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ENSAYO DEL LIBRO VIVE

JRJ2726 de Abril de 2015

3.136 Palabras (13 Páginas)316 Visitas

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Parece que fue un atardecer, no lo recuerdo… caminaba sin rumbo cuando de pronto me encontré a las puertas de un panteón. Triste sombrío, lúgubre.

Me pesaba la cabeza, renegaba de mí mismo… ¡sentía que esta vida, tal como me tocó a mí, no valía la pena!

Todavía no se ni porque entre. Era un panteón sin lapidas ni cruces, solo un montón de tierra seca infértil.

El sol se ocultaba lentamente; en ese lugar si vida. Logre ver una figura con un pico y una pala cavando una fosa, me llamo para que me acercara y al hacerlo, a un lado de la fosa se encontraba un cadáver putrefacto, al acercarme el sepulturero pregunto:

-¿Crees en dios?

¡Sí! –conteste.

-Entonces acompaña a este ser que al morir tenia este papel en sus manos.

Lo leí:

Hermano:

Te imploro que no dejes que me entierren solo sin una oración y sin una cruz.

Me da miedo la soledad y no estar cerca de dios. Reza una oración y pon una cruz en mi tumba, acompáñame hasta que mi alma repose en paz.

Avísale al señor en tu oración que recoja mi alma, dios te bendiga hermano.

-¿lo acompañaras? – pregunto de nuevo el sepulturero.

-¡sí! Respondí

-comienza a orar- sugirió el sepulturero- porque ya está por caer la noche.

¿Quién fue? Interrogue con curiosidad.

¿te interesa saberlo? Contesto extrañado.

Nadie lo reclamo y decidí enterrarlo por humanidad, en una bolsa están sus pertenencias,

El sepulturero siguió cavando.

Decía el papel.

A esta persona le apodaban el mediocre, nunca se aceptó como era tenía un concepto muy bajo de sí mismo, nunca fue capaz de enfrentarse a su realidad ni a sus problemas, si el cuerpo no es reclamado ira a la fosa común.

Fue como un golpe al corazón, sentí como si fuera yo ese pobre cadáver. Muerto en vida, abandonado, olvidado por todos.

De mis ojos empezaron a brotar lágrimas, hacía mucho que no lloraba, ¡algo dentro de mi quería estallar! Abrace con fuerza al desconocido, antes lo despreciaba ahora lo entendía. Sentía una inmensa lastima, no por el sino por mí.

Cuando el sepulturero termino su cometido.

-¿y la cruz? –le pregunte. El con desdén contesto. –no hubo presupuesto.

Entonces, corrí hacia un árbol seco, casi sin vida, corte dos brazos y con un trozo de mi camisa hice una cruz, y empecé a orar en voz alta.

Gritaba y cantaba para que todos se dieran cuenta que no estaba solo, que había un creyente que lo acercaba adiós y le ponía una cruz como último deseo.

Rece y cante hasta agotarme, volví a llorar y a gritarle al desconocido.

¡Mediocre! Hermano, yo si te entiendo, siempre he tenido mala suerte.

Quería que conociera mi fracaso y entendiera mi desgracia. Me abrace a la tumba.

El sepulturero término, recogió sus cosas y se retiró.

A lo lejos lamentos y escuche unas sombras que se acercaban, envuelto en pánico empecé a gritarles que se alejaran que no se acercaran. Horrorizado arranque la cruz de la tumba y la tome entre mis brazos.

Le empecé a suplicar a la muerte que viniera por mí, que ya no quería seguir viviendo.

Aquella danza de muertos seguía alrededor de mí, trataban de convencerme para que las acompañaran, pasaron largas horas en esa oscuridad yo sin sentido, en la penumbra alguien me cuidaba.

Recordé como en un sueño mi casa, el día que le grite a mi madre e insulte a mi padre,

-¡estoy harto de esta vida de miseria! ¡Siempre sufrir y hacer lo mismo! ¡Dame señor el valor para salir de esta maldita miseria!

Le reprochaba a mi padre por esa vida, mi mama al tratar de calmarme intervino.

-Hijo cálmate.

-mírate a ti que te ha dado, solo miseria. ¿Tú crees que pueda dormir con esta angustia?

-¡cálmate me duele lo que me dices!

Ella me beso en la frente y me cobijo. -¡duérmete hijo mío…! ¡Duérmete!

Volví a la realidad… desperté en el panteón abrazado de la cruz, había una espesa bruma, yo seguí sintiéndome vacío… iba cayendo… sin gravedad… sin espacio…sin fin.

En mi desesperación rogaba a la muerte que me llevara. No quería vivir.

En lo profundo de la bruma vi la silueta de alguien que me vigilaba, sentí sus ojos fijos en mí, un escalofrió recorrió mi inerte cuerpo, era el mirar de un espectro.

-¿Quién eres…? – pregunte.

-¿deberás quieres que te diga…? ¡Tú ya sabes quién soy! ¡Has solicitado mi presencia! ¡Has implorado mi clemencia! Soy quien enjuicia tus acciones y te orienta y ayuda a llegar a la eternidad.

-¡No te burles de mí! No juegues conmigo.

-¡soy la esperanza de tus sueños, tu salvadora, muchos seres como tu claman a mí y esperan con alegría mi llegada.

