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El Hombre En Busca Del Sentido. Víktor Frankl.

LetyBorges7 de Diciembre de 2012

19.278 Palabras (78 Páginas)1.319 Visitas

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“El Hombre en Busca del Sentido”.

(Víktor E. Frankl).

Prefacio.

El Dr. Frankl, psiquiatra y escritor, suele preguntar a sus pacientes aquejados de múltiples padecimientos, más o menos importantes: "¿Por qué no se suicida usted?" Y muchas veces, de las respuestas extrae una orientación para la psicoterapia a aplicar. Tejer estas tenues hebras de vidas rotas es el objeto con que se enfrenta la logoterapia, que es la versión original del Dr. Frankl del moderno análisis existencial.

En esta obra, Frankl explica la experiencia que le llevó al descubrimiento de la logoterapia. Prisionero, durante mucho tiempo, en los campos de concentración, sintió en su propio ser lo que significaba una existencia desnuda. ¿Cómo pudo él —que todo lo había perdido, que había visto destruir todo lo que valía la pena— aceptar que la vida fuera digna de vivirla? Nadie como él para juzgar nuestra condición humana sabia y compasivamente.

En este fragmento autobiográfico de Frankl se aprende lo que hace un ser humano cuando, de pronto, se da cuenta de que no tiene "nada que perder excepto su ridícula vida desnuda". Los momentos de alivio no determinan la voluntad de vivir, mas contribuyen a aumentar en el prisionero la noción de lo insensato de su sufrimiento. Y es en este punto donde encontramos el tema central del existencialismo: vivir es sufrir; sobrevivir es hallarle sentido al sufrimiento. Frankl gusta de citar a Nietzsche: "Quien tiene un porqué para, vivir, encontrará casi siempre el cómo".

En el campo de concentración, todas las metas de la vida familiar son arrancadas, solo resta "la última de las libertades humanas", la capacidad de "elegir la actitud personal ante un conjunto de circunstancias". Esta última libertad, adquiere una vivida significación en el relato de Frankl. Los prisioneros no eran más que hombres normales y corrientes, pero algunos de ellos al elegir ser "dignos de su sufrimiento" atestiguan la capacidad humana para elevarse por encima de su aparente destino.

Como psicoterapeuta que es, el autor quiere saber cómo se puede ayudar al hombre a alcanzar esta capacidad, tan diferenciadoramente humana, por otra parte. ¿Cómo puede uno despertar en un paciente el sentimiento de que tiene la responsabilidad de vivir, por muy adversas que se presenten las circunstancias? Frankl nos da cumplida cuenta de una sesión de terapia colectiva que mantuvo con sus compañeros de prisión.

Frankl no es ni pesimista ni antirreligioso; al contrario, adopta un punto de vista sorprendentemente esperanzador sobre la capacidad humana de trascender sus dificultades y descubrir la verdad conveniente y orientadora.

Gordon W. Allport.

Parte Primera.

Un psicólogo en un campo de concentración.

Es la historia íntima de un campo de concentración contada por uno de sus supervivientes. Frankl pretende dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cómo incidía la vida diaria de un campo de concentración en la mente del prisionero medio?

Selección activa y pasiva.

Es muy fácil para el que no ha estado nunca en un campo de concentración hacerse una idea equivocada de la vida en él, al no conocer prácticamente nada de la lucha por la existencia, del combate por el pan y por la propia vida, por el bien de uno mismo y por la propia vida, por el bien de uno mismo y por el de un buen amigo. El proceso de selección era la señal para una abierta lucha entre los compañeros o entre un grupo contra otro.

Un solo pensamiento animaba a los prisioneros: mantenerse con vida para volver con la familia que los esperaba en casa y salvar a sus amigos.

El proceso para seleccionar a los "capos" era de tipo negativo; para este trabajo se elegía únicamente a los más brutales (con sus felices excepciones). Por lo general, sólo se mantenían vivos aquellos prisioneros que tras varios años de dar tumbos de campo en campo, habían perdido todos sus escrúpulos en la lucha por la existencia, lo que fuera con tal de salvarse. Los que hemos vuelto de allí gracias a multitud de casualidades fortuitas o milagros, lo sabemos bien: los mejores de entre nosotros no regresaron.

El informe del prisionero n.° 119.104: ensayo psicológico.

