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El Hombre Mediocre


Enviado por   •  15 de Diciembre de 2011  •  1.238 Palabras (5 Páginas)  •  928 Visitas

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EL HOMBRE MEDIOCRE

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INGENIERIA CIVIL

ETICA

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POLITECNICO COLOMBIANO

JAIME IZASA CADAVID

2011-1

LOS HOMBRES SIN PERSONALIDAD:

La personalidad individual comienza en el punto preciso donde cada uno se diferencia de los demás; en muchos hombres ese punto es imaginario. Por ese motivo, al clasificar los caracteres humanos se ha comprendido la necesidad de separar a los que carecen de rasgos característicos: productos adventicios del medio, de las circunstancias, de la educación que se les suministra, de las personas que los tutelan, de las cosas que los rodean.”Indiferentes” ha llamado a robot a los que viven sin que se advierta su existencia.

Aunque los hombres carecemos de misión trascendental sobre la tierra, en cuya superficie vivimos tan naturalmente como la rosa y el gusano, nuestra vida no es digna de ser vivida sino cuando la ennoblece algún ideal: los más altos placeres son inherentes a proponerse una perfección y perseguirla. El poder que se maneja, los favores que se mendigan, el dinero que se amasa, las dignidades que se consiguen, tienen cierto valor efímero que puede satisfacer los apetitos del que no lleva en sí mismo, en sus virtudes intrínsecas, las fuerzas morales que embellecen y califican la vida; la afirmación de la propia personalidad y la cantidad de hombría puesta en la significación de nuestro yo.

Muchos nacen; pocos viven. Los hombres sin personalidad son innumerables y vegetan moldeados por el medio, la falta de personalidad hace a estos, incapaces de iniciativa y de resistencia.

LA VULGARIDAD:

Los hombres se vulgarizan cuando reaparece en su carácter lo que fue la mediocridad en las generaciones ancestrales: los vulgares son mediocres de razas primitivas: habrían sido perfectamente adaptados en sociedades salvajes, pero carecen de la domesticación que los confundiría con sus contemporáneos.

La vulgaridad es el blasón nobiliario de los hombres ensordecidos de su mediocridad; la custodian como al tesoro el avaro. Pone su mayor jactancia en exhibirla, sin sospechar que es su afrenta. Estalla inoportuna en la palabra o en el gesto, rompe en un solo segundo el encanto preparado en muchas horas, aplasta bajo su zarpa toda eclosión luminosa del espíritu. Incolora, sorda, ciega, insensible, nos rodea y nos acecha; deleitase en lo grotesco, vive en lo turbio, se agita en las tinieblas.

La conducta, en sí misma, no es distinguida ni vulgar; la intención ennoblece los actos los eleva, los idealiza y, en otros casos determina su vulgaridad.

Puestos a elegir, nunca seguirán el camino que les indique su propia inclinación, sino que se les marcaría el cálculo de sus iguales. Ignoran que toda grandeza de espíritu exige la complicidad del corazón los ideales irradian siempre un gran calor; sus prejuicios, en cambio son fríos, porque son ajenos. Un pensamiento no fecundado por la pasión es como los soles de invierno; alumbran pero bajo sus rayos se puede morir helado.

Los hombres que vivieron en perpetuo florecimiento de virtud, revelan con su ejemplo que la vida puede ser intensa y conservarse digna; dirigirse a la cumbre, sin encharcarse en lodazales tortuosos; encresparse de pasión tempestuosamente, como el océano sin que la vulgaridad enturbie las aguas cristalinas de la ola, sin que el rutilar de sus fuentes sea opacado por el limo.

La mediocridad es el complejo velamen de las sociedades, las resistencias que estas oponen al viento para utilizar su pujanza

EL HOMBRE HONESTO:

Las dedocracias de todos los tiempos son enemigas del hombre virtuoso: prefieren al honesto y lo encumbran como ejemplo. Hay en ello implícito un error o mentira que conviene disipar.

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