-¡Tú… eres la muerte! Tu…

Empecé a dudar si era la muerte. ¿Por qué si tanto la deseaba, ahora le temía y no la aceptaba? Quise saber quién era en realidad. Al reponerme de la sorpresa, no sé de donde saque valor, me levante para desafiarla, para correrla. No la quería conmigo.

-¡vete, no te quiero aquí!

Y con coraje intente golpearla. La muerte al ver mi actitud se rio.

-¡a mí no me asustas con tu falso orgullo! ¡Me causan lástima! Ya que los hombres los han olvidado. Estoy cansada del clamor de ustedes…la basuras humanas, que por el miedo de responsabilizarse a si mismo se vuelven cobardes. ¡Estoy harta de soportar tanta cobardía!

Recupere fuerzas y le exigí.

-¡aléjate! ¡No soporto tu cercanía! ¡Te tengo miedo!

Con sarcástica actitud me contesto:

-¡ja jajá! ¡Tú me llamaste me necesitas! ¿Me deseas?

La muerte empezó a reír, sus macabras carcajadas se oían hasta el infinito en la oscuridad silenciosa y de pronto desapareció. Sus risotadas permanecieron como un eco.

Pase horas y horas angustiado. El fio de mi inconciencia y los temores hacían vibrar mi cansado cuerpo. La presencia de la muerte me daba seguridad.

Esa larga noche parecía no tener fin, le aguarde ansioso, era tanta mi zozobra, que deliraba.

Caminaba por una plaza llena de público, y se me acerco una persona y me dijo.

Que tenía algo valioso para mí que cambiaría mi vida, que era el último invento de los sabios y que solo lo podía vender a unas cuantas personas y que yo era uno de los elegidos, que conmigo no fallarían los poderes de esta joya. Yo soy su amigo solo quiero ayudarlo ándele anímese cómprela.

Emocionado acepte, era lo que buscaba, la respuesta anhelada, me sentía grande, ere un hombre escogido, me sentí seguro de que pronto ganaría, todo lo que compraría y empecé a apostar en todo pero siempre perdí. El amuleto era falso. Tire el amuleto al rio y volví a la realidad de mi mala suerte.

Retorne a mis pensamientos. ¿Por qué había rechazado a la muerte, si tanto la anhelaba? Era importante que la aceptara, debería permitirle que me llevara.

En esa soledad tan estéril…vacía, era cada vez más agudo mi sufrimiento.

La presentí otra vez, ese frio tan profundo. El silencio tan pesado. Se veía su silueta acercarse entre la bruma. Al verla de nuevo mis temores eran más fuertes que mi deseo de vivir, sin controlarme le rogué postrado:

-¡estoy enfermo! Compadécete de mí, ¡si tanto me odias termina de una vez!

Ella me contesto:

-¿ahora me imploras…? Eres voluble y débil. Ahora me pides que te lleve al descanso eterno, pero dime ¿Qué tienes que ir a hacer allá?

-¿allá…? ¡Nada! Conteste.

-¿y aquí? –siguió interrogando.

¡Nada! –replique. ¡Ya llévame! ¡No puedo seguir soportando!

La muerte con desprecio me reprocho:

-¿Qué importancia tiene que te quedes o te vayas…? ¿A quién le importas? ¡Te hagas el enfermo…! ¿No será que te evades, como toda la vida lo has hecho?

Note en ella su coraje y su desprecio cuando siguió diciendo:

-¡ya no supliques mas…! ¡Siempre ha sido grande el miedo a enfrentarte a la vida!

Me levente. Abrace la cruz y me escondí en la bruma, mientras ella seguía diciendo:

-¡no temas seres como tú no me interesan.¡! Desde hace tiempo están muertos en vida…!

Con odio, por descubrir mi verdad, vocifere:

-¡maldita!! No me entiendes, ¿tu una indeseable muerte, me desprecias? ¡Márchate!

Con voz pausada interrogo:

-¿Cómo puedes amarte a ti mismo si te resguardas en tu falso orgullo?

-¿Por qué quieres que pierda? – le pregunte. ¡No perderé!

Ele con firmeza pero sin grosería me dijo:

-¿Qué tienes que perder…? ¡Si ya lo perdiste todo! Ve mi cansancio estoy agotada de tener que cargar con seres como tú, muertos en vida por su pereza y sus debilidades.

-¿tú también temes? ¿A quién? ¿Acaso a ti misma?

-¡no me temo! Temo al ser que lucha, que trabaja, que acepta sus responsabilidades, temo a ese hombre que me desafía constantemente, porque él no teme y de él no sale un solo ruego! Y no solo le temo, lo admiro, lo amo y lo respeto.

Y altiva desapareció. Al perderse entre la bruma y la oscuridad empecé a escuchar a mis compañeros de dolor, las almas errantes y los espectros que vivían en mi delirio.

Volvió a mi recuerdo mi amigo el desconocido, su petición de cuidar su cruz. Me incline para decirle en voz baja que aún estaba ahí. Era mi compañero sentía que alga no unía mucho más allá que la cruz, era la mediocridad. Al sentirme confundido vinieron a mi imagen de mi madre buscándome. La vi entrar a un callejón y retroceder de pronto temerosa,

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