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EL MEXICANO ANTE LA MUERTE


Enviado por   •  11 de Diciembre de 2014  •  2.529 Palabras (11 Páginas)  •  251 Visitas

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LA MUERTE Y EL MEXICANO

Hablar del mexicano en el ámbito de la muerte, es hablar de muchas influencias que ha tenido a través de la historia. Empezando por el término mexicano que se empieza a acuñar con la conquista y colonización de lo que fue la Nueva España y con el antecedente de los mexicas y que toma forma con la independencia de México. Dentro de esta parte del libro abordaremos algunas de las culturas más significativas de la época prehispánicas y haremos un comparativo con otro pueblo prehispánico, los Incas.

En el mundo prehispánico en lo que hoy es México, existe desde 18 siglos antes de Cristo, un culto muy elaborado a los muertos. Los entierros de esa época se acompañaban con gran cantidad de objetos cerámicos, alimentos, armas y hasta hierbas medicinales para que acompañaran al muerto en su andar al otro mundo.

La doble representación de la vida y la muerte se encuentra en una diversidad de materiales empleados en la manufactura de esculturas mortuorias.

Los mexicas fueron considerados como “el pueblo de la muerte”. Su filosofía acerca del tema de la muerte y de la inmortalidad está plasmada en un sinnúmero de poemas.

Para el mexica la vida no es más que un momento pasajero. Que su destino es El más allá.

Carlos Escobar comenta que los antiguos mexicas suponían que existían nueve planos extendidos bajo la Tierra y ahí permanecían los muertos. Según la forma en que morían era su destino final Si morían sacrificados o en combate o de palto, se convertían en compañeros del Sol Los que morían ahogados o por un rayo o de enfermedades relacionadas con el agua, como la gota y el reumatismo se iban con Tláloc. Se consideraba que ellos habían sido distinguidos por los dioses del agua y de la lluvia. Los niños al morir eran considerados como joyas, por ello después de muertos permanecían en la casa de Tonacateculltli, alimentados por el chichihuacuaulico o árbol nodriza.

Según el tipo de muerte, era el trato a los cadáveres: la cremación y el entierro los dignatarios eran sepultados con solemnidad en cámaras subterráneas abovedadas, el cuerpo era puesto sentado, rodeado de armas y piedras preciosas. Junto a estos dignatarios se enterraban algunas de sus esposas y algunos de sus servidores que por su propia voluntad querían seguirlo al más allá.

Las almas de los no elegidos por los dioses, iban al oscuro plano del inframundo, el Mictlán.

Para transitar por el mundo de (los muertos, sin peligro, se debía ir acompañado de un perro que era incinerado junto con el difunto. Después de ochenta días se incineraban las ofrendas que habían llevado los amigos y parientes.

Se consideraba que después de transcurridos cuatro años del deceso, el muerto había llegado a su destino final, ocupando su lugar que le corresponde en el noveno nivel, lugar del eterno reposo.

En el calendario mexica existían dos meses dedicados a las festividades de los muertos. El primero de ellos era el noveno mes o fiesta de los muertos niños. El segundo o décimo mes se dedicaba a los muertos grandes o gran fiesta de los difuntos. fecha en que se sacrificaba a un gran número de hombres. Lo que daba a esta celebración gran solemnidad y relevancia.

TARASCOS

Descripción concerniente a la muerte y a las ceremonias con que enterraban al calzoncin, señor de Michoacán.

En vida, el calzoncin decidía que hijo le sucedería para que comenzara a ensayar la forma en que habría de gobernar. Cuando el calzoncin viejo enfermaba, enviaba por médicos a todo su reino y cuando éstos decían que su estado era ya muy grave, el nuevo rey o calzoncin (que ya gobernaba) mandaba llamar a los señores y principales del reino. Ya que el calzoncin viejo estaba a punto de morir, no dejaban entrar a nadie y quienes iban a visitarlo se quedaban en el patio y si le llevaban presentes dejaban los regalos en un portal. Ya que el calzoncin viejo moría, el hijo le sucedía y hacía saber de la muerte del padre a los señores y principales que estaban en el patio; luego ellos, llorando por el difunto, entraban donde él se encontraba. Todos los señores bañaban tanto al calzoncin viejo como a las personas que habrían de “acompañarlo” hacia el otro mundo. Vestían al muerto así: le ponían una buena camisa de las que usaban los señores; le calzaban unas cactli o zapatos de cuero de venado (que es calzado de señores); le ponían cascabeles de oro en los tobillos, en las muñecas piedras de turquesa y le hacían un trenzado de pluma y en la garganta collares de turquesa; en las orejas tenía unas orejeras grandes de oro; en los brazos dos brazaletes de oro. Le hacían una cama muy alta de muchas mantas de colores mismas que ponían sobre unos tablones y ya todo ataviado el difunto, era colocado encima para dar la impresión de que estuviera en su cama y atravesaban por debajo unos palos para después poderlo llevar cargando sobre los hombros. También hacían otro bulto también de mantas y en ese otro bulto ponían un gran plumaje de plumas verdes largas y costosas, orejeras de oro, collares de turquesas y brazaletes de oro y un trenzado largo. A los pies de aquel bulto también habían cactlis o sandalias y cerca de la posición de las manos le ponían flechas y un arco.

Era costumbre que las mujeres del calzonzin muerto salían a llorar por él dando gritos y que muchos varones y mujeres habrían de morir con él. A esta gente, que le habría de seguir, la adornaban puesto que el calzoncin la llevaría consigo debido a que le serviría en el otro mundo.

Estas personas eran indicadas por el hijo heredero y nuevo señor. Señalaba siete señoras de las cuales una llevaba oro y piedras preciosas; iba su camarera que guardaba sus joyas; iba una

servidora de sopa que le servía para darle el vino y el cacao; otra que le daba agua y le sostenía la taza mientras bebía; una cocinera; otra que le daba el orinal y otra para diversos oficios que los había de continuar en la muerte. En cuanto a los varones: iba uno que llevaba las mantas del calzoncin; otro que lo peinaba y trenzaba los cabellos; el que le hacía las guirnaldas de flores; el que transportaba su silla; el que llevaba las mantas de algodón; otro llevaba hachas de cobre para hacer y cortar leña; el que llevaba el aventadero y moscador grande para hacer sombra; otro con su calzado, otro los perfumes; un remero, un barquero, un barrendero, un calador, el portero de su sala, otro portero de las mujeres, un plumajero, otro que hacía los plumajes ricos; un oficial de arcos y flechas; de los médicos que no le pudieron sanar, algunos iban con él para rectificar la cura que habían errado; y, por

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