva sirve de defensa ante la tensión y suele asociarse con una amplia gama de estrategias productivas de adaptación. Además, se vincula claramente con mayor motivación y estados emocionales positivos. En cambio, los individuos con baja autoestima corren más riesgos de trastornos emocionales y de conducta tales como ansiedad, de presión y falta de motivación o energía. Las manifestaciones de la conducta se observan a menudo en tendencias suicidas, delincuencia y problemas de conducta, así como en trastornos alimenticios. En este capítulo consideraremos dos procesos específicos y resultados relacionados de la conducta que tienen implicaciones en la salud mental: procesos de volverse contra uno mismo, que llevan a depresión y conducta suicida, y procesos en los que la personalidad se rebela en contra de los demás o de la sociedad, dando por resultado problemas de conducta y delincuencia.

Por último, consideraremos la definición de uno mismo en el contexto de la formación de la identidad. Es decir, no sólo los adolescentes deben llegar a definir, integrar y evaluar sus atributos específicos propios, sino que también deben considerar los papeles más generales que adoptarán en una sociedad más amplia, incluyendo sus identidades ocupacionales, religiosas y políticas. Exploraremos los procesos que convergen para provocar crisis de identidad y su resolución al formar una nueva identidad y, asimismo, el contexto psicológico competidor, es decir, la necesidad de preservar un sentido de continuidad de la personalidad a través del tiempo. A lo largo del capítulo, se prestará atención al papel tanto del sexo como de la pertenencia étnica en su influencia en el desarrollo de la personalidad y la identidad.

La naturaleza del concepto de sí mismo del adolescente

Evidencias considerables revelan que existe un cambio que va del desarrollo de las descripciones relativamente concretas del exterior social y de conducta personal en la niñez a descripciones de uno mismo más abstractas que definen nuestro interior psicológico en la adolescencia. Como lo reveló la narración del inicio de este capítulo, las descripciones de sí mismos suelen incluir una variedad de rasgos personales e interpersonales: amistoso, aborrecible, tolerante, popular, cohibido, peleonero, sensible. Además, los adolescentes describirán en general emociones, deseos, motivos, actitudes y creencias, como en la narración introductoria donde la adolescente se describía a sí misma apenada, deprimida, alegre, holgazana, estudiosa, e incluía ideas acerca de la manera en que deseaba ser y en que no deseaba ser. De modo que la mirada introspectiva se orienta hacia adentro, hacia aquellos atributos privados de la personalidad que son en gran medida invisibles: pensamientos y sentimientos internos, algunos de los cuales son reales, otros hipotéticos. Muchos de los atributos que surgen al final de la adolescencia incluyen creencias y criterios morales que se incorporan gradualmente a una filosofía personal con implicaciones en el desarrollo de la identidad propia.

Las descripciones de sí mismos a menudo representan abstracciones acerca de la personalidad: generalizaciones de orden superior vueltas posibles por los adelantos cognoscitivos que emergen durante el periodo al que Piaget llamó pensamiento operativo formal. Es decir, ahora el adolescente puede incorporar descripciones concretas de su personalidad (por ejemplo, buen escuchador, capaz de considerar el punto de vista del otro) a una generalización de orden superior acerca de su identidad, como por ejemplo “tolerante”, aunque es poco probable que el individuo aprecie a fondo los bloques de construcción de dichas abstracciones. Para considerarse a sí mismo “sensible”, se deben combinar potencialmente atributos tales como ser comprensivo, amistoso y solícito. El juicio de que uno es “moral” requiere una integración compleja de las conductas propias en relación con los valores propios o de la sociedad. Esas generalizaciones abstractas acerca de la personalidad no suelen ser observables y a menudo son hipotéticas; es decir, requieren más inferencias acerca de las características latentes propias que las descripciones concretas que dan de sí mismos los niños.

Es interesante observar que esta nueva habilidad para describir la personalidad de modo más abstracto es una espada de dos filos. Aunque las abstracciones son estructuras cognoscitivas adelantadas desde el punto de vista del desarrollo, se separan de las conductas concretas, observables y por consiguiente son más susceptibles de distorsión. Por consiguiente, el concepto de sí mismo del adolescente se vuelve más difícil de confirmar y, a menudo, es menos realista. Aquí encontramos una paradoja interesante del desarrollo: es decir, esos adelantos hacia nuevos niveles cognoscitivos pueden originar desventajas. Así, los adolescentes enfrentan el riesgo particular de desarrollar conceptos inexactos de sí mismos, que a su vez pueden conducir a una variedad de conductas inadaptadas. Por ejemplo, la sobrestimación de la capacidad personal puede llevar, por un lado, a la elección entusiasta de desafíos destinados al fracaso o, por otro lado, a evitar el desafío a fin de proteger un sentimiento de competencia frágil e irreal. Quienes devalúan sus capacidades también son propensos a evitar los desafíos ya desarrollar reacciones emocionales, como ansiedad o depresión, que pueden después interferir con su funcionamiento.

¿Qué factores pueden mitigar que el adolescente desarrolle ese concepto irreal de sí mismo, debido a los inconvenientes potenciales anunciados por el pensamiento abstracto? Como lo revela nuestra narración prototípica, la comparación con los demás, la confianza en criterios normativos y la sensibilidad a las opiniones de los demás son poderosos elementos de socialización en el proceso de formación del concepto de sí mismo. La identidad es una construcción social; es decir, el concepto de sí mismo representa, en gran medida, la incorporación de las actitudes de la personalidad que personas importantes

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