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EL GÉNERO, SUS ELEMENTOS CENTRALES Y LOS FENÓMENOS SOCIALES EN LOS QUE ESTÁ IMPLICADO


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2012  •  3.025 Palabras (13 Páginas)  •  850 Visitas

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El concepto de género no nace, como suele pensarse, de una diferencia anatómica con base biológica e invariable que desemboca en la conclusión de lo que es “normal” para cada sexo, sino más bien, de la investigación sobre el proceso de formación de los individuos como hombre y mujer donde intervienen aspectos como la identidad, los roles y estereotipos que dictaminan lo que es “debido”, a través de una construcción que tiene aspectos históricos, culturales y psicológicos que determinan las normas de lo masculino y lo femenino (Burín, 1997; Lamas, 1995).

En sí, el concepto de género comprende tres aspectos fundamentales: la asignación del sexo, la identidad genérica y el rol de género.

La asignación del sexo se refiere a la identificación del recién nacido, rotulándolo como hombre o mujer, basándose en los órganos sexuales externos.

A partir de dicho momento comenzara la educación de lo masculino y lo femenino, -restringiendo de tal manera la gama de comportamientos aceptables para un hombre y una mujer-, a través de los padres, la familia y la sociedad en su conjunto, quienes se encargaran de reforzar o castigar los valores y normas particulares para cada sexo, día con día (Bleichmar, 1985; Lamas, 1991).

En tanto la identidad genérica se refiere a la percepción del infante sobre su identidad genérica junto con el desarrollo de su Yo, es decir, un sentido de sí mismo que se va construyendo con el tiempo. Esto significa que el infante sabrá si es hombre o mujer por algo más que trasciende a la diferencia anatómica de sus órganos sexuales (Lamas, 1991 y Lara, 1999).

Alrededor de los 6 o 7 años se inicia la diferenciación genérica; antes de los cuatro, se tiene la noción de diferenciación sexual, es decir, “soy niña” o “soy niño”. Lo anterior se sustenta por la significación social manifestándose a través de actitudes y símbolos: el color, los adornos, los juguetes, la manera de expresarse, etc. Todo esto conforma al género masculino y femenino; las manifestaciones del género se pueden ubicar en identidad de género (cómo se vive cada uno) y el rol de género (las formas en que manifestamos la identidad).

Esta asignación de género definirá el tipo de educación que recibirá la persona para responder a su rol social, construido directamente de acuerdo con las expectativas que la sociedad tiene respecto a su comportamiento, con lo que se espera de cada persona y con lo que está permitido para cada quien; siendo la familia el primer núcleo socializador en donde todas las construcciones se van aprendiendo y poniendo en práctica (Lamas, 1991).

Finalmente el tercer aspecto que conforma el género es el rol: concepto sociológico que se refiere a los “papeles” que un sujeto va a desempeñar dentro de la sociedad a la que pertenezca y las expectativas que ésta mantiene respecto a la persona. Los roles se asumen, además de lo anterior, dependiendo de la posición particular del sujeto dentro de un contexto dado; durante el curso de la vida, las personas desempeñamos diferentes papeles, que nos colocan en diferentes situaciones en las que actuamos dependiendo de ésta. La base fundamental de todos los roles está determinada por las expectativas que socialmente se tienen de los mismos; son las normas sociales las que definen cuáles, cómo, cuándo y dónde debemos desempeñar esos roles los cuales son reforzados por la presión social (Lamas, 1991; Robertson, 1997).

Es importante hacer hincapié en que todos los elementos antes mencionados repercuten de manera trascendente en el autoconcepto relacionado, directamente con la identidad, con quién soy y cuánto valgo. Por si esto no fuera suficiente, la autovaloración no es voluntaria sino que se predefine socialmente a través de la educación proporcionada en el marco familiar ayuda a la reproducción de las relaciones entre hombres y mujer, empero esto no sería posible si no existieran normas sociales que delimitaran, premiaran y castigaran, según sea el caso, el desempeño que el sujeto lleva a cabo de su rol.

Dicho efecto normativo se encuentran en los estereotipos, que como se menciono con anterioridad, es uno de los elementos centrales de los sistemas de género. Los estereotipos se entienden como las características (físicas, psicológicas, positivas y/o negativas) representativas de una persona o a un grupo (Maquiera & Sánchez, 1990) y entre ellos encontramos los estereotipos de género, los cueles normalizan la idea de lo femenino y los masculino por medio de representaciones y valoraciones para cada género, que determinan roles, funciones, modos de vinculación, derechos, obligaciones con espacios políticos, económicos, laborales, materiales, sociales, familiares, afectivos y personales (Fontana, 2004), que un sujeto va a desempeñar dentro de su sociedad y según su cultura (Hernández, 2005), volviéndose estipulaciones sociales de lo que debe ser y hacer, o no, una persona y se encuentran íntimamente enraizados en las normas sociales y la cultura en general (Arteaga, 2006), debido a su aceptación tacita o explicita y a su trasmisión generacional a través de la familia, la escuela, la religión, etc.

De tal manera podemos encontrar que el estereotipo de la mujer encarna la idea de que debe ser cariñosa, responsable, obediente, virgen, inocente sexualmente, pasiva y fiel (Herrera & Campero, 2004), mientras que el estereotipo del hombre dicta que debe ser protector, omnipotente, poseedor de muchas mujeres, poderoso, agresivo, confiado y activo sexualmente (Bonino, 1995; Villa, 1999), por consiguiente, toda actividad realizada por el sujeto debe estar enmarcada entre estos límites, provocando una condición de desigualdad social entre hombres y mujeres, a modo que, en la mayor parte de la sociedad occidental, la mujer está subordinada al hombre: al padre, al esposo o al hermano, etc., (Lagarde, 2005).Dicha subordinación se basa en una relación de poder, propiciada, mantenida, trasmitida y aceptada por la sociedad a través de la preservación de una cultura patriarcal, cimentada en los estereotipos.

Sin embargo, en la actualidad la mujer ha comenzado a exigir igualdad, en todos los aspectos, respecto al hombre. Esto puede verse reflejado en que la mujer ahora se desempeña en ámbitos laborales, educativos, económicos y políticos, que anteriormente estaban velados para ellas, de tal modo que se es posible inferir que actualmente hay una ampliación en los roles que desempeña la mujer.

Esta ampliación de roles que la mujer ha logrado, ha afectado la idea clásica del estereotipo femenino, llegando a desestabilizar la estructura más íntima y tradicional de nuestra sociedad: la familia. Al respecto Giddens (2003) señala, que ahora a la mujer no solo se ve como procreadora,

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