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FREUD Y EL MALESTAR EN LA CULTURA


Enviado por   •  4 de Agosto de 2017  •  Ensayos  •  1.679 Palabras (7 Páginas)  •  207 Visitas

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FREUD Y EL MALESTAR EN LA CULTURA

En el año de 1930 vería la luz uno de los ensayos más trascendentales del vienés Sigmund Freud –el genial padre del psicoanálisis- al punto que los estudiosos del tema lo han catalogado como una de las producciones textuales de más impacto a nivel de lo que a psicología social se refiere, lo cual explica su categoría de texto crítico con mayor influencia en el siglo pasado, encumbrando aún más si cabe a su afamado autor que a lo largo de su ensayo se ocupa de el tema de la cultura y su papel contrapuesto como factor restrictor de las pulsiones inherentes a la psicología natural del individuo. Es así como el ensayo de Freud, El malestar de la cultura, plantea la concepción del mundo que tiene el autor, enfatizando precisamente en la supeditación de la civilización a las necesidades de carácter económico que a la larga, constituyen una etérea mordaza a las pulsiones sexuales y a las de agresividad, de hecho asociadas de suyo al ser humano en su naturaleza, a cambio de cierto nivel de seguridad que la propia cultura nos ofrece. De allí que Freud sea tajante al afirmar que la cultura no es más que un foco generador de sufrimiento y probada insatisfacción al restringir la naturaleza real de la persona, por lo que a mayor desarrollo de la cultura se incrementa proporcionalmente el malestar que causa la misma.

Ahora bien, ¿qué se entiende entonces por Cultura? Pues, según la enciclopedia interactiva Encarta, ella es el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o grupo social en un periodo determinado, por lo que el término  engloba además modos de vida, ceremonias, arte, invenciones, tecnología, sistemas de valores, derechos fundamentales del ser humano, tradiciones y creencias. Por su lado, Freud asume las pulsiones como fuerzas de naturaleza esencialmente plástica, es decir, que se transforman, se desplazan, siendo capaces de sustituciones inesperadas, pudiéndoseles descubrir allí donde hay idealización y sublimación, por lo que la satisfacción de dichas pulsiones engendra goce para el individuo. Sin embargo, de acuerdo con sus teorías, la cultura se erige como el primer escollo para la satisfacción de las pulsiones, lo cual aleja al hombre del estado de felicidad buscada al reprimírsele en su expresión esencial, causándose como inmediata consecuencia un estado de “malestar” de tipo estructural que persiste, al contener y maniatar el empuje del hombre a la satisfacción pulsional.

Precisamente, con su obra El malestar en la cultura, Freud desglosa el tema capital a lo largo de ocho capítulos en el que discurre por diferentes vertientes del problema, partiendo en su primer capítulo sobre la disertación del ser religioso del hombre como base de toda religión, para terminar por no admitirlo  en sí mismo, pero tratando de explicarlo desde el psicoanálisis y lo genético, al afirmar que en un comienzo, el yo lo abarcaba todo, pero que al desmarcarse posteriormente de lo “exterior”, deviene en una reminiscencia atrofiada de aquel sentimiento original. Ello se mantiene hasta la adultez en el sentimiento religioso, concluyendo Freud que “Si existe el sentimiento oceánico (De unión con el todo) en algunas personas, se debe a que tienen un recuerdo de cómo sentían su yo originalmente indistinto respecto  al  objeto”.‖

Más adelante, en el segundo capítulo de su obra, el autor vienés dilucida acerca de la función de la religión en medio de dos grandes luchas: la lucha por la existencia y la lucha del hombre por alcanzar la felicidad, afirmando como el agobio de la vida nos impone salidas como la distracción en una actividad cualquiera, la búsqueda de satisfacciones calificadas como sustitutivas (como el arte), o bien la opción de narcotizarnos ante la crudeza de la realidad. Así, se tiene que la religión impone una vía única hacia la felicidad y evadir el sufrimiento, pero optando por la reducción del valor de la vida e intimidando a la inteligencia, sin poder de veras eliminar el sufrimiento de forma total, pues “el creyente, obligado a invocar en última instancia los «inescrutables designios» de Dios, confiesa con ello que en el sufrimiento sólo le queda la sumisión incondicional como último consuelo y fuente de goce”. Pero en el tercer capítulo, Freud se centra más en la relación del desarrollo cultural y el desarrollo del propio individuo, haciendo hincapié en el hecho de que desconocemos bien por qué la sociedad no nos depara satisfacción o bienestar, consecuenciandose de ello una manifiesta hostilidad hacia el factor cultural, que logró que todos debieran sacrificar algo de sus instintos. Es decir, la cultura los restringió, frustrándolos, por lo que de esto es que se deriva la mencionada hostilidad hacia la cultura.

El cuarto capítulo, Freud se plantea acerca de los factores que han dado origen a la cultura, y aquellos que resultaron determinantes en su curso posterior. Desde el principio, el hombre primitivo asume la organización social como factor clave de su supervivencia, estableciéndose una serie de mutuas restricciones  que aunque conducen a un nuevo orden social, desvían la pulsión sexual hacia otro fin, surgiendo así un conflicto entre el amor y la cultura, que lo restringe al considerar que este se opone a sus intereses, a tal grado que la cultura restringe la sexualidad anulando su manifestación, ya que la cultura requiere energía para su propio consumo. Pero en el quinto capítulo, Freud introduce la pulsión de la agresividad en medio del panorama descrito, concluyendo que la cultura restringe no solo el amor sexual, sino también la agresividad,  lo cual explicaría por qué el ser humano no encuentra su felicidad en las relaciones sociales. Más adelante, en el capítulo sexto se aborda el instinto de vida (Eros) y el instinto de agresión o muerte (Tánatos), que lejos de considerarse aislados, afirma que pueden complementarse. Pero que Freud reconoce que antes que la libido erótica, es más bien la pulsión de agresividad el mayor escollo que se contrapone a la cultura, en cuanto las diversas agresiones en las que se encuentre inmerso el ser humano son quienes ponen en peligro los cimientos mismos de la sociedad, lo cual refuerza la necesidad de que unido al factor supervivencia, se generen lazos de tipo libidinal entre los miembros que conforman la sociedad.

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