Este relato trata de mis experiencias como prisionero común, pues es importante que diga, no sin orgullo, que yo no estuve trabajando en el campo como psiquiatra, ni siquiera como médico, excepto en las últimas semanas. Yo era un prisionero más, el número 119.104. En una ocasión mi trabajo consistió en cavar un túnel, sin ayuda, para colocar una cañería bajo una carretera. Este hecho no quedó sin recompensa, y así justamente antes de las Navidades de 1944 me encontré con el regalo de los llamados "cupones de premio", de parte de la empresa constructora a la que prácticamente habíamos sido vendidos como esclavos. Los cupones podían canjearse por seis cigarrillos. Me convertí así en el orgulloso propietario de dos cupones por valor de doce cigarrillos, aunque lo más importante era que los cigarrillos se podían cambiar por doce raciones de sopa y esta sopa podía ser un verdadero respiro frente a la inanición durante dos semanas. Cando veíamos a un camarada fumar sus propios cigarrillos en vez de cambiarlos por alimentos, ya sabíamos que había renunciado a confiar en su fuerza para seguir adelante y que, una vez perdida la voluntad de vivir, rara vez se recobraba.

Los hechos se considerarán significativos en cuanto formen parte de la experiencia humana. Lo que este ensayo intenta describir es la naturaleza exacta de dichas experiencias; para los que estuvieron internados trata de explicar estas experiencias a la luz de los actuales conocimientos y a los que nunca estuvieron dentro puede ayudarles a aprehender y entender, las experiencias por las que atravesaron los prisioneros supervivientes y su peculiar y, desde el punto de vista de la psicología, totalmente nueva actitud frente a la vida.

Es difícil intentar una presentación metódica del tema, ya que la psicología exige un cierto distanciamiento científico. ¿Pero es que el hombre que hace sus observaciones mientras está prisionero puede tener ese distanciamiento necesario? Únicamente el que ha estado dentro sabe lo que pasó, aunque sus juicios tal vez no sean del todo objetivos y sus estimaciones sean quizá desproporcionadas al faltarle ese distanciamiento.

Primera fase: Internamiento en el campo.

Se distinguen tres fases en las reacciones mentales de los internados en un campo de concentración: la fase que sigue a su internamiento, la fase de la auténtica vida en el campo y la fase siguiente a su liberación.

Estación Auschwitz.

El síntoma que caracteriza la primera fase es el shock. Bajo ciertas condiciones el shock puede incluso preceder a la admisión formal del prisionero en el campo. Ofreceré, como ejemplo, las circunstancias de mi propio internamiento.

Todos creíamos que el tren se encaminaba hacia una fábrica de municiones en donde nos emplearían como fuerza salarial. El silbato de la locomotora tenía un sonido misterioso, como si enviara un grito de socorro en conmiseración del desdichado cargamento que iba destinado a la perdición. Entonces el tren hizo una maniobra, nos acercábamos sin duda a una estación principal. Y, de pronto, un grito se escapó de los angustiados pasajeros: "¡Hay una señal, Auschwitz!" Su solo nombre evocaba todo lo que hay de horrible en el mundo: cámaras de gas, hornos crematorios, matanzas indiscriminadas. Me estremecí de horror, pero no andaba muy desencaminado, ya que paso a paso nos fuimos acostumbrando a un horror inmenso y terrible.

Entramos en la estación. El silencio inicial fue interrumpido por voces de mando. Las portezuelas del vagón se abrieron de golpe y un pequeño destacamento de prisioneros entró alborotando. Llevaban uniformes rayados, tenían la cabeza afeitada, pero parecían bien alimentados. Hablaban en todas las lenguas europeas imaginables y todos parecían conservar cierto humor, que bajo tales circunstancias sonaba grotesco. Hay en psiquiatría un estado de ánimo que se conoce como la "ilusión del indulto", según el cual el condenado a muerte, en el instante antes de su ejecución, concibe la ilusión de que le indultarán en el último segundo. También nosotros nos agarrábamos a los jirones de esperanza y hasta el último momento creímos que no todo sería tan malo.

Teníamos hambre y frío y no había espacio suficiente ni para sentarnos en cuclillas en el suelo desnudo, no digamos ya para tendernos. Durante cuatro días, nuestro único alimento consistió en un trozo de pan de unos 150 gramos.

La primera selección.

Creo que todos los que formaban parte de nuestra expedición vivían con la ilusión de que seríamos liberados, de que, al final, todo iba a salir muy bien. No nos dábamos cuenta del significado que encerraba la escena que expongo a continuación. Uno a uno, los hombres pasamos ante un oficial de la SS. Era un hombre alto y delgado y llevaba un uniforme impecable que le sentaba perfectamente. Ninguno de nosotros tenía la más remota idea del siniestro significado que se ocultaba tras aquel pequeño movimiento de su dedo que señalaba unas veces a la izquierda y otras a la derecha. Tocaba mi turno, me miró de arriba abajo y pareció dudar; después puso sus dos manos sobre mis hombros: me hizo girar hasta que quedé frente al lado derecho y seguí andando en aquella dirección.

Se trataba de la primera selección, el primer veredicto sobre nuestra existencia o no existencia. Para la gran mayoría de aquella expedición, cerca de un 90%, significó

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