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Disfunción Cerebral Y Problemas De Aprendizaje

Dynoritah25 de Febrero de 2015

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3. La Disfunción Cerebral y los Problemas de Aprendizaje.

3.1. Disfunción cerebral. Disfunción cerebral mínima:

Pese a las discrepancias que se vienen dando tanto respecto a la etiología como a la terminología de la DCM, hay bastante uniformidad de criterios en cuanto a la descripción del síndrome. Se considera que el término disfunción cerebral mínima, se aplica a los niños de inteligencia casi normal, normal o superior a la normal, que tienen algún impedimento para el aprendizaje y/o problemas de conducta que van de lo leve a lo grave, que se asocian a desviaciones de función del Sistema Nervioso Central. Estas desviaciones pueden manifestarse a través de varias combinaciones de deficiencias en la percepción, conceptualización, lenguaje, memoria y control de la atención, el impulso o la función motora.

Una definición tan general como ésta, parece que puede incluir todo tipo de trastornos infantiles, con la única condición de que la capacidad intelectiva del niño no se vea afectada (serían excluidos oligofrénicos, deficientes mentales...). Así, no es de extrañar que se asocie el término DCM a más de cuarenta denominaciones distintas. De ellas, unas designan aspectos orgánicos del problema (daño cerebral, lesión cerebral, impedimento neurológico mínimo...), mientras otras se relacionan con alguna consecuencia del trastorno (dislexia, trastornos de aprendizaje, síndrome conductual hiperkinético, ...).

Actualmente, la práctica clínica ha ido delimitando el síndrome de la DCM. Pese a la falta de datos concluyentes, son numerosos los clínicos e investigadores que la presuponen una etiología neurológica. Se han observado tres etapas en su desarrollo:

• Hasta los 6 ó 7 años, hay un cierto retraso evolutivo (control de esfínteres tardío...) A esta edad se va normalizando el desarrollo.

• Con la escolarización, surgirán nuevas dificultades (lectura, escritura...)

• Preadolescencia, en la que los trastornos conductuales tienden a agudizarse (agresividad...) suavizándose más adelante.

Su madurez cerebral (no se observan bajos niveles de CI), hace que sean más conscientes de sus limitaciones. Expuestos a repetidos fracasos y frustraciones, experimentan su impotencia unida a una intensa ansiedad, al mismo tiempo que su nivel de tolerancia a la frustración es bajo. El niño reaccionará según elabore esta ansiedad. Pueden darse:

a) Procesos regresivos, depresión, pérdida de actividad, apatía. Es el hipoactivo que tendrá mayores problemas de adaptación en la adolescencia.

b) Fenómenos de desintegración. Pobreza de organización en la actividad afectiva y pérdida de la aptitud abstractiva que se manifiestan en perplejidad, impulsividad e irre-frenabilidad. Hiperkinesis.

En síntesis, sería un trastorno de la dinámica de los procesos corticales: inteligencia normal, se agotan fácilmente y pierden con facilidad la capacidad de concentración. Hay dos tipos de manifestación externa:

a) Si el trastorno patológico del equilibrio de los procesos nerviosos básicos se expresa predominantemente como una declinación de los procesos excitatorios, reacciona con caída de tono, pasividad.

b) Si el estado patológico de las células corticales afecta principalmente a los procesos inhibitorios, provocará una impulsividad excesiva, descontrol.

Sintomatología: El rasgo que mejor la caracteriza es la dispersión de la atención. Los signos neurológicos son equívocos, observándose frecuentemente irregularidades electroencefalográfica. Además, se observan trastornos:

• De percepción: disociación (relaciona en forma deficiente las partes y el todo), inversión del campo sensorial, incapacidad de seleccionar estímulos, perseveración.

• Cognitivos: relaciones conceptuales estereotipadas y formalistas. Trastornos de lenguaje, falta inesperada de memoria (por desorganización).

• Conductuales: trastornos motores (dificultad de coordinación, hiperkinesia –principalmente, aunque también puede darse hipoactividad e indiferencia-). Nivel de inhibición deficiente; la impulsividad dificulta su capacidad de preveer las consecuencias de su conducta. Es temerario, responde de forma incontrolada (agresividad o paralización temporal del movimiento).

Se dan retrasos madurativos y labilidad emocional. Baja tolerancia a la frustración.

