Desarrollo Y Psicopatología De La Personalidad
hura23 de Mayo de 2012
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CAMERON, NORMAN
Desarrollo y Psicopatología de la personalidad
Un enfoque dinámico
Editorial Trillas, México, 1982
Capítulo 18. p. 609-615
REACCIONES PSICÓTICO INVOLUTIVAS
¿Qué quiere decirse por reacción psicótica involutiva? Lo único que significa esta designación es que, si una de las reacciones Psicóticas descritas ya en los capítulos anteriores aparece por primera vez a medio camino o al final de la vida del paciente, se puede llamar involutiva. En esta fase de la vida la psicosis será con toda probabilidad depresiva o paranoica. Ocasionalmente tendrá carácter maníaco, y muy de vez en cuando, esquizofrénico.
Este grupo, de reacciones Psicóticas involutivas, tiene poco valor práctico, ya que la edad adulta y la avanzada se encuentran entre los períodos en los que es más fácil la presencia de reacciones depresivas y paranoicas, y carece de valor para la psicodinámica. Es muy difícil que permanezca en la clasificación existente una vez realizada la próxima revisión, pero como sigue presente, bien podemos usarlos. Por una parte, daremos una breve historia de este concepto, lo que permitirá ver por qué ha sobrevivido; por otra, aprovecharemos la oportunidad para subrayar algunas dificultades que acosan a hombres y mujeres cuando llegan a la edad madura.
El concepto de reacción psicótica involutiva arranca de la vieja idea de melancolía involutiva. Lo que recibía este nombre resultó ser una depresión agitada frecuente en las mujeres. Se la suponía producto directo y metabólico de cambios glandulares ocurridos en la menopausia. A este tipo de clasificación, centrado alrededor de las funciones reproductivas de la mujer, se le dio por sentado hasta hace unas cuantas décadas, cuando comenzó a reconocerse que ciertos factores psicológicos eran elementos precipitantes efectivos. Por ello, todavía en 1928 encontramos en un libro muy autorizado de psiquiatría una sección dedicada a entidades tales como las psicosis posparto y puerperal e incluso de la gestación y la lactancia. Todas han desaparecido de la literatura, pues se ha comprendido que verse encinta, dar a luz un niño y criarlo, puede, por una u otra razón, dar lugar a conflictos, frustraciones y fantasías de carácter profundamente regresivo, lo bastante como para precipitar una psicosis en las personas vulnerables. Cuando, hace relativamente poco, se hablaba de un climaterio masculino, se lo consideró equivalente de la menopausia femenina y el concepto de melancolía involutiva obtuvo una prórroga de vida. Si los hombres experimentan un climaterio, o cambio de vida, tal vez ello fuera la explicación de las depresiones ocurridas en los varones en la edad madura y en la avanzada.
En 1952 la American Psychiatric Association adoptó la clasificación oficial hoy existente; en ella ha desaparecido la por mucho tiempo aceptada melancolía involutiva. Ahora ocupa su lugar la reacción psicótica involutiva, que obviamente constituye un compromiso entre el viejo y el nuevo modo de pensar. Aunque en el manual de diagnósticos de 1952 se nos aconseja no incluir en esta categoría las reacciones Psicóticas “simplemente porque ocurren en este grupo cronológico” los síntomas que ha hemos descrito. No existe grupo de síntomas alguno al que pueda considerarse distinto. La edad sigue siendo el único criterio, a pesar de la advertencia hecha por el manual.
Pero incluso en el aspecto práctico la edad no es un criterio útil. Los especialistas en diagnóstico y estadísticas han manifestado, en el pasado, una desconcertante tendencia a ampliar en ambas direcciones los límites cronológicos. Si una mujer sufre depresión a los cuarenta años, y a veces incluso a los treinta y cinco, y en su depresión tenemos amargura, inflexibilidad y una tendencia a caer en lo crónico, a menudo se dice que “se está acercando a la menopausia”. Por lo tanto, se considera a su depresión resultado directo del desequilibrio hormonal de una involución prematura; en otras palabras, se habla de una melancolía involutiva. Si otra mujer sufre su primera depresión a los sesenta, tal vez se afirme que sufre “un efecto demorado de la menopausia”, que pasó hace tiempo, y por lo tanto, también se llama involutiva. Esta variación cronológica tan flexible cubre en realidad gran parte de las depresiones ocurridas antes de la senilidad. Cuando esto ocurre con el varón, nadie parece del todo seguro que él esté pasando por algo que pudiera recibir el nombre de climaterio o cambio de vida. Quienes si aceptan tal cambio tienen distintas opiniones respecto a cuando ocurre, y lo sitúan en algún punto entre los cuarenta y los sesenta y cinco años.
