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Vida, Pasión Y Muerte De Un Mexicano


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2013  •  35.337 Palabras (142 Páginas)  •  570 Visitas

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Vida, Pasión y Muerte del Mexicano

Notas de Costumbrismo

Joaquín Antonio Peñalosa

PROLOGO A LOS NIÑOS MEXICANOS QUE ESTÁN POR NACER

QUERIDOS niños: Lo primero que deseo a ustedes que están por nacer, es que nazcan. Sucede que en el trayecto, a veces el tren de aterrizaje no funciona. Y entonces los viajeros simplemente no llegan. Les llegan.

El destino, la suerte, el horóscopo, la estrella, el ya-me-tocaba, la fatalidad del grecolatino, los signos aztecas del Tonalámatl o, para decirlo en cristiano, la Divina Providencia, les ha deparado el privilegio de nacer en México y ser mexicanos, una de las pocas cosas serias que puede ser un hombre.

En otros países ustedes hubieran podido ser más ricos que aquí, pongo por caso; pero jamás hubieran disfrutado de la región más transpa¬rente del aire, el colorido de nuestro folclor, las bellezas naturales, la gallardía de las charreadas, la picante sabrosura de los guisos, el respeto a las garantías individuales, el clima de libertad, el amor de la madre. Ah, las sorpresas que les es¬peran. ..

Tengo que decirles que dentro de este territo¬rio el hombre conjuga once verbos: nace, habita, se relaciona, estudia, trabaja, se divierte, hace política, se casa, va a misa el domingo, se enfer¬ma y se muere. Como ven, no son muchas cosas las que ustedes podrán hacer, aunque aquí se hacen de dos maneras diferentes.

Ustedes pueden, por ejemplo, nacer en una clínica con todas las atenciones o sin ninguna atención en cualquier petate. Ustedes pueden vi¬vir en casa propia o morirse de renteros en la ajena. Ustedes pueden graduarse de profesio¬nales en cualquiera de las ochenta ramas que ofrecen las instituciones de estudios superiores, o quedarse como candidatos de la campaña de alfabetización, porque de otra manera se aca¬baría la campaña. Ustedes pueden llegar a capitanes de empresa, señores dones, o vender banderitas tricolores cada 16 de septiembre. Ustedes pueden divertirse en la alberca climatizada de su residencia o jugar fut en la tierra suelta de la barriada. Ustedes pueden verse un¬gidos diputados si saben alinearse, o serán ejem¬plares ciudadanos de cédula cuarta para toda la vida. Ustedes pueden casarse, o los casan, si el tiempo apremia. Ustedes, en fin, que es lo único donde no hay alternativa, se van a morir, aunque las alternativas del entierro, perpetuidad o fosa común, sea asunto de sus inconsolables deudos. Y deudas.

Como ven, queridos niños, les ha tocado vivir en un país del que se puede decir todo, menos que sea monótono y aburrido.

En otros países el misterio de un hombre con¬siste en saber cuántas horas de trabajo produce o cuántos kilos de carne consume. Aquí, el pro¬blema de ustedes consiste en saber si su "curri¬culum vitae", que empieza ahora, se acabará o lo acabarán. Sean ustedes bienvenidos.

San Luis Potosí, 4 de octubre de 1973.

EL NACIMIENTO

TODAVÍA no nace un mexicano, y ya empieza la discusión de los sexos. ¿Qué quieren, niño o niña?

Es claro que el papá lo prefiere hombre. Sobre todo si es el primogénito y aun cuando fuera el undécimo. Con un hijo varón, el papá demuestra no sólo a familiares y amigos, sino también al pueblo en general, la superioridad del sexo masculino, lo muy hombre que es él y, si se quiere, lo muy macho, cuando pudo traer al mundo nada menos que a un hombre. Valen¬tía, arrojo, dominio, fuerza, trabajo fecundo y creador.

Con un hijo varón el papá asegura la conti¬nuidad del apellido, la procesión de la sangre, el orgullo de las dinastías, este humilde y sutil racismo paterno que lo inclina a preferir un niño, porque un júnior es un júnior.

Con un hijo varón el papá se mira repetido como la voz y el eco; igual sexo, igual nombre, igual raza de bronce; su futuro ayudante en el trabajo, socio de su negocito, albacea universal de bienes y deudas, futurible sostén de la ma¬dre, celoso guardián de sus hermanas para cuando el tiempo encoja.

La madre, resignada de siglos, por sí o por no prepara dos canastillas, la azul y la rosa, la del niño y la de la niña, que al fin y al cabo la que no use ahora se usará después, al siguiente parto, que habrá de venir seguramente con el tiempo y un ganchito. Otras mamas, mucho más funcionales, preparan solamente un ropón blan¬co que sirva para lo que venga, no por super¬ficial acatamiento a la neutra moda del unisex, sino por honda aceptación a la voluntad divina. Lo que Dios manda, todo es bueno. Y Dios nun¬ca se equivoca.

Los hijos de este honrado matrimonio tam¬bién toman partido a su manera. Opinan y deciden casi como personas mayores. Pues si los niños mexicanos de ayer no sabían cómo nacen sus hermanitos, los niños de hoy saben hasta cómo no nacen. Cosas que trae aparejadas el progreso.

Durante los nueve meses de rigor, las señoras que están de encargo o en estado —aunque bien a bien no saben de qué estado se trata, y que no es otro que el estado de buenaesperanza co¬mo antaño se decía—, las señoras, digo, apro¬vechan estos nueve meses para platicar con cuanta mujer se topan, conocida o desconocida, da lo mismo, del trance y el apuro en que se encuentran. Reciben recomendaciones de las tías, consejos de las experimentadas, recetas y medicamentos a porrillo de cuanta vecina están rodeadas. Pero cargadas como andan de hijos y de drogas, a las pobres no les queda más reme¬dio que seguir trabajando, tan voluminosas y delicadas como están, hasta media hora antes del suceso, en que arreglan su maleta y, enco¬mendadas a Dios, se van al hospital a aliviarse. La única enfermedad en México de que infa¬liblemente se cura la mujer.

Otras futuras madres, menos subdesarrolladas, no van a aliviarse a la clínica sin antes ha-ber festejado en casa un "baby shower", que los periodistas de la página de sociales traducen por chubasco y que, a su vez, el diccionario de la lengua define como chaparrón o aguacero con mucho viento.

Ello es que las amigas más íntimas se con¬gregan a media tarde en casa de la inminente, nerviosa parturienta, mientras los niños anda¬rán en el cine y el esposo en la chamba, que no le queda otra sino redoblar el paso, al menos que pertenezca al siempre concurrido sector de maridos desobligados. En tal caso andará cele¬brando, también él, con sus amigos íntimos, otro chubasco más líquido y torrencial, cual debe ser: con mucho viento, en alguna cantina del centro de la ciudad

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