Etiología: Hay una falta de consenso para establecer una relación de la Disfunción Cerebral Mínima con la evidencia cierta de daño cerebral. Pero conforme se van haciendo más precisas las exploraciones neurológicas clínicas, van demostrándose evidencias definidas de anormalidad neurológica en casi todos los pacientes diagnosticados.

Los antecedentes indican una alteración de origen traumático o inflamatorio antes, durante o poco después del nacimiento. Estas alteraciones pueden deberse a:

• Un mal desarrollo. Desviación estructural de la norma.

• Daño real a estructuras del sistema nervioso central (traumas, infecciones, ...).

• Mal funcionamiento sin modificación estructural conocida. Interferencias en momentos críticos del desarrollo de cada función.

Diagnóstico: Se diagnostica por el cuadro total; es una reacción global del individuo a dichas perturbaciones (cuadro somático individual). El procedimiento diagnóstico debe incluir:

• Anamnesis. Orientada a descubrir un retraso madurativo, trastornos de conducta y aprendizaje que sugieran una DCM y cualquier episodio de probable significación etiológica durante el embarazo, parto y primeras etapas del desarrollo.

• Exploración neurológica y electroencefalográfica. Evaluación de las funciones sensorial, motora, integrativa y cognitiva en relación con la edad del paciente. Los trazados obtenidos en el EEG mientras realiza una tarea, pueden demostrar que una desorganización determinada del aprendizaje se vincula con anormalidades electroencefalográficas transitorias.

• Exploración psicológica y evaluación de la capacidad para la lectura. Wais (más valor diagnóstico en los puntajes parciales). Test gestáltico visomotor de Bender, test del dibujo de la figura humana. Técnica proyectiva: TAT.

En los niños muy pequeños, el diagnóstico respecto a la organicidad es difícil y poco provechoso por su escasa diferenciación psíquica; a partir de los seis años, es cuando los tests empiezan a ser más sensibles a este tipo de trastornos.

Tratamiento y pronóstico: La Disfunción Cerebral Mínima requiere un planteamiento individual, una identificación de los déficits específicos en cada niño, no conforma un grupo homogéneo. Su tratamiento debe abarcar distintas áreas:

• Pedagogía curativa y adiestramiento específico que apunte a una reorganización funcional (Luria). Ejercicios de coordinación motora. Conviene atender más a los procesos que intervienen en el aprendizaje que al contenido de lo que pretende enseñarse.

• Manejo y estructuración del medio. Tiene más privación sensorial cuando está sobreestimulado que cuando la estimulación es escasa.

• Medicación. Uso razonable con el fin de reducir la hiperactividad e irritabilidad, incrementando el tiempo de atención sostenida; elegida y dosificada cuidadosamente por las respuestas idiosincrásicas a las drogas que se observan en los niños con DCM.

Hay estimulantes que ejercen un efecto paradójicamente sedante en muchos niños hiperactivos.

• Psicoterapia y asesoramiento. Contribuir a la maduración del niño en el que se dan reacciones compensatorias ante la pérdida de su autoestima (actitudes grotescas, negativismo, agresividad...)

La rehabilitación es larga, pero en condiciones óptimas, el desarrollo y la maduración llegan a mejorar en forma significativa alcanzando su normalización. Con un diagnóstico precoz (anterior a los seis años), el pronóstico es muy favorable.

Es conveniente incluir a la familia en el tratamiento, dándoles una clara visión del problema, con el fin de que cooperen en el proceso reeducativo. La adolescencia tiende a agudizar su problemática, es una etapa crítica que requiere especiales atenciones.

3.2. Dominancia hemisférica: Para el aprendizaje es necesario que los dos hemisferios trabajen juntos para tener un rendimiento óptimo.

Todos tenemos un hemisferio dominante, así como un ojo dominante, un oído dominante, una mano y una pierna dominante. Los diestros escriben con la mano derecha dominante, que la dirige el hemisferio izquierdo encargado del habla y la escritura; los zurdos escriben con la mano izquierda dominante, que la dirige el hemisferio derecho.

Estos dos casos son los que presenta la mayoría de la población, pero hay otros casos también comunes que los llamamos indefinidos, esto es, que no hay una dominancia hemisférica definida, ninguno de los dos hemisferios es dominante y trabajan indistintamente, o el niño escribe con la mano dirigida por el hemisferio del mismo lado. Esto es, recibe la información y la tiene que mandar al otro lado para poder escribirla, en vez de mandar la información cruzada directamente, como es el caso de los diestros y los zurdos consecuentes, de tal manera que la información no va de un

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