Hablando en general, el concepto de melancolía involutiva no resultó justificado y el haberlos sustituido por una reacción psicótica involutiva es una simple inclinación de cabeza a la historia que acabamos de dar. Debería renunciarse al concepto, porque aparte de desorientador y poco confiable resulta inútil. En gran parte de la gente el envejecer causa problemas. Debe tomarse al fenómeno como un factor que provoca insatisfacción en una personas, neurosis en otras, psicosis en otra más y desórdenes psicosomáticos o del carácter en aquellos seres vulnerables a ellos por alguna razón.
FACTORES QUE PROVOCAN UNA PSICOPATOLOGÍA EN LA EDAD MADURA
No nos queda sino estudiar las dificultades que surgen en la edad adulta y en la avanzada, que con frecuencia provocan una reacción neurótico psicótica, un desorden psicosomático o del carácter (de la personalidad), y que a menudo prolongan tal patología.
A lo que nadie escapa es en una declinación gradual de la capacidad biológica. Gran parte de la gente se adapta poco a poco a ello, algunas personas lo toman como una derrota y otras intentan negarlo y se resisten tercamente a envejecer.
Otro factor es el socioeconómico. Cuando tienen cuarenta, cincuenta o sesenta años, una persona puede sentirse amenazada o perder sus fuentes de prestigio y de seguridad económica. Las mujeres maduras tienen poco que las ocupe, fuera de cocinar o cuidar la casa. Los hombres maduros corren el riesgo, cada vez mayor, de perder el empleo y no encontrar otro, o por lo menos, de que no se los tome en cuenta a la hora de las promociones.
Un tercer factor es el personal. Aceptadas la declinación biológica general y la amenaza a la situación socioeconómica, algunas personas se muestran menos flexibles, menos capaces de adaptación a lo inevitable que otras. Mientras que algunas personas modifican fácilmente sus intereses, su ritmo de vida y las exigencia hechas a la existencia, otras intentan tercamente mantenerlo todo igual, aunque lo vean cambiar. Examinaremos ahora en mayor detalle cada uno de esos factores, pero teniendo presente siempre que no se los puede separar, aunque cada uno amerite un estudio por separado.
Factores biológicos
Como todos sabemos, el organismo humano comienza perder vigor mucho antes de comenzar a desgastarse. Esto se vio claramente durante la Segunda Guerra Mundial, cuando a los pilotos de guerra por encima de los cuarenta años se les consideraba a punto de terminar su carrera activa. Últimamente se ha vuelto a presenciar, cuando se ha discutido en público la mejor edad para ser astronauta. Por siglos se ha reconocido que al perderse la juventud se pierde la eficacia biológica; tal vez se lo haya reconocido por cientos de siglos. En nuestra época, y desde hace mucha décadas, se piensa que los jugadores de béisbol deben retirarse cuando están en los treinta pues son demasiado viejos para ese trabajo, no tienen ya la rapidez suficiente, han perdido coordinación o se fatigan pronto.
En casi todas las personas las funciones del ego autómatas encargadas de la coordinación motora, de la captación perceptiva y del aprendizaje de material nuevo muestran deterioro cuando se llega a los cuarenta y a los cincuenta. En gran parte de las personas también disminuye la agudeza auditiva y la adaptación sensorial. La necesidad de usar anteojos para leer le parece a ciertas personas maduras una afrenta o un ataque a su narcisismo. Algunas requieren de años para adaptarse a sus anteojos bifocales, cuando para otras se trata de una simple molestia temporal. El empeoramiento del oído, del que muchas personas escapan, puede provocar en quienes lo sufren todo tipo de dificultades de adaptación. Se ha dicho que la incidencia de las reacciones paranoicas entre personas duras de oído es aproximadamente ocho veces mayor que en el resto de la población. Éstos y muchos otros cambios tienen relación con las funciones cerebrales. No hay razón para suponer que el cerebro escapa a la declinación iniciada en la edad madura. En la parte externa de la cabeza, el cabello disminuye con la edad, incluso, en las mujeres. En los hombres llega a desaparecer del todo. La piel del cuerpo va perdiendo su elasticidad, se arruga, se seca y se decolora. Estos cambios dérmicos son en especial importantes para mujeres, como lo testimonian los miles de millones de dólares que cada año se gastan en cosméticos. Puede resultar críticos en cualquier mujer incapaz de aceptar esa inevitable pérdida de la juventud.
Quienes tienen cuarenta o cincuenta años, descubren que se fatigan con mayor facilidad que antes y que se recuperan de la fatiga con mayor lentitud. Ocurren también cambios involutivos en las vísceras que, aunque invisibles, se notan en las funciones viscerales como alteraciones fisiológicas. Entre los más comunes tenemos las alteraciones gastrointestinales,
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